Alerta hospitales: cómo podrían reducirse los errores médicos y por qué no existen controles unificados
Identificar al paciente por nombre y apellido -no por número de cama-, completar una planilla, chequear que se cuente con todos los instrumentos necesarios, reafirmar en voz alta el procedimiento a realizar antes de comenzar, clasificar el riesgo de caídas de un paciente. Todos estos procedimientos que parecen muy sencillos y de manual -y no lo son-, pueden evitar errores médicos con consecuencias irreparables para los pacientes.
En medicina se habla de "evento adverso" y no de "error médico" ya que, según explican especialistas consultados por LA NACION, por lo general se trata de errores de procesos que se visibilizan en un error individual después. "En general hay un sistema atrás que falló pero nosotros como sociedad vamos a ver siempre el último eslabón", explica Mariana Flichman, gerente corporativo de Riesgo y Calidad Médica del grupo Swiss Medical.
La minería, la energía nuclear y la aviación son industrias consideradas de "alto riesgo" que cuentan con protocolos de estandarización de procesos para evitar catástrofes y, si bien la medicina es también considerada un actividad de alto riesgo aunque no necesariamente cuenta con las mismas exigencias a la hora de habilitar sus establecimientos. Hace pocas semanas se dio a conocer el caso de Magdalena Leguizamón, una jubilada de 66 años a quien le amputaron la pierna equivocada y, a partir de su historia, surgieron otros casos de mala praxis que pusieron en vilo la atención sanitaria y la seguridad de los pacientes.
No existen estadísticas recientes que cuantifiquen la cantidad y cualidad de los errores médicos en nuestro país. El último dato difundido es de 2008 y reveló que en argentina, el 12,1% de los pacientes internados sufre uno o más eventos adversos durante la atención y que el riesgo se duplica al prolongar la internación. Este Estudio Iberoamericano de Eventos Adversos (Ibeas) obtuvo un número similar, aunque menor, para la región: un 10%. Un 46% de los errores en la atención era evitable y dentro de este número, el 47% tenía lugar durante los cuidados y el 55% en la administración de los remedios.
Programas de Riesgo o Acreditaciones
A nivel nacional, existe un Programa Nacional de Garantía de Calidad (Pngcam) desde 1992 que se volvió a refrendar en 2017. "Si bien es una norma que debería regir en todas las instituciones dentro de las provincias adheridas, no existe un organismo de control que fiscalice el cumplimiento", explica Mariela Barani, Directora Nacional de Calidad en Servicios de Salud y Regulación Sanitaria. Al ser un sistema federal, la potestad está en manos de los gobiernos provinciales y adherir al programa es una cuestión de voluntad: hoy hay 14 provincias adheridas.
La fiscalización nacional está puesta en la habilitación de los establecimientos que, según explica la funcionaria, mira más cuestiones que tienen que ver con la estructura del establecimiento y no toma como requisito que exista un programa de gestión de riesgo. "La seguridad del paciente debería ser una condición necesaria para la habilitación", sentencia Flichman.
La seguridad del paciente busca trabajar en la prevención de daños asociados a la atención médica con un conjunto de elementos estructurales, procesos, instrumentos y metodologías que intentan minimizar el riesgo de sufrir un evento adverso. Aplicar un programa de gestión de riesgo y calidad o someterse a un acreditación permite implementar barreras de seguridad y es una estrategia que reduce el daño asociado a la asistencia sanitaria.
"Es importante hablar de profesionales de la salud y no solo de los médicos porque cada atención médica pasa por un proceso en el que hay más personas involucradas. Como sociedad, tenemos que dejar de condenar a cada médico puntualmente", argumenta el Ezequiel García Elorrio, director del Departamento de Calidad, Seguridad del Paciente y Gestión Clínica del Instituto de Efectividad Clínica y Sanitaria (IECS). "Hay que ver por qué a ese médico se le permitió trabajar en un ambiente que no era seguro".
Quiénes son las organizaciones que brindan la acreditación
Actualmente, hay dos organizaciones que brindan el servicio de acreditación que evalúa la presencia de condiciones de calidad y seguridad en el servicio. Son el Instituto Técnico para la Acreditaciòn de establecimientos de Salud (Itaes), que tiene 53 acreditados, y el Centro Especializado para la Normalización y Acreditación en Salud (Cenas), con 43 acreditados. El número representa menos del 2% de la totalidad de centros con internación.
