Advierten sobre los riesgos de las mascotas virtuales
Los expertos dicen que el exitoso juguete puede ser peligroso.
No son conejos, pero se reproducen como tales: Buenos Aires sufre desde hace varios días una invasión de mascotas virtuales.
Se trata de animales electrónicos que habitan la pantalla de un pequeño dispositivo circular de no más de cinco centímetros de diámetro. Y es el último juguete de moda.
Aunque su existencia es irreal, sus reclamos no son nada virtuales: duermen, piden alimento, se enferman, se entristecen de verdad... y mueren de mentira. Así es, los bichos pueden ser revividos con la mera pulsación del botón on.
Una lógica preocupación invadió a padres y maestros, ya que los pequeños propietarios viven pendientes de cuidar esa pequeña y quimérica existencia que chilla a cada rato para dar a conocer sus demandas.
Aunque en el mundo ya eran conocidos, el Dinki Dino y el Tamagotchi -versión china de esta creación japonesa- llegaron a nuestro país oportunamente para el Día del Niño.
Se consiguen en cualquier juguetería y dar fin a la desesperadas ansias de poseerlo cuesta entre 14,90 pesos y 29,90. La diferencia está dada por las capacidades del "animalito".
La alegría de los comerciantes tiene justificación. En la juguetería El Duende Azul fueron contundentes: "Las ventas son masivas y por contagio". Allí calculan que en las seis sucursales porteñas se venden, por día, 400 unidades.
Darío Notrica, subencargado de Dixiland, reconoció: "Es el juguete más vendido. Hace dos semanas recibimos 1500 unidades y a los siete días nos quedaban trescientas".
Más vidas que un gato
Las variedad de personajes incluye perros, gatos, pollitos y dinosaurios. Los exponentes prehistóricos son los más difundidos.
La vida de la mascota a pila comienza cuando se pone en cero su reloj biológico. De un huevo nace un simpático monstruito que ante el mínimo descuido transformará una apacible vida infantil en un caos de demandas.
Una vez que el animal comunicó sus necesidades mediante un sonido, una serie de botones permite al propietario elegir la comida que le dará, programar las horas de sueño, educarlo -que sea estricto si no lo quiere caprichoso-, y revivirlo en caso de muerte por inasistencia.
Una cuestionada virtud de la mascota ilusoria es la manera simplista en que resuelve el paso al más allá: tiene más vidas que un gato. "A una amiga mía se le murió, pero en seguida lo revivió", explicó despreocupadamente Silvia, de 11 años, del colegio Cinco Esquinas.
Juego terrible y maléfico
El realismo de este juego incluye el dibujo de una cruz y de un almita yéndose al cielo en caso de muerte.
El licenciado José Cernadas, director de área clínica psicoanalítica de la Asociación de Psicólogos de Buenos Aires, explicó que el principal peligro que plantea el uso de este juguete es que "el chico suponga que una cosa que quiere o que le hace compañía es totalmente dependiente de él y que puede hacerle lo que quiera, aun matarlo".
Cernadas agregó que es fundamental la tarea de los padres. "No se le debe dar al chico ningún juguete sin que antes pase por este lugar de mediación de los progenitores."
El sociólogo Jaime Barylko fue más extremo: "Tiene apariencia de atractivo e inteligente, pero es un juego terrible y maléfico. Ata al chico a la mascota. La muerte es como un castigo por ser irresponsable. Por otro lado, su vida eterna implica una tortura, ya que se está sometido a un bebe autoritario".
Su colega Rubén Zorrilla subrayó que sería importante dejar pasar un poco de tiempo para poder opinar, pero señaló que "nadie hubiera dicho que las mascotas (reales) tendrían tanta influencia en la vida de sus dueños".
Maestros, desplazados
Los docentes no esconden su preocupación. Además de interesarse por la salud de los chicos, tomaron conciencia de que los animalitos ocupan ahora el centro de atención del alumnado.
"Generan dependencia y adicción", aseguró Lorena, maestra de preescolar de un conocido colegio de San Isidro. La docente agregó que de sus 26 alumnos, 20 se distraen con un animal electrónico.
Federico Maloberti, docente de tercer grado del colegio Mariano Acosta, reconoció que "al bichito le dan más bolilla que a mí. Pero no creo que se establezca alguna relación de afecto".
Deseo y decepción
El desembarco de las mascotas electrónicas es un hecho, pero, ¿llegaron para quedarse? Según se deduce de las respuestas de los chicos consultados por La Nación , la curva de ventas con las que en este momento deben estar deleitándose los dueños de jugueterías dibujará una declinación tan abrupta como su ascenso.
Aparentemente, el desorbitante número de compras diarias es directamente proporcional al hartazgo que el cuidado de los bichitos genera.
Horas después de obtener la polémica novedad, Vicky Casesse, que cursa cuarto grado, admitió que estaba cansada de las demandas de su nuevo amigo. "¿Qué hacés si te cansás?", fue la pregunta. "Y... lo mato", contestó.
Esta parece ser sólo una etapa más de una relación chico-mascota virtual marcada por un deseo compulsivo, insistencia a prueba de madres, feliz obtención, rigurosa atención y pronta desazón.
Dos días después de haber desembolsado 15 pesos ahorrados con sacrificio, Eliana Rensnerde, de ocho años, comentó con frescura a La Nación : "Es como un bebe sin vida. Sé que es un juguete, a mí no me va a hinchar".