Con apenas 5 años, Benjamín aprobó los primeros años de primaria con excelentes calificaciones, pero al cambiar de escuela no lo avalaron; los padres presentaron un amparo y fueron favorecidos; el sinuoso recorrido hacia el diagnóstico y el rol de los colegios
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Le pide al fotógrafo que lo retrate jugando a la pelota y a los videojuegos -el Roblox es su preferido-; se lo ve contento y disfrutando de la sesión aunque volvió cansado del cole y después tiene que ir a la clase de taekwondo. Le gusta hablar como un chico más grande: “definitivamente” es uno de sus latiguillos más frecuentes, pero no quiere que lo etiqueten como un “niño superdotado”. Por eso evita la computadora y los libros durante la entrevista. En cambio, corre por los ambientes de su casa de La Plata mientras hace reverencias como si estuviera en un escenario saludando a un público que lo aplaude. “¡Gracias, audiencia!”, bromea. Sabe que su historia es importante.
Ya es oficial: gracias a una reciente sentencia judicial, Benjamín Equiza podrá cursar cuarto grado pese a que las autoridades educativas lo obligaban a repetir tercero. Por su edad, 7 años, a Benjamín le correspondería estar en segundo, pero durante 2020 hizo primero y segundo grado vía Zoom. Los aprobó con un puntaje excelente con apenas 5 años. Cursó tercero en una escuela porteña en 2021, pero cuando se pasó a un establecimiento de la provincia de Buenos Aires, no le reconocían el certificado y pretendían que retrocediera un grado.
Luego de un derrotero interminable por escritorios de directores, inspectores y funcionarios bonaerenses, sus padres, Soledad Heit y Andrés Equiza, resolvieron acudir a la Justicia, invocar los derechos del niño y, con el patrocinio de la abogada Fabiana Rogliano, presentaron un amparo.
Además de darle la razón a la familia, el fallo exige a las autoridades educativas que presenten un plan para acompañar la trayectoria escolar del alumno atendiendo a sus altas capacidades para favorecer el desarrollo emocional, social y educativo. Desde la Dirección General de Cultura y Educación de la provincia no respondieron las consultas de LA NACION sobre la resolución.
El caso de Benjamín abre un enorme capítulo sobre la importancia de detectar a los chicos con altas capacidades y la necesidad de que puedan ser incluidos en las aulas.
El diagnóstico
A los 4 años, a Benjamín le diagnosticaron “superdotación con múltiples potencialidades”. “Tu hijo tiene la capacidad de aprender lo que quiera”, le dijo la psicóloga. Soledad recuerda que se puso a llorar. “Por un lado me sentí aliviada al saber que ya teníamos el nombre y apellido de lo que le pasaba a Benja y que con ese punto de partida podríamos comenzar un camino donde estaban las respuestas que necesitábamos, pero, por otro lado, sentía esa angustia de haber llegado por un camino de sufrimiento. Mi hijo tenía 4 años y estaba totalmente apagado. No sabíamos quién era él en realidad. Se había puesto una máscara. Iba al jardín diciendo que era el monstruo”, relata.
En cambio, cuando se lo contaron a Benja, apenas suspiró e hizo un gesto como diciendo “por fin se dieron cuenta”, como si se hubiera sacado un peso de encima.
Llegaron a la profesional que hizo el diagnóstico a través de Creaidea, la división infantil de Mensa, una asociación que nuclea a personas con alto coeficiente intelectual. Un mundo nuevo se abrió cuando entendieron de qué se trataba lo que le pasaba desde muy pequeño.
“Le decían que no era solidario”
Su desarrollo avanzado se empezó a expresar a los seis meses, cuando comenzó a decir mamá, papá y algunas otras palabras. Al año y medio le manifestó a la mamá con un lenguaje claro que no quería usar más pañales. A los 3 sabía leer, sumar, restar y confrontaba a sus maestras del jardín con razonamientos inesperados para su edad: “¡El cuento no es de verdad, el lobo no puede hablar ni reírse!”, discutió una vez.
