Ansiedad. ¿Por qué muchas de sus causas son físicas y cómo pueden reconocerse?
No solo está en la cabeza, por el contrario, la mayoría de sus razones hay que buscarlas en el cuerpo, donde deben ser atendidas en primer lugar; las recomendaciones médicas de la doctora Ellen Vora
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WASHINGTON.- Quienes hayan experimentado problemas de salud mental en estos últimos dos o tres años, sepan que no están solos. Si ya estábamos en medio de una epidemia de ansiedad antes de la aparición del Covid, con la pandemia las tasas de ansiedad treparon de manera astronómica: según la Organización Mundial de la Salud (OMS), tan solo durante el primer año de la pandemia, los índices de ansiedad y depresión crecieron un 25% a nivel global.
Frente a esta crisis, el campo médico de la salud mental ofrece algunas recomendaciones. El consenso imperante actualmente es que nuestros problemas de salud mental son resultado de un desequilibrio químico escrito en nuestro ADN. Eso implica que nuestra ansiedad es de origen químico, determinada por nuestros niveles de serotonina, y que es nuestro destino genético. Los profesionales de la salud mental ofrecen medicación y terapia para modificar nuestros patrones mentales y reducir nuestro supuesto déficit de serotonina.
¿Pero qué pasa cuando esas soluciones no nos funcionan?
Aunque a algunas personas la oferta actual de soluciones la ayuda a mejorar, a muchos otros la terapia les resulta inaccesible, y los resultados de la medicación en innumerables personas con problemas de salud mental han resultado decepcionantes.
Poner tanto énfasis en la química del cerebro nos ha hecho soslayar gran parte de las cosas que influyen en nuestro ánimo: el rol del cuerpo y las cuestiones físicas en la salud mental suele ser subestimado. Para quienes no encontraron alivio en la terapia o la medicación, es una excelente noticia.
Los factores que determinan nuestro bienestar mental van más allá de nuestros genes y la química del cerebro, y entre ellos se cuentan los procesos inflamatorios, la salud intestinal, la calidad del sueño, la alimentación, el equilibrio hormonal, la hiperexcitación crónica por trastorno de estrés postraumático, y hasta la insatisfacción de nuestra necesidad humana de comunidad, naturaleza y sentido de propósito en la vida. Si efectivamente tenemos lo que se conoce como desequilibrio químico, probablemente sea un efecto derivado de todos esos otros estados de desequilibrio.
En otras palabras, la ansiedad no está solo en la cabeza, sino que la mayoría de sus causas se alojan en el cuerpo, y es allí donde deben ser enfrentadas en primer lugar.
Considero que existen dos tipos de ansiedad: la verdadera ansiedad (o “ansiedad significativa”) y la ansiedad evitable.
La verdadera ansiedad es esa brújula interior que nos llama a prestar atención a lo que no está bien en nuestras vidas privadas, en nuestra sociedad y en el mundo. No es algo que debamos suprimir o patologizar. No es algo malo que nos pasa: es algo bueno que nos permite conectar de manera visceral con lo que está mal en el mundo.
En el caso de la verdadera ansiedad, los síntomas nos están diciendo algo, que debe ser escuchado y respetado. En vez de preguntarnos “¿Cómo hago para bajar la ansiedad?”, deberíamos preguntarnos “¿Qué me está queriendo decir mi ansiedad?”. En la ansiedad verdadera siempre hay un llamado a pasar a la acción, y cuando permitimos que esa inquietud alimente una acción concreta, el nivel de ansiedad baja.
La ansiedad evitable, por otro lado, suele ser una simple respuesta fisiológica al estrés, que le transmite al cerebro la señal de que algo anda mal. Y el cerebro humano -el gran constructor de sentido- fabrica un relato sobre el origen de esa inquietud. Nos dice que estamos ansiosos por el trabajo, o por nuestros hijos, o por la situación mundial.
