"Ahora las mujeres jugamos al fútbol sin importar la clase social"
Porque si la vida es como el fútbol; entonces igual vale que nos dé un cachetazo para decirnos que las mujeres también transpiramos por la camiseta
Son las 17.30 en la terminal de ómnibus de Retiro. Personas y encomiendas viajan de un lugar a otro, movidas por la inercia y la rutina. En la Puerta 5 está Mónica Santino, una mujer de 52 años que camina, acompañada de otros dos. Va hacia el lugar en el mundo del padre Mujica, un espacio que conquista y coloniza constantemente, dos veces por semana desde hace 10 años.
Para llegar hay que transitar por una calle nada angosta pero atestada de vendedores ambulantes, puestos de comida, montañas de barro que no han sido recolectadas, camiones del puerto estacionados, gente que circula y autos.
“¡Hola, Moni!”, le grita una chica de unos 14 años, desde un colectivo escolar que pasa. Mónica la saluda, le muestra su sonrisa y continúa el camino. A las 18, ya se encuentra en la cancha, juntando los elementos para que Las Aliadas entrenen.
Santino es la directora técnica de este equipo orgullo de la Villa 31 que utiliza el fútbol como una herramienta de cambio para reconquistar espacios tradicionalmente ocupados por los hombres, además de ayudar y prevenir la violencia de género. En 2015, Las Aliadas viajaron a Berlín para participar del Festival Discover Football y anteriormente fueron seleccionadas por Nike como uno de los mejores proyectos sociales deportivos del mundo, cuando viajaron al Mundial de los Sin Techo en Brasil. De ahí volvieron con la convicción de que patear para adelante era una de las maneras de sacar del lugar de chicas vulnerables, víctimas y sumisas a las adolescentes.
Quince minutos después y la luna de otoño ya alumbra la cancha. Las luces altas aún no se encienden, hay que esperar que el encargado se decida a hacerles el favor a las chicas de iluminarles el camino. Algunas de ellas dejan sus cosas en el banco, otras a sus hijos al cuidado de sus abuelas o amigas.
La Nuestra: donde todas pertenecemos
Majo y Juliana son las compañeras con las que Mónica se divide la tarea de empoderar a las niñas, adolescentes y mujeres del barrio Güemes; uno de los que conforma la Villa. Un lugar donde todo es injusto, desde el sistema de vida hasta que las chicas no puedan jugar en la cancha porque lo que se espera de la mayoría de ellas es que se ocupen de los chicos, de lavar los platos, de estar en casa, y de nunca tener derecho al tiempo libre, al ocio. “Las canchas públicas, los espacios más importantes del barrio, son siempre de los varones, quienes tiran la mochila después del colegio y vienen a jugar, o si son más grandes hacen un picadito por plata, pero las mujeres no tienen ese permiso”, sentencia Mónica.
La tarea de hormiga que hace una de las mayores referentes del fútbol femenino en la Argentina consiste en unificar el trabajo con perspectiva de género y la práctica de fútbol femenino en las villas del conurbano bonaerense para construir vínculos y generar pertenencia. Por eso, desde 2007, existe La Nuestra, una asociación civil que Mónica compone junto a jugadoras, directoras técnicas y educadoras sociales. Un centro de batalla diario para hacer efectivo el derecho de todas a jugar fútbol.
Cuando Santino tenía 9 años era divertido y ‘raro’ mirarla jugar, casi todo un espectáculo. “Me observaban como si fuese una especie de fenómeno, una atracción. Pero a medida que iba creciendo, los obstáculos eran mayores y las posibilidades de jugar se recortaban”, comenta. Es que aunque ahora es mucho más normal ver a las chicas jugar fútbol porque el empuje cultural y social ha sido muy grande, en lo profesional no se equipara. Y esta jugadora lo vivió en carne propia desde su infancia hasta su juventud: “Cuando llegué a jugar en AFA, a mediados de los 90, aún era mirada de manera especial. En la Asociación no hay un reflejo de lo que se vive socialmente. Ahora las mujeres jugamos sin importar la clase social. Se ven jugar en los countries, en los barrios… son mujeres que salen del laburo alquilan una cancha y juegan, pero profesionalmente sigue siendo muy incipiente”.
