"Aprovechemos antes del cierre". ¿Cuál será el impacto psicológico de volver a una cuarentena?
"Aprovechen ahora porque el 15 de enero se cierra todo", le dijo Paula Flores a su cuñada que viajó con la familia a la Lucila del Mar para pasar unos días de vacaciones. "Salgo esta noche con los chicos, porque no sabemos cuándo se corta esto", dijo Martín, su esposo el domingo a la noche. "Vamos a la plaza mientras se pueda, le dijo Paula a Sofía y Giuliana, sus hijas de 4 y 7 años.
Palabras más, palabras menos, el mensaje se repetía en casi todas las conversaciones en los últimos días. La sensación generalizada era que había que aprovechar las libertades recuperadas de la cuarentena antes que, a causa del aumento de los contagios, vuelvan las restricciones como está ocurriendo en Europa, y haya que volver a encerrarse en las casas. La sensación general de los últimos días era que el cierre era inminente. Y finalmente ocurrió: Las autoridades anunciaron un toque de queda que impedirá salir entre las 23 y las 6.
¿Cuál es el impacto psicológico de volver a una cuarentena? Ansiedad, depresión, angustia, bronca, sensación de haber sido estafados, abatimiento, negación, rebeldía y hasta desobediencia civil. LA NACION consultó a distintos especialistas que advierten que, a la hora de cerrar nuevamente las puertas, las autoridades deberían tomar en cuenta los efectos psicológicos de la cuarentena prolongada.
"La palabra cuarentena significa tantas cosas que se vació de sentido. La gente sabe cuándo empezó, pero no tiene en claro cuándo terminó. Entonces, ¿cómo se puede volver a aplicar? Las restricciones generan una sensación de encierro en la conducta. La persona percibe que no puede continuar con su vida cotidiana. Esto produjo estrés crónico, porque se extendió casi un año", explica Martín Weinstein, titular de la cátedra de Psicología Social de la UBA y director de la carrera de posgrado Psicología Clínica Sistémica. "Las aperturas fueron pequeños respiros. Pero la sensación de encierro permanece y esto aumenta la depresión. Paradojalmente convivir tanto con la familia se convirtió en un entorno sin estímulos. Y aumentó la sensación de soledad. Los vínculos familiares ya están sobrecargados. Hay que tenerlo en cuenta", dice.
Jaula de oro
"Volver a una cuarentena no va a ser sencillo. Una jaula de oro es una jaula al fin. La familia como entorno de contención está en crisis. Los que toman las decisiones están asesorados por virólogos pero no por psicólogos", dice. Desde el Observatorio de Psicología Social de la UBA, Weinstein coordinó un monitoreo de un grupo grande de familias durante la pandemia. "En todas encontramos un aumento de la conflictividad. La disminución de la actividad social aumentó la ansiedad, la agresividad, aumentaron las peleas familiares y la violencia. La gente está viviendo con un horizonte disminuido de estímulos", explica.
La reacción, ante un toque de queda o incluso una vuelta a la fase 1, no va a ser sencilla. "Va a estar entre la transgresión y el enojo. En Europa, tuvieron que sacar al ejército a la calle para lograr un toque de queda, algo que en algunos casos no ocurría desde la Segunda Guerra Mundial", dice Juan Eduardo Tesone, psiquiatra y miembro de la Asociación Psicoanalítica Argentina (APA).
"Lo que se plantea ahora de forma eufemística con el toque de queda es evitar la nocturnidad de los jóvenes. Tampoco hay que demonizarlos porque los adultos somos los primeros en no respetar la cuarentena. Cuando se suprime la nocturnidad, se traslada a la tarde. Para los jóvenes la amenaza de un nuevo cierre significa mucha desesperanza y se genera una especie de desmadre. Una saturación. Pero esto es consecuencia de los mensajes que les venimos dando", dice Tesone.
"Por un lado, desde la comunicación se insistió mucho en que los jóvenes no corren riesgo, y esto no es cierto totalmente. Por otro lado, las autoridades son muy contradictorias y son responsables de esta situación esquizofrénica. Somos un pueblo indisciplinado, pero mucha gente venía respetando las consignas. El funeral de Maradona, las movilizaciones y las fotos de los asados del gobierno, no sirvieron de ejemplo. Marcaron un punto de no respeto a la distancia social. Muchos esperaban un aumento de casos. Pero el impacto fue más psicológico que epidemiológico. La lectura fue, ´Si en la Casa Rosada se hace esto, en mi casa yo hago lo que quiero", dice.
Bajón de ánimo
Volver a mayores restricciones, apunta el ensayista y psiquiatra José Eduardo Abadi, genera reacciones dispares, según las expectativas con las que se vivía la llegada del nuevo año. "Bajón anímico, enojo, sensación de que esto es invencible. Si esta etapa se vivió como un camino de ida, aparece el enojo al engaño, los reproches", dice.
"El peligro es que, la frustración nos lleve a rechazar una realidad que no queramos ver. Es importante que, las autoridades comuniquen un horizonte positivo, porque sino el efecto no va a ser el esperado. Cuando frustración y enojo se convierten en una rebelión insensata o negación o minimización de la realidad, nos convertimos en víctimas más fáciles de la enfermedad", dice Abadi.
El efecto en los más chicos es difícil de medir pero no será gratuito, advierte Guillermo Thomas, jefe de la sección de Salud Pediátrica del Hospital Italiano. "La falta de estímulo de contacto con el otro no es sin consecuencia para el cuerpo y con la mente. En los chicos estamos viendo muchísimos efectos y ahora, por primera vez, al estar de vacaciones, su ritmo circadiano coincide con la época del año. Los más chicos no son conscientes por ahora de que se vienen restricciones que van a afectar las libertades de las que gozan desde hace dos meses, pero los adolescentes y los adultescentes, sí. Y la reacción es de rebeldía, de descontrol, de aprovechar antes de que se termine. Es como un carnaval antes de la cuaresma. Sostener esta situación de temor al cierre es contraproducente", explica Thomas. "Una de las cuestiones que, psicológicamente afectó la cuarentena es la perspectiva temporal. Y estas medidas hacen que se acorte cada vez más la idea de futuro", apunta.
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