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PIPINAS.- “Si tenemos presupuesto, en diez años podremos lanzar satélites al espacio con nuestros propios cohetes”, afirma esperanzando el ingeniero Daniel Rocca, gerente de Acceso al Espacio de la CONAE (Comisión Nacional de Actividades Espaciales), desde el Centro Espacial Punta Indio (CEPI), localizado en Pipinas (a 150 kilómetros de CABA), el pueblo que sueña con ser la Nasa Argentina. La CONAE tiene aquí una de sus sedes donde se arman los prototipos del mayor proyecto del Plan Espacial Argentino: los cohetes Tronador. “La carrera espacial exige alcanzar tecnologías que aún no tenemos”, reconoce el ingeniero Raúl Kulichevsky, director ejecutivo y técnico del organismo espacial.
Mientras, en Pipinas, el pueblo vive con su ritmo lento y los vecinos hacen sus compras en los viejos comercios, entre las ruinas de la ex fábrica cementera Corcemar (fue de Loma Negra), que cerró en los noventa, un grupo de técnicos espaciales debaten sobre cómo acceder al espacio y dedican su tiempo a fabricar un prototipo para hacer un próximo lanzamiento en 2023. “Argentina tendrá su constelación de satélites”, afirma Kulichevsky.
El CEPI es la punta del iceberg de un proyecto que lleva más de dos décadas armándose. El lanzador (es la palabra que se usa para mencionar a un cohete aeroespacial) Tronador (versiones II y III) tiene 28 metros de altura y 2.5 de diámetro, tendrá capacidad para alcanzar y dejar satélites en órbitas bajas, a alrededor de 600 km de altura, con diferentes cargas útiles que van desde 250 kilogramos hasta 750. Ya se han construido y lanzado tres prototipos, que se llaman Vex (vehículo experimental).
Características
Los Vex –la serie 1 al 5- tienen 18 metros de largo y un metro y medio de diámetro. En febrero de 2014 se lanzó el primero (Vex 1A) desde el Centro de Lanzamiento La Capetina (a 10 kilómetros del CEPI) y sólo alcanzó elevarse dos metros y se desplomó, el Vex 1B el 15 de agosto (voló 27 segundos) y el último el 20 de abril de 2017. Ese día el Vex-5A sólo voló 8 segundos, debiendo abortar la misión por un incendio interno cuando alcanzaba los 2000 metros de altura. “Cayó en el mismo lugar de lanzamiento, sin ningún impacto ambiental”, afirma Kulichevsky. Los Vex pueden alcanzar hasta 120 kilómetros de altitud, son suborbitales.
Este último Vex fue el más ambicioso porque permitió realizar pruebas de mayor complejidad, ya que fue un vehículo de dos etapas (el Tronador II, las tendrá) y se incorporó un nuevo propulsor de doce toneladas de empuje. Usó combustible líquido, una mezcla de kerosene KC-1 y oxígeno líquido. “A pesar que tuvimos una falla, aprendimos de nuestros errores”, sostiene Rocca. En la actualidad, este Centro está en obra y la entrada restringida. LA NACION no fue autorizada a conocer qué clase de obras o trabajos se están haciendo.
Posición estratégica
La posición estratégica del Centro de Lanzamiento La Capetina lo ubica a metros del río de la Plata, en una zona agreste y sin presencia humana, era una bajada para pescadores. Los Vex, una vez que interrumpen en vuelo su trayectoria, caen al río con un sistema de paracaídas. “Algunas piezas podemos recuperar”, reconoce Rocca. “Cuando tenemos una falla, no es porque nos equivocamos, sino que hasta ahí llega nuestro conocimiento”, confiesa Kulichevsky. Nombran los casos de Space X o Blue Origin, las empresas pioneras en acceso espacial que han sufrido fracasos en sus lanzamientos.
La CONAE se ocupa de desarrollar el Plan Espacial Nacional, pero la empresa encargada de producir los Vex y la que hará los diferentes Tronador, es VENG (Vehículo Espacial Nueva Generación), creada por el Poder Ejecutivo Nacional para llevar adelante la construcción y la implementación de tecnologías para el acceso al espacio. Su personal desempeña labores en los Centros Espaciales de Córdoba Teófilo Tabanera (CETT), en el CEPI y en el Centro Espacial Manuel Belgrano (CEMB), en Punta Alta, aún en construcción. Otras 26 empresas y organismos nacionales trabajan en el proyecto, entre ellas, INVAP, la Universidad de La Plata, Conicet y la Universidad de Mar del Plata.
Carrera para pocos
La carrera espacial es para pocos. Sólo diez países en el mundo tienen acceso al espacio. “Estamos trabajando para poder estar en este mercado”, cuenta Kulichevsky. El Plan Espacial contempla alcanzar la tecnología para no sólo colocar nuestros propios satélites, sino ofrecer satelizar a otros países. Lanzar el último Vex 5A tuvo un costo de 10 millones de dólares en 2017. En el mercado aeroespacial, poner un satélite (de 750 kilos) en órbita en la actualidad tiene un costo no menor a 20 millones. “Será un buen negocio para nuestro país”, afirma Rocca.
