Aplicaciones, la forma más cómoda de aprender idiomas
Miles de argentinos estudian lenguas extranjeras con apps como Duolingo, Busuu y Babbel
Fácil, divertido y gratis. Así prometen ser las aplicaciones para aprender idiomas a través del teléfono móvil, la tablet o la computadora. Con el beneficio de realizar ejercicios en sus páginas web o descargando las apps desde la tienda virtual, los usuarios tienen una amplia libertad para decidir dónde y cuándo prefieren tomar sus clases.
Al ser apps multiplataforma los cursos se sincronizan en todos los dispositivos. “Se puede seguir en el celular las lecciones que se hayan empezado en la computadora”, explica Breno Pessoa, gerente de Babbel para América latina. Esta función “es una ventaja muy grande", sostiene Patricio Iglesias, economista de 28 años y usuario de Duolingo, que estudia esperanto “desde la tablet y en la computadora portátil”.
Con la aplicación “disponible en todo momento y en cualquier lugar” los usuarios pueden practicar cuando quieran, contrariamente a lo que sucede en “las clases tradicionales, que se enmarcan en horarios rígidos”, manifiesta David Marín, experto en lingüística de Babbel.
Por falta de tiempo, aburrimiento en las clases, altos aranceles o simplemente por curiosidad, cada vez son más los usuarios que deciden aprender un idioma a través de Internet. “Cada mes un promedio de 25.000 Argentinos descargan la app o se registran en la página web para probar Babbel”, señala Breno Pessoa. “El interés por aprender idiomas con apps está creciendo mucho en la Argentina”, completa.
Inglés, lo más estudiado
De los “3,7 millones de usuarios argentinos” que usan Duolingo, alrededor del “55 por ciento” estudia inglés, afirma Michaela Kron, gerente senior de relaciones públicas de Duolingo. Una dato similar al de Busuu, donde el 50% de los 500.000 usuarios de la Argentina elige aprender inglés.
“Brasil es el mercado más importante para nosotros en América latina, pero hemos registrado un claro crecimiento en México y en la Argentina” dice Germán Carranza, country manager de Busuu para América latina y España.
Para Pessoa, la Argentina “es un país atípico en América Latina” porque mientras otros países del continente se interesan por el francés, aquí se aprende más italiano. “Otro hecho particular -agrega Pessoa- es que en Brasil o en México se aprenden otras lenguas por el trabajo, pero en la Argentina lo hacen porque les gustan los idiomas y quieren poder comunicarse con gente de otras partes”.
“Mi rutina era desayunar y activar la cabeza con un ratito de Duolingo”, manifiesta Indalecio Gómez, que a los 30 años ya aprendió italiano con esa aplicación. Por su trabajo como tripulante de cabina, para Gómez era difícil adaptarse a los horarios de una clase tradicional, pero con la app estudiaba en ratos libres, como el trayecto en remís entre su casa y el aeropuerto de Ezeiza, o en sus tiempos de descanso en el vuelo, donde optaba por el modo off line, que permite descargar previamente algunas unidades y completarlas sin necesidad de Internet.
Lecciones cortas
Aunque cada estudiante elige su propio ritmo de estudio, se pueden resolver las actividades de las plataformas en pocos minutos. “Las lecciones están diseñadas para que sean cortas, concretas y para que, en 10 minutos, los usuarios puedan terminar su dosis del día” explica Carranza. "Así, si un estudiante que empieza con un conocimiento básico es constaste, en un año puede llegar a B2, que es un nivel bastante avanzado”, detalla el country manager de Busuu.
Para Gómez estudiar italiano usando Duolingo fue un éxito porque, asevera, que sólo en “ocho meses” aprendió la lengua. Por la rapidez con que dominó el italiano, Gómez está convencido que avanzó más con la app que con profesores particulares: "En las clases presenciales, las profesoras hacían hincapié en las normas gramaticales de la lengua lo cual era aburrido. En cambio, Duolingo está diseñado por lingüistas y te enseña como cuando sos chico, en base a la repetición lúdica de la lengua. Aprendes la regla gramática por deducción”.
Con profesiones y rutinas diferentes, Gómez e Iglesias coincidieron en estudiar esperanto con Duolingo. Para Patricio los beneficios de usar una app son “la comodidad, el ahorro, la posibilidad de hacer una pregunta por un tema que no se entiende y que pueden contestar personas en todo el mundo”.
La enorme variedad de idiomas que ofrecen las apps posibilitan estudiar desde lenguas tradicionales como inglés, italiano o francés hasta menos convencionales como indonesio, ruso o japonés. Aunque siempre está la posibilidad de tomar clases particulares, los costos son más elevados que las versiones pagas de las aplicaciones. “Una clase (presencial) cuesta en promedio 360 pesos la hora y en la app por 800 pesos tenés suscripción ilimitada en idiomas y niveles”, cuenta el gerente de Busuu.
Con 70 millones de usuarios alrededor del mundo, el “gran diferencial” de Busuu es la red social que se forma entre los usuarios que piden a los nativos que les corrijan los ejercicios de la lengua que están aprendiendo. “Complementa mucho tomar el curso y recibir correcciones de usuarios reales”, dice Carranza, que recibe mails cuando una persona corrigió un párrafo que escribió en portugués. Esta dinámica, afirma, “añade mucho, porque no todo el aprendizaje es hablar con una máquina o cumpliendo con un curso predeterminado”.
Falta de interacción
A pesar de sus numerosos beneficios, las plataformas tienen un gran desafío frente a las clases: la práctica oral del lenguaje que se da naturalmente entre docentes y alumnos en las aulas. Aunque las aplicaciones intentan cubrir ese espacio con el reconocimiento de voz, chatbot o foros, estas funciones no logran igualar la interacción que se da en el trato cotidiano.
Mientras Gómez buscó practicar el idioma “hablando con amigos italianos”, otros usuarios, como Manuel Luján, estudiante de la carrera de traductorado público de inglés en la UBA, considera que las apps son herramientas útiles pero no cree que “con el estudio en las aplicaciones sea suficiente para alcanzar a un nivel muy avanzado” al menos que se lo combine “con otras fuentes de estudio y de práctica”.