Contar con una acreditación no garantiza que el riesgo disminuya pero, según explica el Director General del Itaes, Ricardo Herrero, el proceso en sí mismo de someter a una institución a una evaluación genera una mejora en la efectividad del servicio brindado y crea una cultura distinta.
"El error 0 no existe en ninguna actividad humana pero los protocolos ayudan a evitar muchos de ellos", argumenta Herrero.
Solo 7 de esos centros son públicos y aunque el dato alarma, Herrero asegura: "No quiere decir que el sector público sea peor, sino que, como el sistema es voluntario y debe ser financiado por el establecimiento, el proceso de iniciar la evaluación debe pasar por tanta burocracia interna que resulta más difícil solicitarlo".
Sólo tres hospitales con acreditación de la JCI
En la Argentina, solo tres hospitales tienen acreditación internacional de la Joint Commission International (JCI): El Hospital Alemán, el Hospital Italiano y el Hospital Universitario Austral, aunque la acreditación con el Itaes cuenta con la certificación de la Sociedad Internacional de Calidad en Salud (Isqua) que tiene los mismos requisitos que la JCI.
Sobre la acreditación, la funcionaria afirma: "Es bueno en cuanto promueva cambios dentro de la institución, aunque no hay evidencia concluyente de que los lugares que están acreditados tienen menos errores que los que no lo están". Además, agrega que, a la hora de acreditar, entra en juego el presupuesto de cada institución para poder financiar una acreditación.
Según el Ibeas, en un 57%, el error produjo la prolongación del tiempo de hospitalización de los pacientes y un 20,3% causaron un reingreso. A nivel mundial, el número estimado es de seis a siete días extra de internación. Un ejemplo básico que utiliza la doctora, y que no constituye un error médico de por sí es la caída de pacientes: "El promedio mundial es de 1 a 2 caídas por mil días cama y en nuestras instituciones, donde aplicamos el programa, hemos logrado reducir este número a 0,6", afirma.
Flichman asegura que el proceso de acreditación brinda beneficios. Sin embargo, argumenta que "no alcanza con medir", ya que se debe implementar un proyecto integral que genere una cultura institucional. Creó así el Programa Nacional Colaborativo de Seguridad del Paciente que incorporaron 27 instituciones en distintas provincias, en donde se evalúa con una matriz de riesgo y se establece un Índice de Probabilidad de Riesgo con tres indicadores básicos: la probabilidad, el impacto y la detectabilidad de las fallas. Además, es docente universitaria de la cátedra de Seguridad del Paciente en la Universidad del Salvador y dirige un posgrado sobre la temática.
Aplicar una lista de chequeo (checklist) difundida por la la Organización Mundial de la Salud (OMS), permitió reducir un tercio la morbimortalidad asociada con la cirugía en los pacientes y no tiene costo alguno.
"No hay incentivos por parte de los financiadores"
Todos los especialistas concuerdan en que el cambio debe ser cultural y que involucra también a la sociedad. Como usuarios de la salud, no exigimos a los establecimientos que cuenten con un programa de calidad y gestión
"El problema es que los costos adicionales los afrontan los financiadores de la salud: obras sociales y prestadoras de servicio, y no los hospitales", argumenta García Elorrio y afirma que no existe un sistema de incentivos para aquellos hospitales que voluntariamente se someten a un proceso de acreditación o implementan un programa de riesgo y seguridad.
En Estados Unidos, el programa federal de seguro médico, Medicare, tiene un sistema de incentivos y castigos que premia a aquellas instituciones que tienen un protocolo de riesgo y seguridad: se les paga un adicional. "Es pensar la economía de la salud de manera distinta", asegura Flichman.
Volviendo al ejemplo de las caídas, un paciente que entra por neumonía y se cae tiene un sin fín de costos extra que, no solo afectan a los prestadores de salud -días extra, operación, prótesis y rehabilitación-, sino también, al estado -los días no laborables, el cuidado en el domicilio, etc. "El costo de implementar programas de prevención es despreciable comparado al costo oculto de la no calidad", afirma Flichman, aunque explica que estos números no existen y es por eso que no se generan políticas públicas efectivas. "Hay que medir para aprender", concuerda García Elorrio.
"Al ser federal, desde la secretaría podemos generar un programa de incentivos y financiar iniciativas puntuales en algunas prestaciones pero no podemos exigir que haya una diferencia por parte de los financiadores", concluye Barani, y adelanta que en unos meses saldrá una nueva regulación con nueve líneas estratégicas a seguir por parte de las instituciones que busca mejorar la calidad del servicio.
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