Distintas ONG y organismos gubernamentales diseñaron programas destinados a criadores para ahuyentar con canes a depredadores, sin atacarlos ni lastimarlos
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Se cree que los primeros acercamientos de lobos a grupos humanos, hace aproximadamente 25.000 años según registros históricos, se debieron a una suerte de mutualismo cazador del que ambos se beneficiaron. A lo largo de esta historia en común, los perros han acompañado el desarrollo de la humanidad y variado acorde a la gran cantidad de tareas en las que participan. Hoy, el instinto protector de algunas razas los convirtió en aliados de la conservación de la biodiversidad y la producción ganadera tradicional.
En la Argentina, en el campo aún se persigue a potenciales predadores a través de técnicas tradicionales que –como explica a LA NACION Kini Roesler, investigador del Conicet y director científico de Aves Argentinas– “tienen poco sustento en información certera e incluso son muy contraproducentes; por ejemplo, el uso de veneno y cebos tóxicos impacta matando a muchísimas especies que se alimentan de carroña, como pumas, zorros, cóndores, zorrinos y aguiluchos, afectando además la cadena trófica del ecosistema”. Desde el Programa Patagonia que él dirige, empezaron a promover el trabajo con perros cuidadores de ganado para ofrecer a los productores de la región soluciones de largo plazo al conflicto con los carnívoros nativos, especialmente pumas.
“El puma es una especie clave. Al ser un depredador tope, cumple una función irremplazable en el ecosistema, manteniendo controladas a las poblaciones de herbívoros nativos, como el guanaco, y evitando mayor degradación de la vegetación”, detalla a LA NACION Sebastián Di Martino, director de Conservación de la Fundación Rewilding Argentina. “El cambio es cultural. Nosotros hicimos un estudio utilizando collares satelitales en pumas y pudimos ver que casi el total de presas que consumieron fueron animales silvestres. Al ser tan territoriales, si no se los mata, se mantienen en sus territorios evitando que pumas jóvenes y más inexpertos incursionen en ellos y aprovechen animales domésticos, que son más fáciles de cazar. Además aportan restos que son alimento a otras especies”, agrega.
Además del puma y los zorros, pequeños felinos como el gato andino también son perseguidos como potenciales o reales depredadores. En el sur de Mendoza y el norte de Neuquén se encuentra la población más sureña conocida de esta especie en peligro de extinción. María José Bolgeri, coordinadora en el sur de Mendoza de Wildlife Conservation Society (WCS)-Argentina, trabaja junto a la Alianza Gato Andino (AGA) y pequeños criadores de caprinos, en su conservación. “Criamos a los perros y los entregamos a los cuatro meses, realizando un seguimiento cercano durante un año para su entrenamiento y aprendizaje, junto a los crianceros, que se han mostrado muy contentos”, describe. Y añade: “Nuestros datos preliminares indican que las pérdidas por ataques de carnívoros se redujeron considerablemente, porque los perros permanecen junto al ganado las 24 horas. Los productores de áreas prioritarias para la conservación del gato andino reciben los perros a muy bajo costo y se comprometen a no matar ni envenenar a la fauna nativa, así también se convierten en actores de la conservación de estos ecosistemas, ya que los campos con fauna silvestre y con una producción sostenible son también una oportunidad de crecimiento”.
Inteligencia animal al servicio de la conservación
Paralelamente, en la estación experimental del INTA en Bariloche se comenzó a trabajar con perros de las razas pastor de Maremma y pastor de los Pirineos desde 2013. Respecto de este proyecto, el biólogo Pablo Gáspero dijo a LA NACION: “Los perros se crían junto al ganado en corrales para improntarlos y formar un vínculo estrecho con los animales que van a cuidar. Son perros grandes, de unos 40 kilos de peso, muy versátiles, y se adaptan a distintos terrenos. Su función es permanecer junto a los animales domésticos siempre y anteponerse ante la presencia de algún depredador para ahuyentarlo, sin atacarlo”.
La tarea con perros está demostrando ser una gran ayuda para los productores, lo que resulta en una mejor calidad de vida para ellos también. En este sentido, un productor ovino de la zona del Lago de Buenos Aires, en Santa Cruz, que pidió reserva de su nombre, confirmó que desde que trabaja con cinco perros pastores comprobó una notable reducción en la pérdida de su ganado por ataques de puma u otros carnívoros.
Gáspero resalta que los perros requieren del cuidado responsable de los productores, que deben atender a su sanidad y alimentación adecuadas. Por otro lado, cada necesidad debe ser estudiada en su particularidad; por ejemplo, en ganadería extensiva se requiere de más perros pastores, ya que el tamaño del terreno a cubrir es mayor y el ganado suele dispersarse en más grupos. Adicionalmente, estos canes también demostraron ser buenos aliados en zonas como Tierra del Fuego, minimizando el ataque de perros asilvestrados que son allí un gran problema.
El abandono de los campos por sus pobladores tradicionales, la desertificación, la introducción de especies exóticas y el cambio climático generan cambios drásticos en los ecosistemas. Por eso, trabajar en la recuperación de la fauna y la flora nativas conjuntamente con las poblaciones locales para lograr la coexistencia, oportunidades de trabajo y la sustentabilidad a largo plazo es el gran desafío de los investigadores y técnicos de estas organizaciones.
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