APLV: qué es y cómo se diagnostica la enfermedad de la hija de Paula Chaves
La APLV, la enfermedad que sufre la hija menor de Paula Chaves, es la alergia a proteínas de leche de vaca. Si bien la conductora manifestó que aún no está confirmado el diagnóstico de Filipa, enumeró algunos síntomas que la alertaron y la llevaron a buscar la opinión de los especialistas.
Se trata de una "reacción adversa con participación del sistema inmunitario dirigida contra el componente proteico del alimento", es decir, que aparece tras el consumo de leche de vaca en cantidades habitualmente toleradas por sujetos sanos.
Debido a que la hija de Chaves es amamantada, es su madre quien le transfiere la proteína a través de su propia leche. "Estoy con una dieta estricta para amamantar a Filipa y necesito saber qué es lo que estoy consumiendo. No puedo consumir ni leche ni soja, pero tampoco puedo consumir ni trazas de leche, ni trazas de soja. ¿Qué quiere decir? Que cualquier alimento que fue hecho en la misma planta que una galletita de queso tiene contaminación cruzada y eso a mi hija la afecta", explicó la exconductora de Bake Off.
Desde la Sociedad Argentina de Pediatría (SAP) aclaran que la APLV no es lo mismo que la intolerancia a la lactosa, dado que esta última no se relaciona con un mecanismo inmunológico.
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"La APLV es una alergia habitualmente transitoria", describe a LA NACION el médico especialista en alergia e inmunología Esteban Garramone (MN 102657). Según el especifica, este tipo de alergia "rara vez persiste en la vida adulta".
El experto enumera los síntomas asociados a la enfermedad: evitación (el bebé evita el alimento, tanto de la leche materna como la fórmula); pérdida de peso o no ganancia de peso; cólicos; diarrea; vómitos; deposiciones sanguinolentas; y reflujo
A su vez, señala que aproximadamente en el 60% de los casos va acompañado de un eczema o urticaria. Entre los síntomas más extremos y muy poco frecuentes se encuentra la anafilaxia, que consiste en un cuadro que incluye ronchas, y también la hipotensión, cólicos abdominales, broncoespasmo, síncope, edema de glotis o paro cardiovascular. Otra forma de manifestación de la enfermedad es la colitis, que puede darse con sangre en la materia fecal únicamente o asociada a dolor.
Ante cualquier duda, es importante recurrir a un médico para confirmar el cuadro.
En caso de que se presenten signos de alergia, se recomienda frenar la ingesta de alimentos lácteos, derivados lácteos, con lactosa o trazas de estos. Y, en el supuesto de que se trate de un niño amamantado, se sugiere que la madre realice una dieta especial de exclusión de productos lácteos que contengan proteína de leche de vaca mientras dure la lactancia. Es importante que una vez que esté confirmado el diagnóstico la madre se asesore para llevar una alimentación balanceada con suplementación de calcio.
En la Argentina, desde noviembre de 2016, las obras sociales y prepagas están obligadas a pagar integralmente la leche medicamentosa para consumo de quienes padecen APLV. Sin embargo, una de las mayores preocupaciones para las familias es que muchos productos manufacturados no están correctamente rotulados.
Además de no beber leche y derivados, las personas que sufren APLV deben leer con mucha atención las etiquetas. Que un alimento lleve la etiqueta "no es un producto lácteo" no necesariamente significa que no contenga leche. Incluso, una etiqueta que indique "sin leche" puede ser engañosa. En este sentido, fue presentado un proyecto de ley de "Etiquetado, publicidad, detección temprana y tratamiento integral de la alergia a la proteína de la leche vacuna". En caso de aprobarse, todos los productos alimenticios deberán llevar impresos en el frente de sus envases una etiqueta visible con la leyenda "Apto APLV".
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También se recomienda prestar atención a la contaminación cruzada mediante la cual los cubiertos que tocaron algún derivado de la leche son utilizados luego en alimentos que no contienen proteínas lácteas y los terminan contaminando.
De acuerdo a un trabajo académico publicado por la SAP, este tipo de alergia constituye una de las reacciones más frecuentes en los primeros meses de la vida y su prevalencia oscila entre el 2% y el 7,5%. Además, el 95% de los chicos que realizan un tratamiento específico de uno o dos años logran una tolerancia a partir de los tres años de edad.
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