Alfabetizar en el siglo XXI, el gran dilema
El celular es la pantalla más importante para los adolescentes. La que más lamentarían perder si desapareciera, la única que los acompaña las 24 horas, la que no reconoce diferencias sociales y la que reúne las tres cualidades que más busca un adolescente: estar comunicado con amigos, escuchar música y navegar en la Web para buscar información que le interesa. Cuando el acceso a Internet a través del móvil sea universal, el celular será no sólo la pantalla más importante de los adolescentes, sino la única.
Si la escuela quiere integrar la cultura juvenil, no puede ignorar el lugar que ocupa el celular en los adolescentes. La identidad de los chicos hoy pasa por su vínculo con las tecnologías, especialmente con el móvil. Estar al tanto de los consumos culturales de los adolescentes y saber cómo utilizan las pantallas en su vida diaria es esencial para la educación del siglo XXI. En este sentido, entonces, la incorporación del celular en la clase resulta fundamental.
Pero hay un motivo adicional para integrarlo a la enseñanza. La escuela nació con Gutenberg: cuando se inventó la imprenta se hizo necesaria una institución que enseñara a leer lo que la imprenta comenzaba a difundir. Durante siglos la enseñanza giró en torno de la letra impresa. Hoy, a la cultura gráfica se suma la audiovisual y la digital. La alfabetización se define por el conocimiento de todos los lenguajes -y no sólo el impreso- que circulan en la sociedad.
El celular -igual que las demás tecnologías- debe formar parte de la enseñanza, siempre que exista un proyecto educativo de por medio. ¿Qué significa? Durante años, la escuela ha incorporado medios o tecnologías, pero los recicló con viejas metodologías. Si utiliza un diario para buscar sustantivos o verbos, desaprovecha el potencial del periódico. Si propone mirar en clase una película para luego resumir su contenido, olvida la riqueza audiovisual del film. Si usa el celular para copiar y pegar un dato de Internet (sin contrastar y analizar diferentes sitios), el uso del móvil y de la Web se empobrece.
Si los alumnos tienen celulares con acceso a Internet, bienvenidos sean en la clase: para investigar, comparar y buscar información en las más diversas fuentes; para sacar fotos o filmar videos en alguna salida escolar y compartirlas en red; para analizar el uso responsable de las redes; para explorar temas de privacidad, de ética o de copyright; para entender cómo funcionan las tecnologías, sus lógicas, códigos y lenguajes; para diseñar aplicaciones o para participar en foros temáticos de la Web.
Estamos de acuerdo con el uso del celular en la clase siempre que se aproveche su especificidad y se lo utilice de manera creativa y reflexiva. Este es un debate actual en todo el mundo promovido por la Unesco en congresos y encuentros internacionales. Lo único que no puede hacer la escuela respecto de las pantallas es ignorarlas. Eso sólo la alejará de la cultura juvenil, empobrecerá el aprendizaje y le impedirá alfabetizar a los alumnos en todos los lenguajes que la sociedad del siglo XXI le ofrece.
Doctora en Comunicación, consultora de la Unesco en tecnologías y educación