Antes eran consideradas un “defecto”, pero ahora la gente paga por hacérselas falsas
Las empresas de cosméticos pasaron de fabricar productos para tapar las pecas a vender productos para crearlas
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WASHINGTON.– Cuando iba a la escuela primaria, en la década de 2000, los compañeros de clase de Hailey Buchanan la cargaban por tener pecas, hasta el punto de que ella misma empezó a odiarlas.
Después, como nos pasa a todos, Hailey creció, hoy tiene 23 años, se recibió de esteticista, y abrió su propio salón en Puyallup, una localidad del estado de Washington. Pero imaginen su sorpresa cuando empezó a ver a un montón de mujeres, primero en Instagram y luego en su propio salón, que tenían una piel impecable, “de muñeca”, y sin embargo querían tener pecas a toda costa. Hace unos años eran un estigma, “y hoy son tendencia”, dice Hailey con una carcajada.
Así que a principios de este año, Hailey agregó las “pecas semipermanentes” al menú de servicios de su salón. La aplicación de esas pecas falsas es similar al procedimiento conocido como “microblading” y puede durar hasta tres años antes de desaparecer. En los meses de verano de este año, Hailey realizó unas dos aplicaciones por semana. El procedimiento puede durar hasta tres horas y cuesta unos 200 dólares.
Las relación de los norteamericanos con las pecas dio un giro de 180° en los últimos tiempos. Los primeros filtros que agregaban pecas empezaron a aparecer en Snapchat e Instagram allá por 2019, que agregaban pequeños puntitos en la foto del usuario. Desde entonces, se fue desarrollando toda una tecnología destinada a agregar pecas falsas en el rostro real de una persona, y no solo en salones como el de Hailey, sino en grandes cadenas de cosméticos de Estados Unidos. Si buscamos “freckle” (pecas, en inglés) en el sitio web de Ulta, el resultado es una mezcla surrealista de sérums “para la limpieza de puntos negros” y de herramientas para crear pecas falsas, que son como pinceles diminutos con punta fina en forma de una peca perfecta. Tras haber sido lanzado en 2017, el supuesto primer “lápiz de pecas”, llamado Freck, en 2021 finalmente se abrió paso hasta las góndolas de la cadena de cosméticos Sephora.
O sea que en relativamente poco tiempo las pecas pasaron de ser una imperfección a ser no solo un rasgo aceptable, sino hasta deseable, y sobre todo en un gran negocio cosmético. En parte eso se debe a un cambio de la actitud social hacia los cuerpos, el color del cabello y de la piel, y hacia ciertos “defectos”. Y también porque a pesar de todo eso, la belleza como negocio no ha cambiado: sigue decretando y decidiendo lo que es bello y luego saca ventaja del deseo de los consumidores de obtenerlo.
Las pecas tuvieron mala reputación prácticamente desde siempre, dice Susan Stewart, bibliotecaria escocesa y autora del libro Painted Faces: A Colourful History of Cosmetics (“Caras pintadas: una colorida historia de los cosméticos”). En el siglo XVII, señala Stewart, “eran consideradas la marca del demonio”. En un plano más pedestre, las pecas solían indicar exposición al sol, o sea que esa persona trabajaba a la intemperie. “La palidez era señal de riqueza, de clase alta”, apunta Stewart. “Y ahí hace su entrada el maquillaje: base blanca para cubrir pecas y manchas y lograr ese ideal de perfección: el rostro pálido con un toque rosado en las mejillas.”
Así que durante la mayor parte de la historia, la gente hizo lo posible por borrar las pecas. Algunos antiguos textos árabes medievales dicen que para eliminar las pecas y las decoloraciones se practicaban frotaciones con almendras amargas, y en el siglo XVI, señala Stewart, un inventor y escritor inglés llamado Hugh Plat recomendaba lavarse la cara “con una esponja cuando la luna está menguante” y con “el agua destilada de hojas de sauco, dejando las hojas macerar sobre la piel” para desvanecer las pecas. Incluso la gran Jane Austen, en su novela póstuma, Persuasión, menciona la Loción Gowland’s, un corrosivo tratamiento facial usado como remedio para las pecas.
Una portada que marcó tendencia
Más de dos siglos después, la actriz Megan Fox acaba de posar en bikini en una playa para la portada de Sport’s Illustrated edición verano 2023, con su rostro normalmente uniforme cubierto de una pequeña constelación de pecas rubias. La revista Glamour no perdió el tiempo y de inmediato publicó una guía para lograr ese mismo look.
La maquilladora artística Jenna Kristina, responsable de la multitud de pecas falsas para la sesión de fotos de Megan Fox —y también de las que usó recientemente la actriz Zoey Deutch en la portada de Vogue Tailandia—, cree que las pecas son similares a estar bronceado. Cuando volvemos de unas maravillosas vacaciones de verano, sin maquillaje y descansados, dice Kristina, “tenemos pecas, son casi como una marca de alegría, la marca de un buen momento.”
La proliferación de lociones autobronceantes también ayuda a explicar el auge de las pecas falsas. La industria de los autobronceantes crece sostenidamente desde 2021, algo que suele atribuirse a que la gente es más consciente de los riesgos de exponerse al sol y a los rayos UV. Las pecas falsas pueden ser otra forma de lucir un look veraniego sin tener que tomar sol.
Kristina también cree que las celebridades que tienen pecas naturales —como Lucy Liu, Gisele Bündchen, Alicia Keys y la modelo Adwoa Aboah— también fueron generando mayor familiaridad con las pecas entre la gente. Meghan, duquesa de Sussex, dice que nada la irrita más que ver cuando las revistas retocan sus pecas con Photoshop. La maquilladora Kristina también lo atribuye al movimiento de “positividad corporal” de la década de 2010, que coincide perfectamente, con la última vez que un cliente le pidió que le tapara las pecas.
“Tengo amigas que son modelos y cuando eran más jóvenes no las contrataba nadie”, dice Kristina. “Todos me venían a pedir que les cubriera las pecas. Pero desde mediados de la década de 2010 sus amigas pecosas han tenido gran demanda. Al principio, probablemente las y los modelos pecosos eran considerados un golpe de efecto disruptivo, pero luego se fueron convirtiendo en el sello distintivo de la estética limpia, agradable y natural del marketing directo al consumidor que dominaba a mediados de la década de 2010. La gran ironía, por supuesto, es que la adopción de modelos con particularidades percibidas como imperfecciones en la era de la aceptación radical condujo a la creación y proliferación de otro producto de belleza, uno que se vende al mostrador por 22 dólares la media onza. La industria de la belleza tardó mucho tiempo en comprar en tema de las pecas: ahora las vende con buen margen de ganancia.
Por Ashley Fetters Maloy
(Traducción de Jaime Arrambide)
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