Angustia y miedos: cómo hablar con los chicos del asesinato de Morena y la ola de violencia de los últimos días
Los expertos aconsejan estar abiertos a las preguntas e inquietudes de los niños, dar respuestas claras en función de la edad y sin detalles morbosos; trabajar en pautas de prevención, otra recomendación
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Felipe, de 7 años, bajó por la escalera y se quedó sentado en los escalones del medio, en pijama, mientras sus hermanas se cambiaban para ir al colegio. Con las manos en la cara y la angustia en los ojos. En la tele, el canal de noticias mostraba la angustia de la familia de Morena Domínguez, la niña asesinada en Lanús para robarle el celular. “¿Qué pasa Feli, no te cambiás?”, preguntó Ximena Larguía, la madre. Felipe se quedó en silencio. Y después preguntó: “¿Por qué la mataron a Morena, si iba a la escuela?”. Ximena sintió el cimbronazo de la indignación que habían expresado todos en la mesa familiar para hablar del crimen, de la bronca que se sentía en su casa –como en tantos otros hogares– con los discursos políticos que nada aportan a calmar el dolor. Y la pregunta del más chico de la casa la desarmó. Lo abrazó, le secó las lágrimas intentando disimular las propias y le costó encontrar palabras para explicar al mundo infantil aquello que en el mundo adulto tampoco tiene ningún sentido. Lo mismo que sintió con el homicidio, ayer, del médico Juan Carlos Cruz en la puerta de la casa de su madre en Morón y del profesor jubilado Nelson Peralta en Guernica, hoy.
“Hay personas malas, que quieren lo que no es suyo, que pueden hacer cosas muy terribles para conseguirlas. Y la policía, no siempre está para cuidar a todos. Esperemos que quienes nos gobiernan se den cuenta y hagan algo para proteger a todos los chicos, que todos puedan ir seguros a la escuela”, intentó explicar Larguía. Pero interiormente no se quedó conforme con la respuesta, la única que le salió.
¿Cómo hablar con los chicos y transmitirles tranquilidad, cuando los descarnados hechos de inseguridad también los tienen a ellos como víctimas? ¿Cómo canalizar la angustia ante esos hechos sin cargar emocionalmente a los chicos? ¿Es posible o saludable dejarlos al margen?
Los especialistas consultados por LA NACION coinciden en que estos son hechos tan terribles que no es posible que los chicos vayan a pasar por alto, por más que los adultos cambien de canal. Que no sirve decirles que a ellos nada les va a pasar, aunque tampoco es necesario exponerlos a los detalles más dolorosos y angustiantes. Lo mejor, recomiendan, es poder encontrar el momento en una cena, un desayuno, un viaje en auto o una caminata por la calle para conversar del tema, para escuchar los sentimientos que se les despiertan ante estas historias y acompañarlos a elaborar tanto sinsentido. A los más grandes, los que empiezan a transitar su autonomía, recordarles que los delincuentes están al acecho, pero que podemos ser precavidos, andar con cuidado, en grupo, nunca solos; recordar que por eso mismo los adultos les dicen que no saquen el celular en la calle, que miren a su alrededor cuando entran o salen de algún lugar. Y que, si aún así pasa, no duden en entregar todo lo que les pidan.
Con los más chicos, se sugiere ser cautos: “Cuidemos lo que ven y lo que escuchan, porque los detalles hacen mucho daño y ellos no pueden procesarlo ni hacer nada al respecto. Contemos la verdad sin detalles macabros. [A Morena) Querían robarle, no matarla, y como seguramente estaban drogados no midieron lo que hacían”, explica la psicóloga y autora de libros de crianza Maritchu Seitún. “Lo importante es que reflexionemos con ellos sobre nuestros motivos para cuidarlos y sobre lo que aprendimos, para que la muerte de Morena sirva para algo: que los adultos optimicemos los cuidados, exijamos policías para entradas y salidas de escuelas, lo que haga falta”, agrega. Pero no sirve alarmarse ni alarmar a los chicos, dice: “Se asustan o no nos creen. Quedarnos en el reclamo y la queja sin hacer cambios en casa o sin colaborar para que cambie la sociedad solo estresa a los chicos, porque no ven salida. Aprendamos a filtrar, especialmente con los chiquitos. Darles confianza y enseñarles pautas de seguridad; no asustarlos, enseñarles. Sí aceptar con dolor que esas cosas pasan, que no podemos controlar todo, pero que nos podemos cuidar entre nosotros”, detalla Seitún.
