¿Alondra o búho? Muestran cómo el horario escolar influye en el rendimiento
Una máxima popular repetida hasta el cansancio asegura que "al que madruga Dios lo ayuda". Pero parece que esto no es estrictamente cierto en el caso de los adolescentes; por lo menos, en lo que concierne al rendimiento académico. De acuerdo con un estudio de científicos argentinos que ayer publicó Nature Human Behaviour, el mejor predictor de desempeño escolar es la "alineación" entre el "cronotipo" (la tendencia natural a ser más matutino o más vespertino) y el horario en el que concurren a clases.
"Vimos que en el turno mañana los 'matutinos' tienen mejor rendimiento que los nocturnos -explica Juliana Leone, investigadora del Laboratorio de Neurociencia de la Universidad Torcuato Di Tella y del Laboratorio de Cronobiología de la Universidad Nacional de Quilmes, y última autora del trabajo-. Del mismo modo, en el turno vespertino, encontramos que los 'nocturnos' tienen mejor rendimiento que los matutinos que van a la noche. Esto sugiere que cuando el cronotipo y el horario escolar coinciden ('sincronía') los resultados son mejores".
Otra de las conclusiones singulares del estudio es que a la mañana la diferencia a favor es mayor para matemática que para otras materias, y a la noche se da el mismo efecto en lengua.
El trabajo, que incluyó a 753 estudiantes de primero y quinto año de la Escuela Superior de Comercio Carlos Pellegrini y es el primero en su tipo realizado en el país, aporta además varios datos significativos. Entre otros, que el 93% de los jóvenes duermen menos de las ocho horas recomendadas. Y en el caso de los de quinto año, cuando el desfase entre el reloj interno y los horarios educativos se hace incluso mayor, en promedio menos de seis.
Al compás del reloj
"Es sabido que el reloj biológico de los adolescentes está 'retrasado', en el sentido de que sus agujas (también biológicas) apuntan a horarios más tardíos -afirma el cronobiólogo, escritor y actual director del Instituto Nacional de Educación Tecnológica Diego Golombek-. Les resulta natural hacer todo más tarde, y, más allá de la influencia de la cultura, esto se monta en una necesidad fisiológica: la del reloj interno, que los mueve a ser un poco noctámbulos. No sabemos exactamente a qué se debe este fenómeno, que, en parte, define a la adolescencia: comienza poco después de la pubertad y llega hasta los veinte o veintipocos años, e incluso está presente también en modelos animales".
Una de las áreas en las que se sienten las consecuencias de esta discordancia entre la fisiología y la organización social es la escuela. "Todo 'profe' (y toda familia) sabe que la combinación de acostarse tarde y comenzar la jornada muy temprano es fatídica para el estado de ánimo, la salud... y las notas -dice Golombek-. Entrar en un aula en la primera o segunda hora nos enfrenta a un grupo de jóvenes literalmente dormidos. Hay evidencias de que retrasar un poco el comienzo de las clases (de manera que sea compatible con el transporte, la dinámica familiar y docente, y las restantes actividades) redunda en menos ausentismo, mejor disposición y mejor desempeño".
Incógnita
Estudios realizados en el hemisferio norte y hasta estereotipos sociales sugerían que los adolescentes que concurren al turno mañana obtienen mejores resultados.
"Hasta el momento, la bibliografía no permitía discernir si se debía a que tenían alguna característica que los hacía mejores o a que la sociedad les daba una ventaja al ponerles los horarios tempranos", comenta Leone.
Andrea Goldin, Mariano Sigman y Gisela Braier, además de Leone y Golombek, quisieron dilucidar esta incógnita con la ventaja de que en el Carlos Pellegrini a los chicos se les asigna un turno al azar, lo que permite descartar sesgos. Les entregaron un cuestionario para determinar su cronotipo e indagaron a qué hora se acostaban y se levantaban, y cuánto tardaban en dormirse. Teniendo todo esto en cuenta, compararon sus notas.
Pudieron ver que los turnos influyen en el cronotipo: aunque todos los adolescentes tienen retrasado su reloj biológico, los resultados mostraron que los del turno mañana son más "matutinos'' que los del turno noche. "El cronotipo tiene un componente genético importante, pero se va modificando con los hábitos y con el ambiente", subraya Goldin.
Sin embargo, cuando se fijaron en la duración del sueño, vieron que esa alineación no llegaba a ser completa, porque dormían muy poco. El 90%, menos de ocho horas, y entre los de quinto año, en promedio, menos de seis. "Por otro lado, el jet lag social [el desfase entre el horario en que se concilia el sueño los días hábiles y los libres] fue altísimo -agrega Leone-: alrededor de cuatro. Esto quiere decir que el reloj tiene que estar todo el tiempo 'poniéndose en hora', como si estuvieran viajando".
¿A qué se deben las diferencias entre matutinos y vespertinos a favor de matemática y lengua? ¿Hay momentos del día en que el cerebro está más dispuesto al pensamiento abstracto? "Cuando uno habla de rendimiento académico, es difícil atribuirlo a una única capacidad cognitiva -explica Goldin-. Por otro lado, nosotros contamos con dos fotos: una de primero y otra de quinto año. Hacen falta estudios longitudinales, que ya estamos encarando, que permitan verificar cómo van cambiando los chicos a lo largo de la adolescencia".
Para Daniel Pérez-Chada, profesor adjunto de Medicina del Hospital Universitario Austral, que no participó en el estudio, el trabajo tiene varias virtudes.
"Desde lo metodológico, es de destacar la importancia de haber accedido a una muestra de más de 700 chicos -subraya-. También, que haya sido al azar. Y coincido en que sería beneficioso retrasar el horario escolar, porque muy temprano en la mañana los adolescentes todavía tienen niveles altos de melatonina circulando en sangre. Pero me pregunto si es posible hacerlo en este modelo social. No sé si es factible", concluye.
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