Alejandra Pizarnik, poeta que escribió desde el inconsciente
Se cumplen hoy 40 años del suicidio de la escritora argentina, preferida entre jóvenes y adolescentes; homenajes para recordar su figura literaria
Persuadida de que "la libertad absoluta de la criatura humana es horrible", hace 40 años se quitaba la vida Alejandra Pizarnik, una de las grandes poetas argentinas.
Atormentada y angustiada por un deseo de vida que no lograba satisfacer y víctima de algún trastorno psicológico, la poeta ingirió una sobredosis de un psicofármaco el 25 de septiembre de 1972. Se suicidó durante una salida de la clínica psiquiátrica en la que estaba internada temporariamente.
Tenía 36 años y era un momento de la historia argentina en el que comenzaba a limitarse la libertad de expresión en todos los ámbitos. Un año antes había recibido una beca Fullbright y en 1969, otra Guggenheim, que le permitió viajar a los Estados Unidos. Había estudiado Filosofía y Letras en la Universidad de Buenos Aires y pintura con Juan Batlle Planas. Había vivido en París entre 1960 y 1964, donde trabajó para algunas editoriales, publicó poemas y críticas en varios diarios y estudió historia de la religión y literatura francesa en la Sorbona.
"Vida, mi vida, ¿qué has hecho de mi vida?", se preguntaba en versos escritos con palabras a las que ella misma reconocía su ineficacia. En uno de sus poemas más conocidos -"En esta noche, en este mundo"- la joven artista advertía que el lenguaje nunca dice lo que uno quiere decir. Escribe: "No, las palabras no hacen el amor/ hacen la ausencia/ si digo agua ¿beberé?/ si digo pan ¿comeré?/en esta noche en este mundo/ extraordinario silencio el de esta noche/ lo que pasa con el alma es que no se ve/ lo que pasa con la mente es que no se ve/ lo que pasa con el espíritu es que no se ve/ ¿de dónde viene esta conspiración de invisibilidades?/ninguna palabra es visible".
Ivonne Bordelois, amiga de la poeta y autora de Correspondencia Pizarnik -con cartas a distintos destinatarios-, afirmó que "su poesía y su existencia atestiguan permanentemente el sentimiento de la inadecuación del lenguaje para expresar al mundo y la inadecuación del mundo con respecto a nuestros deseos más profundos",
Preferida por adolescentes y jóvenes, Pizarnik transmite la angustia de una vida sin significado. "Siempre pensé que ella tuvo y tiene tanta difusión entre los adolescentes porque puede escribir directamente desde el inconsciente. Escribe desde los huesos", dijo Bordelois en una entrevista radial. Y describió a la poeta como "una persona muy atormentada, muy complicada que se bloqueaba con mucha frecuencia y con mucha angustia".
A los 18 años la poeta había comenzado un tratamiento psicoanalítico que interrumpió al poco tiempo. No obstante mantuvo la amistad con su terapeuta, León Ostrov, con quien intercambió copiosa correspondencia. Alejandra Pizarnik / León Ostrov: Cartas , es la compilación de ese intercambio que hizo la hija del psicoanalista, Andrea Ostrov, publicada en Córdoba por Editorial Universitaria Villa María (Eduvim).
Sus poemarios más destacados son Los trabajos y las noches (1965), Extracción de la piedra de la locura (1968) y El infierno musical (1971). Por su crudeza y realismo dio mucho que hablar también su ensayo La condesa sangrienta (1971).
El aniversario de la muerte de la poeta es recordado por numerosas organizaciones y ámbitos poéticos. Inspiradora de artistas visuales, la obra de Pizarnik será homenajeada el viernes próximo en la Casa de la Cultura del Círculo Médico de Lomas de Zamora con una muestra de obras de Naty Ezequiela.
En mayo último otro homenaje incluyó ilustraciones. Fue la exposición "Deseo y palabra", realizada en el Museo de Arte Español Enrique Larreta, con ilustraciones de Santiago Caruso sobre La condesa sangrienta .
En ese contexto la figura de Pizarnik fue recordada por escritores, editores e intelectuales que la conocieron, como Fernando Noy, Mariana Enríquez, Cristina Piña, Ivonne Bordelois, Ana Becciú y Silvia Hopenhayn, entre otros.
En homenaje a Pizarnik -y a Alfonsina Storni y Kurt Cobain, poetas que también se suicidaron-, la cineasta argentina Jazmín López dedicó su ópera prima Leones, en cuyos diálogos se citan versos de esos creadores.
Mendiga voz, fragmento
"Y aún me atrevo a amar/ el sonido de la luz en una hora muerta,/ el color del tiempo en un muro abandonado.// En mi mirada lo he perdido todo./ Es tan lejos pedir. Tan cerca saber que no hay."Los trabajos y las noches (1965)
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