Abríme la cancha
Trasladar este fenómeno social al mundo profesional es un completo desafío. Para Mónica es una gran idea que se creen clubes de fútbol femenino para que las nenas tengan un lugar que les permita transcurrir un camino igual, o similar, al que recorren los varones en las divisiones inferiores. “Si hubiera fútbol en las escuelas, si a los profesores de educación física se los educara para romper los estereotipos, mucho cambiaría. Hoy llegás a Boca, River, San Lorenzo y entrás a clubes centenarios fundados por hombres, con mentalidad de hombre. Es la identidad masculina ligada al fútbol, sobre todo en Latinoamerica”, remarca.
Otro proceso es hacer que las chicas de la villa interioricen el derecho que tienen a tener un lugar en la cancha, que puede parecer algo simbólico pero es realmente un ‘momento libertario y revolucionario’. “No ocurrió mágicamente, sino que fue sucediendo cuando se dieron cuenta de que podían agarrar la cancha, quedarse, sostener un horario y días de entrenamientos. El derecho primero se conoce, se asume y después se ejerce. Ahí es cuando surge el empoderamiento”.
Mónica, a quien el lugar de la víctima nunca le interesó, llegó a La 31 después de haber hecho el curso de entrenadora. “Lo hice para revertir todo lo que había sufrido como jugadora por la falta de lugar, lo tenía que cambiar”, asegura. Empezó trabajando en el Centro de la Mujer de la Municipalidad de Vicente López, recorrió un montón de clubes de barrio intentando poner escuelitas de fútbol con resultados buenos pero a los dos años le decían “vayansé porque ustedes no generan plata”. En 2003, se convenció de que tenía una profesión y de que podía vivir de ella, porque hasta ese momento ser directora técnica era un pasatiempo, un hobbie.
Una década de gambetas y pases cortos
La Nuestra acaba de cumplir 10 años y esa mujer que piensa que “como en la vida, no vale el esfuerzo individual sino te importa el otro”, vivió momentos buenos y malos junto a sus chicas. “Lo mejor es venir todos los días. Ir a buscar las pelotas, las cosas para entrenar y que todo vuelva a empezar. Un trago amargo fue en 2010 cuando el Gobierno de la Ciudad le puso césped sintético a la cancha, que era de tierra. Ahí fue como empezar desde cero. La pelea fue cuerpo a cuerpo, cuando ocupábamos una mitad de la cancha, nos tiraban palos y piedras. Ese momento fue durísimo pero lo pasamos porque nosotras y las pibas estábamos convencidas de luchar”.
Uno de los logros más magnos de Mónica es haber sentado como precedente un cuerpo técnico conformado por mujeres en el que todas proceden del fútbol, y lo jugaron, lo que es muy importante para las chicas porque sino todos sus referentes son hombres. “Cuando pueden ver a una mujer que juega, que dirige, logran ver una proyección en el tiempo, lo cual es importantísimo”, recalca.
A la joven desobediente que una vez se metió a la cancha a jugar con hombres no le interesa, de momento, dirigir equipos masculinos como lo hacen algunas de sus pares en Europa. Ella está enfocada en que el fútbol femenino se desarrolle y crezca. “Ni me lo proyecto, ni me lo imagino. Si alguna compañera lo logra y eso serviría para equiparar bienvenido sea. Pero no lo tengo como un sueño. Lo importante para mí está acá”.
El pasado 15 de marzo, Mónica fue nombrada personalidad destacada del deporte por la Legislatura porteña, aunque fue un lindo reconocimiento, ella se siente mejor cuando la saludan en su pasar por el barrio. Sin mencionar las palabras que le dedican sus Aliadas, invalorable la gratitud: “La profe es un ejemplo para mí y mis compañeras. A muchas de ellas las ayudó a salir de las drogas. Siempre nos insiste con el ‘dale vení a entrenar’, muchas veces fueron –con Juli- a buscarnos a nuestras casas”, comenta Silvina Barraza, de 34 años, integrante del equipo y quien ya tiene en sus arcas un relevo para cuando decida retirarse algún día. Porque su hija ya práctica junto con ella, y la destreza en los jueguitos y el gambeteo hacen que no pueda pasar desapercibida del resto.
Son las 20 y la cancha es territorio de victoria. Una afronta que se cumple martes y jueves, cada vez que Las Aliadas dicen ‘también es nuestro lugar’. Mónica indica que es el momento de guardar los implementos. Calabaza, calabaza acá cada una peleo por lo justo.
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