“La maestra nos decía ‘es poco solidario porque contesta siempre las preguntas’, como si fuera un nene maleducado. Cuando jugaban con un dado de peluche a contar los puntitos para aprender los números, él ya los conocía”, recuerda no sin angustia Andrés. “Esa era la bajada que le daban a él, era muy evidente que molestaba porque les despelotaba la clase, lo terminamos sacando de ese jardín porque eran ataques directamente”, lamenta.
Qué son las altas capacidades
“Las altas capacidades se entienden como aquellas que demuestran un nivel de aptitud sobresaliente (definido como una capacidad excepcional para razonar y aprender) o competencia (desempeño documentado o rendimiento que sitúe al alumno en el 10% superior respecto al grupo normativo) en uno o más dominios”. La cita corresponde al texto Educación inclusiva, fundamentos y prácticas para la inclusión, eliminando barreras para el aprendizaje y la participación de estudiantes con altas capacidades, publicado por el Ministro de Educación, Cultura, Ciencia y Tecnología de la Nación en 2019.
El mismo documento plantea la necesidad de identificar estos casos para brindar una respuesta: “Podemos entender las altas capacidades como un potencial intelectual mucho mayor de lo habitual, lo suficiente como para requerir medidas educativas específicas, diferentes a las generales, para que la persona pueda desarrollarse plenamente”.
Desde el punto de vista de la medicina, las altas capacidades son detectadas por las disciplinas vinculadas a la salud cerebral y mental: la neurología, la psiquiatría y la psicología, siempre con especializaciones en la temática.
“Existen pacientes con altas capacidades que sobresalen en algunas áreas académicas especiales. Son niños con recursos cognitivos y una cualidad intelectual diferente que es una combinación de comprensión, análisis y memoria. Aparte tienen gran capacidad de razonamiento y no hay que olvidar la imaginación. En estos casos, se realizan tests neurocognitivos que confirman el diagnóstico”, explica la neuropediatra Graciela Romanó.
Al no ser una discapacidad sino una forma distinta de funcionamiento, necesitan constantemente nuevos desafíos que les permitan poner a prueba y desarrollar sus competencias. “Hay que tener en cuenta la habilidad de cada niño para poder realizar la estimulación adecuada para su desarrollo. Siempre es necesario incluirlos, no sacarlos de su ámbito habitual, sino fomentar sus habilidades, dentro del conjunto con el resto de chicos”, plantea.
La revolución de los que no encajan
Según los especialistas, algunos chicos optan por volverse invisibles cuando registran que la escuela tampoco los reconoce. Para no quedar como soberbios frente a sus pares o poco solidarios -lo que le pasó a Benjamín en el jardín de infantes- prefieren hacerse los que no saben.
Paloma Rieznik padeció durante toda su escolaridad. Para ella, entrar a la universidad fue un verdadero alivio: está cursando la carrera de Ciencias de Datos en la Universidad de Buenos Aires y ya consiguió su primer trabajo en el área de tecnología de una empresa. Por primera vez en su trayectoria educativa, siente confianza en sí misma.
Tiene 18 años y cuenta que, como a toda adolescente, también le gusta mantener una vida social activa, pese a que siempre le resultó difícil porque desde chica siente que no encaja en muchos lugares. “Les propongo que hagamos una revolución para que el no encajar sea el nuevo encajar”, declamaba a los 16 en su charla “Los que no encajan en la escuela” durante la edición 2020 de TEDxRiodelaPlataED.
Es que cuando tenía 7 años, además de jugar con sus muñecas, Paloma se entretenía con un microscopio y tenía un laboratorio de hormigas. Y esto, por supuesto, la convertía en “la rara” del grupo de pares que no compartía su fascinación por el conocimiento científico.
