Alarmante nuevo estudio: el calor extremo y la contaminación llegan a duplicar el riesgo de morir de un infarto
Mientras temperaturas récord azotan al hemisferio norte, un estudio de investigadores chinos sobre el impacto en el corazón suma preocupación
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WASHINGTON.– La combinación de calor extremo y elevada contaminación ambiental llega a duplicar el riesgo de morir de un infarto, según científicos chinos que analizaron más de 200.000 casos de fallecidos de ataque cardíaco en China entre 2015 y 2020.
Los especialistas del todo el mundo ya consideraban que las olas de calor, las olas polares y la contaminación eran malos para el corazón, pero afirman que el nuevo estudio publicado en la revista científica Circulation viene a confirmar esa relación, al vincular específicamente esas condiciones climáticas y ambientales con el riesgo de muerte por infarto.
“Es el primer estudio que conozco que analiza la muerte por infarto como resultado final de este tipo de exposición ambiental, y no me sorprende”, dice Catharina Giudice, emergentóloga e investigadora de la Escuela de Salud Pública T.H. Chan de la Universidad de Harvard, que no participó del estudio.
“Todos los años hay nuevas temperaturas récord, el verano dura cada vez más y las olas de calor son cada vez más frecuentes –apunta Giudice–. El calor agrava las cardiopatías y la contaminación termina de empeorar las cosas: son dos factores que se potencian y son mucho más peligrosos que por separado”.
El estudio fue financiado por el Ministerio de Ciencia y Tecnología de China. Como telón de fondo tiene la interminable y asfixiante ola de calor que azota al hemisferio norte, a la que se suman la contaminación ambiental y el humo de los incendios forestales, un combo a su vez fogoneado por el calentamiento global.
Los peligros del cambio climático para la salud ya fueron bien documentados e incluyen el riesgo de propagación de enfermedades infecciosas, crisis alimentaria, el agravamiento de las alergias estacionales, aumento del riesgo de demencia y los efectos directamente mortales de las olas de calor, las inundaciones, las sequías y el humo de los incendios. También hay evidencias de un vínculo entre el estrés que provocan las consecuencias del cambio climático y el auge de las cardiopatías. Diversas investigaciones realizadas por cardiólogos de la ciudad de Nueva Orleans, por ejemplo, encontraron un abrupto incremento del número de infartos en los años siguientes a la devastación causada por el huracán Katrina.
Mujeres y adultos mayores, los más afectados
Los investigadores examinaron los efectos de las temperaturas extremas, con y sin altos niveles de contaminación por partículas finas, en 202.678 muertes por infarto entre 2015 y 2020 en la provincia de Jiangsu, una región con cuatro estaciones bien definidas y una amplia gama de temperaturas y niveles de contaminación por partículas finas.
El estudio descubrió que los días con calor extremo, frío extremo o altos niveles de contaminación por partículas finas están significativamente asociados al riesgo de muerte por infarto, especialmente en mujeres y en adultos mayores con edad promedio de 77 años.
El mayor aumento de esos decesos se produjo en días de calor extremo y altos niveles de materia particulada 2.5 (PM2.5), que son partículas de menos de 2,5 micrones de ancho (a modo de comparación, el ancho de un cabello humano es de 50 a 100 micrones). Se estima que hasta el 2,8% de las muertes por infarto tuvieron que ver con la combinación de temperaturas extremas y altos niveles de contaminación por partículas finas de más de 37,5 microgramos por metro cúbico (el microgramo es una unidad de masa equivalente a la millonésima parte de un gramo). Los investigadores chinos también descubrieron que las olas de calor interactúan de manera sinérgica con las partículas finas y se potencian mutuamente, pero no así las olas de frío.
La inhalación de esas partículas microscópicas resultantes del uso de combustible fósiles y del humo de los incendios forestales puede irritar los pulmones y los vasos sanguíneos que rodean el corazón. La investigación vincula la exposición a esas sustancias con enfermedades cardíacas, accidentes cerebrovasculares y otros problemas de salud, incluida la demencia. La meta establecida por la Organización Mundial de la Salud (OMS) para la exposición anual promedio a partículas finas es de no más de 5 microgramos por metro cúbico y de no más de 15 microgramos por metro cúbico durante más de tres o cuatro días al año.
En comparación con los días donde esos factores no están presentes, el riesgo de un ataque cardíaco fatal durante olas de calor de dos días con un rango de temperatura de 28,1°C a 36,6°C fue un 18% más alto, y un 74% mayor durante las olas de calor de cuatro días con temperaturas de entre 34,9°C y 43°C . El riesgo fue un 4% más alto durante las olas de frío de dos días con temperaturas entre 0,7°C y 4,7°C, y un 12% más alto durante las olas de frío de tres días de -2,7°C a 2,9°C.
Los investigadores midieron las temperaturas extremas en función de la sensación térmica, tomando también en cuenta la duración y la gravedad de las olas de calor y de frío.
Compararon las muertes por ataque cardíaco o “días de casos” con los días de control el mismo día de la semana en el mismo mes: si una muerte ocurría un miércoles, todos los demás miércoles del mismo mes se consideraban días de control. Los días niveles promedio de partículas finas por encima de 37,5 microgramos por metro cúbico fueron considerados días de elevada contaminación atmosférica.
“Es bastante sorprendente que empezaran a encontrar ese incremento de los fallecimientos con temperaturas mayores a los 31°C”, dice Mark Link, profesor de medicina clínica y miembro del equipo de cardiología del Centro Médico UT Southwestern de la ciudad de Dallas, que no participó del estudio. “En Dallas, un día de 31°C sería considerado un día fresco, pero fue precisamente a partir de esa cifra que notaron un progresivo aumento de la mortalidad y que la combinación de altas temperaturas y contaminación era todavía más letal. Es bastante increíble si pensamos que actualmente estamos con temperaturas máximas promedio cercanas a los 40°C”, detalló.
Esos días, señala Link, “las consultas por guardia por problemas cardíacos se incrementan muchísimo”.
Un cambio en el estilo de vida tal vez no sea suficiente
Yuewei Liu, profesor adjunto de epidemiología de la Escuela de Salud Pública de la Universidad Sun Yat-sen en Guangzhou, China, y autor principal del estudio, explica que todavía no se sabe por qué la exposición a esos factores provoca mayor riesgo de morir de un infarto. “Son interrogantes que siguen siendo un desafío para la salud pública, debido al importante peso que tienen las cardiopatías a nivel mundial”, dice.
Para prevenir enfermedades cardíacas, los profesionales de la salud suelen recomendar modificaciones en el estilo de vida, como dejar de fumar, controlar la hipertensión, la hipercolesterolemia y la diabetes, perder peso y hacer ejercicio físico regularmente. Pero ahora ya podría no ser suficiente, señalan los científicos.
“Este estudio demuestra que no hay manera de ser ajenos al entorno que nos rodea”, opina Hitinder Gurm, cardiólogo y director médico de la Universidad de Michigan, que no formó parte del estudio, pero cuyas investigaciones se centran en la relación entre las desviaciones de temperatura y el riesgo de infarto de miocardio. “La contaminación atmosférica y el clima extremo están emergiendo como importantes factores de riesgo cardíaco. Requieren intervenciones a nivel individual y también de salud pública”, advierte.
Gurm agrega que la mayoría de los infartos se dan en personas con factores de riesgo, pero aclara que hacen falta más medidas “para proteger a los más vulnerables de los efectos del clima extremo y de la mala calidad del aire”.
Por Marleen Cimons
Traducción de Jaime Arrambide
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