Abiertos a las preguntas
Las imágenes fueron muy impactantes. No solo las del asalto a Morena y las del robo al médico en Morón. También aquellas en las que se veía a los compañeros de la niña llorar desesperados sobre el cajón, y a uno de ellos reclamando justicia ante las cámaras de televisión: “No hay respuestas, queremos respuestas, no queremos tener miedo de entrar y salir”, gritaba el chico entre lágrimas. La imagen golpeó en todos los hogares. Sofía P., de 13 años, que vive en Ramos Mejía, quedó impactada. “Desde que pasó lo de Morena nos pide que la acompañemos hasta la puerta del colegio, y eso que vivimos a una cuadra. Estas cosas son un retroceso, ya desde el año pasado iba sola. Por un lado, una tiene miedo, pero a la vez los chicos se sienten inseguros. Es horrible”, cuenta Mariela, la madre.
“El asesinato de Morena nos conmocionó a todos, especialmente el llanto del chico que le habló a los gobernantes en representación de todos los niños. Hay que escuchar sus miedos, lo que sienten, qué hablaron en el colegio. Siempre pensamos que los adultos tenemos que tranquilizarlos. Yo creo que ahora es diferente, la violencia cada vez está más acentuada. Creo que es importante permitirles que hablen y se desahoguen”, sostiene Eva Rottenberg, directora de la Escuela para Padres. “En los encuentros de estos días, no se habla de otra cosa, porque estas noticias nos golpearon a todos. No sirve decirles a nuestros hijos que es un caso excepcional y no le va a pasar. Es importante reconocer la violencia y darles herramientas para protegerse. En estos días es muy grande también la angustia de los padres cuyos hijos se mueven solos en la calle. Debemos enseñarles a usar el celular de manera segura, a moverse de la manera más segura posible. Hay que generar solidaridad y apoyo entre la comunidad, armar redes para acompañar, para superar esta situación”, agrega.
Otro tema importante que resalta es que hoy el celular es una herramienta clave para esa primera autonomía de los chicos que empiezan a moverse solos. Muchos padres lo compran con mucho esfuerzo y le transmiten a los hijos la necesidad de cuidarlo y la dificultad de reemplazarlo. “No tenemos que poner un énfasis equivocado porque puede hacer que, ante un robo, se resistan. Es triste, pero lo cierto es que hoy hay que elegir zapatillas que no sean llamativas, ni mochilas muy caras, ni ropa muy vistosa, porque a los adolescentes eso los expone más”, añade Rottenberg.
¿Qué pasa cuando noticias como estas irrumpen en la cotidianeidad de los chicos, sobre todo en aquellos que están transitando una autonomía inicial?
“Una muerte violenta constituye una sobrecarga de información para el psiquismo infantil. Por lo tanto, una de las cuestiones principales sería no exponer a los niños a los relatos sobre la escena. La sobreexposición mediática puede desencadenar miedos, angustias, como estamos viendo en estos días. Si el niño pregunta, el adulto tiene que escuchar y responder de manera clara, puntual, veraz y esperando la próxima pregunta. No sobreexplicar. Es crucial contener emocionalmente al niño y permitirle expresar sus emociones. Retomar la rutina y abordar el tema de la muerte de manera adecuada también es importante. Los niños de 6 a 9 años tienen cierta comprensión del concepto de la muerte y se debe tener un enfoque cauteloso y adaptado a su capacidad de simbolización y comprensión”, explica Mónica Cruppi, psicóloga y miembro de la Asociación Psicoanalítica Argentina (APA).
“La inseguridad en la que estamos inmersos nos obliga a tomar medidas, desde el cuidado de las pertenencias hasta el cuidado de nuestra vida. ¿Qué hacer y qué decir a nuestros hijos que tienen que ir a la escuela, al quiosco, a casa de un abuelo o amigo? ¿Cómo lograr que ellos en su necesidad de individuación, de búsqueda de identidad, de medir su autonomía, no tengan miedo? Parece imposible”, apunta Adriana Ceballos, licenciada en educación, directora de EcoFam y coach de familia. “Cuando un hijo ha vivido o visto un hecho de inseguridad, violencia o agresión, lo primero que podemos hacer como padres es abrazar y compartir emociones con confianza, permitiendo darle entidad al dolor. Luego, saber si tiene alguna pregunta para hacernos manteniendo un diálogo directo. Tocar estos temas y posibilitar que opinen, compartan la tristeza, la impotencia y la indignación, nos une y nos fortalece como familia. No disfracemos los hechos ni minimicemos o mintamos al respecto”, recomienda.
“Adelantarse a las situaciones puede ser una herramienta clave. Si los chicos saben cómo deberían actuar ante un robo o cómo ponerse en contacto con alguien que los ayude a contactar a sus papás si vivieron esa situación, ayudará a bajar la carga emocional del momento si les tocara atravesar un hecho de inseguridad. Saber dónde está, con quién va, es fundamental. En circunstancias extremas, la red de contención armada entre padres y vecinos es básica”, concluye Ceballos.
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