Pero la realidad es que siempre habrá algo que nos cause inquietud. Y las razones del ataque de ansiedad que tenemos en determinado momento puede no tener nada que ver ni con el trabajo ni con los hijos, pero sí con un estado de desequilibrio fisiológico, algo tan banal y aparentemente benigno como un pico de azúcar en sangre, una resaca, o la doble dosis de café de ese día.
Por lo tanto, gran parte de nuestra ansiedad no está relacionada con lo que pensamos. Y la solución no es intentar alejarnos de cualquier causa de dolor en el mundo, sino resolver la ansiedad evitable en el plano del cuerpo físico, eliminando las respuestas fisiológicas de estrés innecesarias a medida que aparecen, descargando así gran parte de la ansiedad.
Cuando entendemos que nuestra ansiedad fue desencadenada por una respuesta de nuestro cuerpo al estrés, podemos resolver el problema a nivel físico, por ejemplo, manteniendo estables nuestros niveles de azúcar en sangre o yéndonos a dormir un rato antes. En otras palabras, ese tipo de ansiedad es muy común, causa enorme sufrimiento, y es mayormente evitable.
“Inventario” de focos de ansiedad
Con mis pacientes empiezo abordando la ansiedad evitable: es la fruta que está más al alcance de la mano. Y se nos ocurrió hacer un inventario de ansiedades evitables. En un momento de pico de ansiedad, esa lista puede orientarnos para reflexionar sobre las posibles causas de una repentina respuesta al estrés de nuestro cuerpo, ayudarnos a identificar un foco particular de ansiedad evitable, y entender la forma directa de solucionarlo.
En inventario de focos de ansiedad evitable puede incluir:
-Hambre
-Falta de sueño
-Exceso de cafeína
-Resaca
-Problemas digestivos
-Inflamación
-Sedentarismo prolongado
-Desequilibrio químico tras haber consumido comida ultraprocesada
-La fase lútea tardía del ciclo menstrual
-La abstinencia entre dosis (el punto farmacológico más bajo antes de la dosis siguiente de medicación psiquiátrica)
Identificar cuándo estamos ansiosos por una respuesta física no hace desaparecer nuestros problemas, pero nos ayuda a reconocer que un desequilibrio fisiológico puede hacer que todo parezca más difícil de lo que realmente es. Este inventario nos permite resolver la causa de un momento de ansiedad, por ejemplo, comiendo algo, tomando una pastilla, o saliendo a caminar cinco minutos al aire libre. O también podemos organizarnos para irnos a dormir más temprano esa noche.
Con el tiempo, identificar nuestras ansiedades evitables elimina parte de la carga de nuestro estado de ánimo, nos ayuda a abordar el problema en el momento que se presenta y nos brinda información para mantener nuestro equilibrio fisiológico en el futuro. También ayuda a tumbar la balanza, de la sensación de impotencia a la de resiliencia, a la vez que ajusta nuestra sintonía con el funcionamiento interno de nuestros cuerpos.
Si bien la actitud cultural prevalente hacia la salud mental es considerarla como un destino genético y un tema de desajustes químicos en el cerebro, gran parte de nuestra ansiedad tiene sus raíces en el cuerpo y es básicamente evitable. El concepto de ansiedad evitable no implica que nuestros problemas no sean reales, sino que eliminar las respuestas de estrés innecesarias puede hacernos más resistentes frente a factores estresantes que son inevitables.
Son buenas razones para sentirnos esperanzados y empoderados. Gran parte de nuestra ansiedad es sufrimiento innecesario, y unos pequeños cambios estratégicos en nuestra dieta y hábitos diarios pueden prevenir las respuestas de estrés que nos terminan abrumando. Además, equilibrar nuestra fisiología también despeja el ambiente y nos permite sintonizarnos con nuestra ansiedad verdadera, que nos permite alinearnos con el mundo y hacer nuestro aporte.
(Traducción de Jaime Arrambide)
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