Algo de justicia, 14 años después
Por la tragedia de la Clínica Saint Emilien, los hijos de una de las víctimas cobrarán 200.000 pesos.
La Justicia reconoció una indemnización de casi 200.000 pesos a los tres hijos de una mujer que, hace más de 14 años, murió en el peor incendio registrado en la Argentina mientras permanecía internada con depresión en una clínica neuropsiquiátrica.
El juez civil y comercial federal Raúl Tettamanti y los camaristas Jorge Pérez Delgado y Francisco de las Carreras concluyeron que los directores de la Clínica Saint Emilien, la Obra Social para el Personal de los Ministerios de Salud, Trabajo y Seguridad Social y la ex Municipalidad de Buenos Aires resultaron culpables por la muerte de Susana Escasany, entonces de 57 años y empleada del PAMI.
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Eran las 21.15 del viernes 26 de abril de 1985. Verónica Costa Escasany estaba a punto de servir la mesa. Salió al balcón y vio que la clínica donde estaba internada su madre, situada a dos cuadras de su casa, ardía.
Antes de salir disparando, avisó a sus hermanos, María Alejandra -de 23 años y embarazada de tres meses- y Gonzalo -de 17 años-.
Verónica llegó a Crisólogo Larralde 3990, en el barrio porteño de Saavedra, pocos minutos después.
El fuego había alcanzado los seis pisos del edificio de la Clínica Saint Emilien, donde por esos días había 410 internos de todas las edades.
Gritos desesperados, personas que deambulaban y sólo un resplandor ígneo iluminaba la noche a la espera de los bomberos.
La joven, de 26 años, se encargó personalmente de buscar a su madre entre las víctimas. La encontró. Falleció con un rosario en las manos.
Susana Escasany, la madre de Verónica, María Alejandra y Gonzalo, fue una de las 78 víctimas fatales del siniestro. Otras 192 personas, entre pacientes, enfermeras y personal de la clínica, fueron hospitalizadas. La mayoría sufrió asfixia.
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El monto que, después de 14 años, la Justicia reconoció de indemnización a los tres hijos de Susana Escasany, en un fallo del 25 de junio último, no hará que los jóvenes olviden lo que vivieron el día que ocurrió el peor incendio del país.
"Mi madre estaba lúcida. Esa noche fue un infierno. Muchos enfermos estaban drogados, en la clínica no había matafuegos y cuando llegaron los bomberos, como no había planos habilitados, tardaron en conseguir agua para apagar el fuego", contó María Alejandra Costa Escasany, ahora madre de dos hijos y vocera de sus hermanos.
En Saavedra, todos recuerdan lo que pasó aquella noche. "No me haga acordar -pidió Enrique Rodríguez, de 69 años-. Yo estaba en el patio y vi un resplandor muy grande. Esa fue una desgracia, como lo del Titanic..., fue terrible."
Rodríguez, propietario del almacén que funcionaba hasta hace un tiempo frente a la clínica, tiene los ojos celestes claros, la alianza en el dedo meñique y una cruz de plata enmohecida. Recuerda la tragedia y se estremece.
"Yo fui parte activa ese día. Llegué hasta el segundo piso, pero después el fuego me tiró para abajo, nadie podía hacer nada. Muchos días los enfermos gritaban desde sus habitaciones y yo los visitaba. Era amigo de todos", contó.
La Clínica Saint Emilien cambió de nombre después del incendio. Funcionó hasta el 31 de agosto de 1997 como el Instituto de la Familia Monseñor Bufano, coincidieron cinco vecinos.
Ahora el edificio está abandonado. Las dos puertas giratorias de la entrada principal están cerradas, las paredes pintadas de celeste están sucias y el portón para ambulancias y las ventanas de metal están oxidadas. Un pequeño cartel anuncia: "Casa vigilada", pero nadie vigila.
"El día que cerró la clínica, mi marido, como tenía una camioneta, llevó a los pacientes a las iglesias de la zona. No sé qué fue de ellos", dijo por el portero eléctrico una vecina de la calle Estomba, que no bajó porque estaba con gripe.
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La causa penal por el incendio se cerró sin responsables. Nadie fue condenado a prisión por el caso. El expediente, que instruyó el juez Víctor Petiggiani, prescribió por el mero paso del tiempo. Y la Corte Suprema confirmó que la inacción de los funcionarios judiciales fue la causante.
Pero según el fallo de la Cámara Civil y Comercial Federal, el incendio se debió a notorias deficiencias edilicias en las instalaciones de la clínica. Entre otras cosas, se probó que faltaba ventilación en el subsuelo, había poca iluminación y exceso de camas. "La ex Municipalidad no ejerció adecuadamente el poder de policía, porque omitió clausurar la clínica días antes del incendio, tal como sugirió un informe", consigna la sentencia, a la que accedió La Nación .
César prefiere no revelar su apellido. Ahora no es más bombero. Se gana la vida como plomero. Dice que jamás va a olvidar cuando entró en la Clínica Saint Emilien y, con la lámpara en una mano, encontró "a personas calcinadas atadas con cadenas a sus camas". El testimonio de César es escalofriante. "Tenía toda la ropa mojada -recuerda-. Cuando estaba en el baile creía que era agua, pero cuando llegué a mi casa me di cuenta de que era suero y sangre lo que tenía encima."
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El fallo que hizo lugar al reclamo de los hermanos Costa Escasany afirma que el edificio se encontraba en funcionamiento antirreglamentario desde 1979. Se labraron 46 actas en seis años y, veinte días antes del siniestro, se aconsejó la clausura de la clínica.
"Además de la angustia por la muerte de mi madre, que es algo que se carga de por vida, yo sufrí el daño que te causa la Justicia. Nuestro sistema judicial, en lugar del defenderte, te pone en el lugar de victimario", se quejó Alejandra Costa Escasany.
Su abogado, Rodolfo Chimeri Sorrentino, destacó la importancia de que la Justicia civil y comercial federal hubiera reconocido el daño moral y psicológico a sus clientes a pesar de que en sede penal no se identificó a ningún responsable.
De los cientos de víctimas del incendio de la clínica sólo una veintena obtuvo una sentencia. "Los demás no reclamaron nada, arreglaron con la clínica o dejaron que los plazos se vencieran", explicó una alta fuente judicial.
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Los directores de la clínica siempre culparon por el incendio a uno de los internos. "Atribuyen la autoría a un piromaníaco al que llamaban Chapita y se apoyaron en un peritaje de bomberos", precisó otra fuente de la causa.
La Nación intentó, sin éxito, obtener la versión de la tragedia de las personas que en 1985 estuvieron unos días detenidas. No fue fácil dar con el ingeniero Guillermo Sossin ni con el médico Omar del Azar, ni con el gerente general de la clínica, Angel Giménez.
Giménez fue inhallable. La esposa de Sossin excusó a su marido. "El no tiene nada que ver con lo que pasó. Todo esto le hizo mucho mal", contestó con amabilidad el viernes último.
El médico Del Azar no fue tan cortés. Negó haber sido el director médico de la clínica, como consignan las notas de aquella época, y pidió que su nombre no fuera mencionado. "Lo único que le digo es que se olvide de esto. Son cosas que me hicieron bastante mal. No tengo ningún interés en hablar de eso. Fue una tragedia", dijo. Y cortó.