Esta macrolengua yuto-nahua fue la base de varios términos que describen objetos y productos cotidianos, que aun se usan en diversos países del mundo
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Hay quien la llamó “la palabra más bonita del idioma español”. Es “apapacho”, una voz de origen náhuatl que la RAE define como “palmadita cariñosa o abrazo”. Los mexicanos, sin embargo, tienen una definición mucho más poética del acto: “abrazar o acariciar con el alma”.
Y es que el término -especialmente común en México y Centroamérica, pero también empleado en otros países de América Latina- refiere a algo que va más allá del contacto físico. El apapacho es cariño, es consuelo, es mimo, es ternura… De hecho, aunque lo diga la RAE, nadie en la región vincularía la idea de un apacho a unas simples palmaditas (por más cariñosas que sean).
Etimológicamente, apapacho deriva de la voz náhuatl patzoa, la que puede traducirse como apretar y algunos autores también vinculan con la palabra apachurrar (que la RAE incluye en su diccionario como sinónimo de despachurrar). Y esta última palabra puede ser útil si uno quiere preparar guacamole, ya que para hacer este plato es indispensable destripar algunas paltas. Y tanto la preparación como la fruta también tienen sabor a náhuatl.
Efectivamente, la palabra guacamole proviene una combinación de las palabras ahuacatl y mulli. La segunda significa “salsa”, lo que explica la cantidad de moles diferentes que existen en la deliciosa cocina mexicana. Mientras que la palabra ahuacatl se utilizaba tanto para referirse a la fruta de árbol del mismo nombre como a los testículos. ¿Notan algún parecido?
Con el náhuatl en los labios
Por lo demás, el aguacate no es la única fruta natural de Mesoamérica que enriqueció tanto a nuestra cocina como a nuestro léxico. La región -y el náhuatl- también nos regalaron (entre otras delicias) el chile (ají picante), el tomate, los cacahuates (maní) y el cacao. Y, con el cacao, el chocolate, de xoco (amargo) y atl (agua), ya que originalmente el xocolatl era una bebida amarga y picante, bastante diferente del popular dulce que conocemos hoy.
De la palabra chile, por su parte, no hay mucho que explicar, porque chilli era simplemente el nombre que los aztecas le daban a esa picosa fruta. Mientras que tomatl vendría a significar “cosa gorda” y tlacacahuatl ”cacao de tierra”, de tlalli, tierra, y cacahuatl, cacao.
(Lo que explica por qué, en América Latina, se dice cacahuate y no cacahuete, como llaman al maní en España). De los jalapeños al mezcal, la lista de frutas, alimentos y bebidas con nombres de origen náhuatl es extensa. Pero otra para destacar es la palabra tamal (de tamalli, envuelto), usada en casi todo el continente para describir alguna variedad de esta “especie de empanada de masa de harina de maíz, envuelta en hojas” (a pesar de la existencia de bollos, humitas y hallacas).
Y, lejos de la comida, la fauna mesoamericana también ayudó a la popularización de otras palabras náhuatl, como coyote o quetzal. Esta última palabra -presente también el nombre del dios azteca Quetzalcoátl, “la serpiente emplumada”- puede traducirse como “plumaje hermoso”. Y esa descripción ciertamente le hace justicia al ave nacional de Guatemala.
Caja de sorpresas
Otra herencia náhuatl, menos conocida, es el chicle, pues tzictli (“cosa pegajosa”) era el nombre de la resina del árbol de chicozapote que los antiguos habitantes de Mesoamérica empleaban como goma de mascar. Y la palabra tiza también proviene del náhuatl, donde yeso se dice tizatl.
En España también puede sorprender que chapapote (alquitrán) -la palabra empleada para referirse a la sustancia negra y viscosa que en 2002 contaminó las playas de Galicia luego del hundimiento del petrolero Prestige- tenga origen mesoamericano. Aunque tal vez no tanto como el uso de la palabra cipote en ciertas zonas de Centroamérica, donde no describe al miembro viril sino que significa niño pequeño, también por herencia del náhuatl.
(Y, como con los cacahuates, en el caso del chapapote los españoles también le cambiaron una letra a la palabra original, como demuestra que en México se diga chapopote para referirse al asfalto o el alquitrán).
Otras palabras de origen náhuatl de uso común en varios países hispanohablantes son hule (de ulli, “caucho o goma elástica”, en la primera acepción de la RAE) y petaca (que describe tanto a baúles y maletas como a las botellas de bolsillo que se usan para llevar bebidas alcohólicas).
Pero algunas de las más lindas y sonoras -como achichincle, papalote o pepenar, por poner algunos ejemplos- están más confinadas geográficamente a México y algunos países de Centroamérica. Achichincle, (literalmente, “que chupa agua”) se puede traducir como subalterno, aunque tiene un connotación algo más peyorativa, porque implica cierto servilismo.
Mientras que papalote (originalmente la voz náhuatl para mariposa) hoy en día describe sobre todo a los barriletes de papel con los que los niños juegan en el viento, y pepenar describe el acto de recoger cosas del suelo. Y vos, ¿qué otras palabras provenientes del náhuatl conocés e incluirías en esta lista?
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