Egresar del colegio y haber encontrado una pasión en la tecnología fue liberador. Ya no siente que deba disculparse por ser más inteligente que la media. “Es mentira eso de que las personas con altas capacidades somos nerds, que preferimos estudiar todo el día y no salir con amigos”, afirma. “Durante la semana disfruto mucho de aprender y de mi trabajo, pero los fines de semana también soy una chica de 18 años a la que le gusta juntarse con sus amigos y familia para despejarse un rato”, agrega.
“Mi mamá y mi papá siempre nos acompañaron a mí y a mi hermana, sin obligarnos a cumplir las expectativas de nadie. Lloré muchas veces porque sentía que tener altas capacidades era una pesadilla y ellos siempre estuvieron ahí para acompañarme. Buscaron la escuela adecuada para mí, pero no la encontraron, así que empezamos a buscar actividades extraescolares en las que pudiera sentirme cómoda. Me acuerdo que hice un curso de computación a mis 14 años en la UBA, tenía que ir una vez por semana a Ciudad Universitaria y, desde donde vivimos, en Aldo Bonzi, teníamos unas 2 horas de viaje. Mi mamá me esperaba ahí, hacía todo por verme feliz y disfrutando en un entorno en el que lograba hacer amigos y dejar de pensar en lo mal que la pasaba en la escuela”, señala Paloma.
La inclusión escolar de los alumnos con altas capacidades
Benjamín pudo finalmente ingresar a cuarto grado, gracias a la perseverancia de Soledad y Andrés, que no dejaron puerta por tocar. Comprobaron en su peregrinar que no hay pautas establecidas para los alumnos de estas características.
Virginia Perez Mogni, representante de Abrazo Arcoiris, una agrupación de padres de chicos con altas capacidades, pide normativas claras para que haya cierto protocolo en los colegios: “Lo que solicitamos junto con Mensa Argentina, a los ministerios de Educación nacional, porteño y provinciales es que se garantice la educación según lo que está plasmado en la ley, para que las escuelas sepan claramente cuáles son los pasos a seguir cuando tienen alumnos con altas capacidades. Porque en este limbo de desinformación, primero hay que convencer a la escuela de que el alumno necesita avanzar a grados superiores, y una vez que se convence a la escuela, hay que convencer a la inspectora que averigüe a ver si se puede, la inspectora -si tiene ganas- averigua y si no, te hunde en la nada misma, y quien recibe la consulta de la inspectora tiene que tener ganas de asesorarla… Ellos necesitan un programa específico, llamado proyecto pedagógico individual, que debe hacerse en cada escuela a principio de año y, en caso de que el niño tenga una disincronía entre la edad cronológica y emocional, que se permita el adelanto de año”.
Abrazo Arcoiris abrió una base de alumnos que están en conflicto en las escuelas, que actualmente contabiliza un total de 163 chicos. “Cuando comenzamos a elaborar el registro, como una iniciativa para acompañar a Sole en su presentación legal, muchos padres eligieron no anotarse para no exponer los datos de sus hijos o por miedo a empeorar sus respectivas situaciones de reclamo ante las escuelas”, lamenta Perez Mogni.
Para la abogada Rogliano, algo se modificó tras representar a Andrea y Andrés. “A partir del caso puntual de Benjamín, me comprometí con el reconocimiento de estas minorías que representan el 2 % de la población educativa y necesitan del aval de una normativa específica que las contemple. No podemos privarnos de estos niños, es un privilegio poder contar con ellos”.
- Cómo reconocer las altas capacidades en los chicos
- Utilizan un lenguaje enriquecido para lo esperable a su edad: tienen amplio vocabulario, emplean términos con precisión, arman frases con estructuras complejas.
- Pueden comprender nociones complejas y abstractas. También pueden desarrollar o elaborar ideas a un nivel no esperado.
- Sus preguntas pueden ser inusuales, originales, complicadas y maduras.
- Cuentan con habilidad para diseñar estrategias sistemáticas y múltiples para resolver problemas.
- Aprenden con rapidez y facilidad cuando están interesados en una temática.
- Tienen un comportamiento sumamente creativo en la producción de ideas y soluciones a determinados problemas.
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