Estos textos cortos y enfáticos permiten expresar con ingenio ideas o sentimientos; los usaron autores como Borges o Kafka y ahora afloran en Twitter
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Probablemente los dijiste, seguramente los oíste o leíste. Son textos cortos que parecen resumir la verdad, como joyas de perfecta sabiduría. Concisos, profundos, didácticos. Fue Hipócrates quien, 400 años antes de la era común, usó la palabra aforismos que heredamos del griego para nombrarlos y que significaba “definición”.
El que muchos llaman “el padre de la medicina” los usaba para resumir las reglas establecidas para la práctica médica. “La vida es corta y el arte largo. La experiencia fugaz de la crisis es peligrosa y la decisión, difícil”. Hoy los aforismos son menos prácticos.
Ahora, la palabra indica un bocado de sabiduría general, resumido brevemente y con estilo, como “Lo que no te mata, te hace más fuerte”, de Friedrich Nietzsche, o “La duda es uno de los nombres de la inteligencia”, de Jorge Luis Borges.
Adagios, proverbios, epigramas y máximas forman parte de la misma familia, ligeramente mandona y dictatorial, al igual que los eslóganes y jingles. Pero en el cínico clima de 2021, cuando nadie parece tener el monopolio de la verdad, las voces de los expertos solo invitan a la duda y al desacuerdo, ¿caducaron estas píldoras de certeza?
Curiosamente, parece que no. Cada vez se publican más libros aforísticos y la forma florece en las redes sociales. ¿Será porque los aforismos son una forma literaria mucho más humilde y compleja de lo que parece?
Ideas cristalizadas
Los aforismos son tan cortos y enfáticos que parecen indiscutibles, como un pedazo de sabiduría destilada. La última palabra sobre algo, pulido y perfeccionado, un pináculo de la comunicación. En ese sentido podría parecer que tienen un matiz de arrogancia. No obstante, muchos han brotado de la vulnerabilidad o el dolor o alguna pérdida, incluso de la enfermedad.
Varios autores escribieron sus piezas aforísticas esencialmente desde sus camas de enfermos, como el matemático, escritor y filósofo Blaise Pascal, aquel que dijo: “El corazón tiene razones que la razón ignora”. Franz Kafka lo hizo mientras intentaba recuperarse de la tuberculosis. Se prohibió a sí mismo hacer un trabajo más largo e intenso, pero tuvo la energía suficiente para escribir aforismos como: “A partir de cierto punto no hay retorno. Ese es el punto que hay que alcanzar”.
Así el aforismo fue, para los pensadores, una forma de cristalizar ideas cuando sentían que su salud fallaba o temían que no les quedara mucho tiempo o energía.
Dolor divertido
Para otros escritores, el aforismo ofreció un poco de color, un pequeño toque de poder ingenioso a voces que de otra manera estarían al margen de la sociedad, como las de las mujeres y los homosexuales. “Lo único que puede consolar a uno por ser pobre, es la extravagancia; lo único que puede consolar a uno por ser rico, es la economía”, es uno de los ejemplos de los muchos y brillantes que escribió Oscar Wilde, quien era parte de la comunidad gay cuando esta era condenada.
Una comunidad que se asoció durante mucho tiempo con el ingenio aforístico. La lista es larga, e incluye luminarias que van desde el actor, dramaturgo y compositor Noël Coward -”Lo mejor de invitar gente a quedarse en casa es cuando se van”- hasta la novelista Gertrude Stein -”Se tarda mucho en convertirse en un genio. Tenés que sentarte tanto tiempo sin hacer nada”.
Para el autor Quentin Crisp, la razón de que esta forma de expresión resuene con los escritores queer es su sobriedad. “La mayoría de las personas son profundamente indiferentes a tu dolor y sufrimiento. La única justificación para introducir tales temas en una conversación es con fines de entretenimiento. Y debés dejar claro desde el principio que tu historia se ofrece para la diversión de la gente y no para su simpatía. Incluso así, tu historia debe condensarse en una sola anécdota o epigrama”.
Como dijo el poeta estadounidense WH Auden, “un sufrimiento o una debilidad que no puede ser expresado por un aforismo no debe ser mencionado”.
En pocas palabras
Así que los aforismos permiten expresar sentimientos dolorosos con seguridad, y sin que te ignoren o te digan que no te quejes tanto. Sirvieron a aquellos cuyas experiencias, opiniones o conocimientos históricamente no fueron completamente reconocidos o validados por la sociedad en general.
Y eso es aun más cierto hoy en día. Las redes sociales como Twitter amplificaron las voces de los marginados, personas trans, jóvenes, trabajadoras sexuales, personas con autismo, enfermos crónicos.
Quienes se sienten oprimidos hoy pueden contraatacar sin ser interrumpidos. Pero quienes lo hacen con la elegancia y el ingenio del aforismo logran que sus palabras resuenen dramáticamente en el silencio que crea esa sorprendente forma de expresión.
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