AMBA. Los protocolos sanitarios no se cumplen en las ferias municipales
Solo el uso de barbijo revela que la pandemia sigue firme; cientos de vecinos de Quilmes y Almirante Brown recorren sin distancia social los pasillos de los paseos de compras al aire libre
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“El conejo lo tengo a mil pesos, los patos un poco más baratos, ¿lo querés?”, le preguntó unaye comerciante rodeado de jaulas a un joven que paseaba junto a su hijo. La feria municipal de San Francisco Solano, en el partido de Quilmes, abrió sus puertas a las 8. Los diálogos entre puestos y clientes van y vienen a los gritos. No hay protocolos de salud ni distanciamiento social para evitar contagios del Covid-19. Tampoco se ven policías. No es la única feria en el conurbano, por supuesto; pero aquí no hace falta recorrer mucho para encontrar puestos en otro municipio: apenas el cordón de una vereda separa el final del paseo de compras en Quilmes del comienzo de la feria de la Municipalidad de Almirante Brown.
Todo parece un mismo predio. Apenas el color de los caños que arman la estructura de los puestos para los comerciantes, y la soga entre los parantes a modo de “protocolo” para poner algo de distancia entre la mercadería y la gente, diferencia el lado de un distrito del otro. En el medio los “neutrales”, aquellos que, conocedores del movimiento, aparecen temprano y montan su puesto móvil entre ambos partidos.
Las nuevas restricciones impuestas por el Gobierno para frenar los contagios en el área metropolitana de Buenos Aires (AMBA), apuntan al cierre de shoppings y actividades en lugares cerrados. Además, las reuniones al aires libre solo pueden tener un máximo de 20 personas. Sin embargo, nada de eso ocurre dentro del predio ferial. Aglomeración, reuniones con amigos y paseos familiares son una imagen repetida en Solano.
“En un momento me replanteé no venir más y estuve unas semanas sin hacerlo por miedo. Pero ahora ya está, vengo”, comentó una señora con sus bolsas repletas de verduras y unos juguetes en sus manos. Los precios accesibles, muchas ofertas y una inmensa variedad de rubros atraen a los vecinos. Todo lo necesario está a disposición en las 14 cuadras de longitud que abarca este gran comercio. Sin contemplar, la extensión que sufre para sus laterales con puestos más precarios, montados sobre calles de tierra y terrenos baldíos, pero que también tienen su oferta, su movimiento y contribuyen a este vasto lugar de compras y encuentros.
Mientras el tráfico vehicular sobre la avenida San Martín fluye incesante, dentro de la feria se percibe un clima diferente. Entre el olor a humo que sale de las parrillas colmadas con chorizos, cortes de carne y pollo, y el aceite caliente de las frituras se abre un pasillo interminable con puestos para todos los gustos. Los primeros lucen gran cantidad de mercadería, bien exhibida y en cantidad: ropa para niños y adultos, indumentaria deportiva y de temporada, zapatillas, juguetes y bijouterie.
Más adelante, aparecen los puestos electrónicos con todos los accesorios para celulares y luego están quienes ofrecen DVD con películas y series. En medio, hay carromatos con venta de comida. De manera más rudimentaria aparecen los vendedores de golosinas, como así también quienes venden utensilios de cocina, herramientas e insumos para el jardín. No faltan quienes venden productos de limpieza, barbijos y perfumes.
Sobre el límite entre partidos, aparece el vendedor de animales -patos, pollitos, loros y conejos- y quien ofrece un paseo en pony.
El movimiento familiar
“Bajó mucho la circulación. Esto antes de la pandemia tenía el triple de personas, hoy está muy tranquilo, y así también están las ventas. No es lo mismo, y es fin de mes. Gracias a Dios abrimos y siempre alguien compra, pero después de la cuarentena no fue lo mismo”, explicó una vendedora a cargo de un puesto de remeras para niñas.
En épocas normales, la feria estaría rebalsada de personas un sábado al mediodía, pero este sabado 24 de abril las visitas fueron significativamente menores. Hubo un tránsito constante y fluido, pero el recambio fue lento. Se hicieron presentes familias, grupos de amigos, madres con sus hijos y muchos niños. Dio la sensación de ser un sábado de paseo, con tiempo para recorrer y comparar precios.
“Vine con mi hija a comprar algunas cosas para la semana y porque es el cumpleaños”, señaló una clienta que lleva en brazos a su hija.
La feria municipal del Partido de Quilmes es más rigurosa y ordenada. Tiene a sus puesteros controlados por los organizadores quienes se encargan que la soga frente a sus puestos esté en todo momento y que no haya mayores inconvenientes. Cada uno de los feriantes es un abonado mensual o anual. Esta modalidad se mantuvo a pesar de la larga cuarentena y modificaciones que sufrieron con la pandemia. La feria estuvo cerrada durante gran parte de 2020, pero una vez abierta no volvió a cerrar. El canon por cada carromato incluye la seguridad -la cual no se percibió en la recorrida de la nacion-, el lugar y la soga protocolar. Mientras que por el lado de la feria de Almirante Brown, el pago por el puesto es por fecha con orden de llegada. Ambas, abren los sábados y los miércoles de 7 (cuando llegan a realizar el armado) a 15.
“Hay que agradecer poder estar acá. Ya no nos importa si las ventas son muchas o pocas, agradecemos juntar algo al menos para poder comer; todo estuvo muy difícil el año pasado con el cierre de la feria”, dijo Marcela, que atiende un puesto de yuyos medicinales. “Hoy sorprende la poca concurrencia, puede ser fin de mes. Siempre vengo los sábados que son el día de mayores ventas y aún no vendí nada”, agregó la dueña de otro puesto.
La pandemia parece olvidada dentro de este largo pasillo. No hay puestos de sanitización, ni alcohol en gel, ni distanciamiento. Los barbijos decorativos sobre las caras recuerdan que aún el virus circula por el país. Los feriantes dicen que el hambre, la pobreza y la necesidad son más fuertes este año después del golpe económico que significó la cuarentena, por eso cada uno de los feriantes prefiere poner su cuerpo para al menos rescatar alguna venta y así comer.
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