Alimentación escolar, reprobada
Faltan una política específica y protocolos de gestión para una correcta nutrición
Con el telón de fondo de una epidemia rampante de obesidad (el 34,5% de los chicos de entre 13 y 15 años tienen sobrepeso) y malnutrición (un 22,4% de los chicos pobres tienen dietas deficitarias en nutrientes esenciales), el comedor escolar, en lugar de ser parte de la solución, es un ingrediente más del problema: "Su gestión presenta graves déficits, la inversión es insuficiente, la asignación no se basa en criterios objetivos y la baja calidad de los menús refuerza, en vez de revertir, los problemas nutricionales de los alumnos", afirma un documento elaborado por el Centro de Estudios sobre Políticas y Economía de la Alimentación (Cepea) en conjunto con el Centro de Implementación de Políticas Públicas (Cippec).
Basándose en estudios previos que habían analizado la alimentación escolar en una muestra de seis distritos y la gestión de los comedores escolares en todo el país, el trabajo "Lineamientos para una política federal de alimentación escolar", firmado por Sergio Britos, Gala Díaz Langou, Cecilia Veleda, José Florito, Nuria Chichizola y Malena Acuña, presenta una serie de propuestas destinadas a ofrecer una buena alimentación en la etapa de la vida en que es más necesaria.
"La política alimentaria es un área de vacancia", sintetizó ayer, durante la presentación, Britos, director del Cepea, cuyas investigaciones mostraron que los almuerzos escolares abundan en harinas muy refinadas, el 60% de las hortalizas que ofrecen son tomate enlatado y prácticamente carecen de fruta y leche. También constató que alrededor de la mitad de las calorías de baja calidad nutricional y de los azúcares agregados de la dieta infantil provienen de la escuela.
Las administraciones provinciales ofrecen desayuno o merienda al 52% de los chicos que concurren a escuelas públicas y almuerzo al 22%. "En números absolutos, calculamos que alrededor de 4, 6 millones de chicos reciben desayuno o merienda, y 1,2 millones, almuerzo", detalló Díaz Langou, directora del Programa de Protección Social de Cippec.
"Si uno calificara de uno a 100 la alimentación de los chicos argentinos, le asignaría un 40 -dice Britos-. Pero la que se ofrece en las escuelas merecería un 30, incluso menos que el promedio general." En este escenario, la obesidad y el sobrepeso infantil son cada vez más frecuentes, así como las enfermedades asociadas, entre las que se encuentra la diabetes tipo II, que antes sólo se veía en adultos.
Una de las sorpresas con que se encontraron es que con casi la misma inversión que se hace actualmente (22,3 mil millones de pesos anuales o el 0,5% del PBI) sería posible ofrecer un desayuno universal saludable (incluyendo la escuela media) y un almuerzo saludable a grupos focalizados, como los alumnos de escuelas de doble turno y de estratos sociales vulnerables.
"Es necesario coordinar las intervenciones de Educación, Desarrollo Social y Salud -subrayó Díaz Langou-, priorizar políticas con gran potencial como la libre disponibilidad de agua, mejorar la infraestructura de los comedores, limitar el modelo de gestión escolar (que sobrecarga a los directores), capacitar al personal en la manipulación de alimentos, otorgar un plus salarial a los docentes que acompañen el servicio y formarlos en aspectos vinculados con la educación nutricional."
Y concluyó Britos: "Prima la idea de que hay que dar de comer, cuando el problema más importante es la malnutrición".
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