La Argentina tiene cuatro satélites en el espacio, dos Saocom de observación terrestre en una órbita a 600 kilómetros y dos Arsat, en órbita geo estacionaria a 36.000 kilómetros de altura, estos últimos están entrando en el límite de su vida útil. “Estamos desarrollando una nueva generación de Arsat”, agrega Kulichevsky. Estos satélites son desarrollados por INVAP.
Las autoridades de la CONAE reconocen que es difícil acceder a tecnologías espaciales, aunque tienen acuerdos con la NASA y la agencia europea espacial (ESA). “Los diferentes Estados consideran que el acceso a algunas tecnologías son cuestiones de seguridad nacional y no las dan”, afirma Kulichevsky. Aquí el principal desafío: desarrollarlas desde cero.
Mucho dinero
¿Qué hace falta para que el Tronador sea lanzado? Mucho dinero, infraestructura y decisión política de apostar en Ciencia y Tecnología. El CEPI está dentro de una fábrica que estuvo abandonada diez años. “Estamos en obra”, advierte Rocca. El proyecto es recuperar algunas áreas. Los edificios en ruinas conviven con algunos nuevos, paredes recién pintadas contrastan con otras destruidas, albañiles y técnicos e ingenieros aeroespaciales, comparten espacio. Es un ensamble entre lo que se sueña y lo que se puede hacer a medida que llegan fondos del Estado.
El presupuesto para el 2021 fue de 7.350 millones de pesos. Recientemente el Ministro de Ciencia, Tecnología e Innovación Daniel Filmus anunció una partida de 4.500 millones que completa los 10.500 millones para el 2022 y así relanzar el proyecto Tronador.
Desde el CEPI se monitorean los lanzamientos que se hacen en La Capetina, se ensayan los motores y se producen diferentes estructuras y componentes, sistemas, aviónica y subsistemas para el Tronador II y III. En uno de los hangares nuevos, se presenta el corazón del CEPI, aquí construyen las piezas para el Vex 5B. El protagonismo la tiene una inmensa máquina de soldar metal en frío, la Friction Stir Welding, de industria norteamericana, que integra el fuselaje del cohete y hace los tanques de combustible. “Nuestro objetivo cercano es poder construir el Tronador IIA”, confiesa Kulichevsky.
Actualmente están trabajando en un Vex 5B que tienen previsto lanzar a fines de 2023. Un obstáculo a resolver es el traslado del prototipo hacia La Capetina. La ruta 36 está en mal estado y hasta acceder al Centro de Lanzamiento se deben recorrer cinco kilómetros de camino rural de tierra, con grandes huellas. “Tenemos contemplado mejorarlo”, se esperanza el director de la CONAE. El paso siguiente es hacer un nuevo prototipo, un Vex 6B, que es el modelo más cercano al Tronador II A, sin fecha aún de fabricación ni lanzamiento.
“Estamos cerca de tener el 30% del Tronador”, confiesa Rocca. El lanzamiento de este último prototipo se hará en el Centro Espacial Manuel Belgrano. “Tenemos que terminar las obras allí”, reconoce. La meta para lanzar el primer Tronador está puesta en cinco a diez años. Falta mucho aún para alcanzarla: la finalización de las obras en el CEPI, del centro de lanzamiento de La Capetina y el CEMB. “Lo más difícil es llegar a dominar las tecnologías”, sugiere Kulichevsky.
Algo usual es la compra de maquinaria de última generación a potencias como Estados Unidos, pero sin su know how. “Algunas veces es por el costo, otras, porque eligen reservarse ese conocimiento”, confirma Rocca. La Friction Stir Welding llegó a nuestro país de esa manera. Hubo que desarrollar sistemas para poder usarla. “A las potencias no les conviene que se sume un nuevo integrante al club de los países con acceso espacial”, confiesa el gerente de Acceso al Espacio.
El proyecto Tronador tiene tres versiones, el Tronador IIA, el IIB y el III, difieren en las cargas útiles que pueden llevar (satélites): 250 kilogramos, 500 y 750, respectivamente. La manera de llegar hasta ellos es probar primero los Vex. “No nos conviene hacer primero un Fórmula 1, trabajamos con modelos de menor riesgo y costo”, afirma Rocca. El principal obstáculo es alcanzar la tecnología para que se encienda el motor en su segunda etapa para que asegure la satelización en una órbita baja de 600 kilómetros de altitud. “No estamos en condiciones de pagar los mejores sueldos”, acepta Kulichevsky, para reconocer que a veces mucho recurso humano se va y deben empezar un proceso desde cero.
“Hacemos esto con mucha pasión, ninguno de los que trabajamos en la CONAE nos hacemos millonarios”, reconoce el titular. “Vivimos mirando al espacio, pero tenemos nuestra vida terrenal”, agrega. Se siente una hermandad en todo el equipo.
“Pipinas conquista el espacio, estamos contentos”, asegura Miguel Pietrantuono, delegado municipal. En la entrada al pueblo, se puede ver una maqueta a escala real del Tronador, al costado de la solitaria y malherida ruta 36, la imagen es surreal. “Algunos vienen a conocer a la Nasa Argentina”, reconoce. En 2014 instalaron un microcine al lado de la ruta. Hoy ya no está. “Tenemos expectativas de ver un nuevo lanzamiento”, afirma ilusionado.
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