Adolescentes tratados con hasta 10 psicofármacos: advierten sobre el fenómeno de la “cascada de medicamentos”
La polifarmacia es una práctica médica común en esta generación; cuándo son necesarios y la importancia de la terapia
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NUEVA YORK.– Una mañana del otoño de 2017, Renae Smith, una estudiante de noveno grado en Long Island, Nueva York, no podía levantarse de la cama, abrumada por la idea de tener que ir a la escuela. En los días siguientes, su ansiedad llegó a la desesperación. “Debía haber estado feliz –escribió después–. Pero lloré, grité y le rogué al universo o a algún poder divino que se llevara el dolor que tenía en mi cabeza”.
La intervención para su ansiedad y depresión no provino de una divinidad, sino de la industria farmacéutica. A la primavera siguiente, un psiquiatra le recetó Prozac. El medicamento fue un alivio para su sufrimiento, pero el efecto se disipó, así que le recetaron otro antidepresivo, Effexor (venlafaxina).
Una cascada de medicamentos había comenzado. Durante 2021, el año en que se graduó, le recetaron siete fármacos, entre los cuales había uno para convulsiones y migrañas –no sufría nada de eso, pero esos medicamentos también puede usarse para estabilizar el humor– y otro para atenuar los efectos secundarios de las otras medicinas, aunque este último se usa principalmente para la esquizofrenia. Se sentía mejor algunos días, pero enormemente triste otros.
En su fotografía del anuario tiene una sonrisa alegre, “pero ese día me sentía terrible”, comentó Smith, que ahora tiene 19 años y asiste a una universidad local. Había llegado a ejemplificar una práctica médica común entre su generación: el uso simultáneo de múltiples fármacos psiquiátricos de gran potencia.
Los psiquiatras y otros médicos subrayan que los psicofármacos, recetados como es debido, pueden ser cruciales para estabilizar a los adolescentes y salvar la vida de quienes tienen pensamientos suicidas. Pero, según advierten estos expertos, esos medicamentos se administran con demasiada facilidad, a menudo como una alternativa fácil a la terapia que las familias no pueden costear o encontrar o que simplemente no les interesa.
Estas drogas, generalmente destinadas para el uso a corto plazo, a veces se prescriben durante años, aunque llegan a tener efectos secundarios graves, como episodios psicóticos, comportamiento suicida, aumento de peso e interferencia con el desarrollo reproductivo, de acuerdo con un estudio reciente publicado en Frontiers in Psychiatry.
Además, muchos de los fármacos psiquiátricos que se recetan con frecuencia a los adolescentes no están aprobados para menores de 18 años. Y se prescriben en combinaciones que no han sido estudiadas en cuanto a su seguridad o a su impacto a largo plazo en el cerebro en desarrollo.
“Se puede argumentar de forma muy convincente que no tenemos pruebas sobre lo que significa tomar múltiples medicamentos psicotrópicos. Esta es una generación de conejillos de Indias”, dijo Lisa Cosgrove, psicóloga clínica de la Universidad de Massachusetts, Boston.
Un estudio publicado en 2020 en la revista Pediatrics reveló que el 40,7% de las personas de entre 2 y 24 años a las que se les recetó un medicamento para el trastorno por déficit de atención con hiperactividad (TDAH) también tenían prescripto al menos otro fármaco para la depresión, la ansiedad u otro trastorno del estado de ánimo o del comportamiento. La investigación encontró más de 50 medicamentos psicotrópicos diferentes indicados en esas combinaciones y una revisión realizada por The New York Times encontró que aproximadamente la mitad de los medicamentos no estaban aprobados para su uso en adolescentes, aunque los médicos tienen la discreción de prescribirlos como consideren oportuno.
Express Scripts, una farmacia de venta por correo, informó recientemente que las prescripciones de antidepresivos para adolescentes aumentaron un 38% de 2015 a 2019, en comparación con el 12% para los adultos. Prozac y Lexapro son los únicos medicamentos aprobados para adolescentes con depresión, según la Administración de Alimentos y Medicamentos, mientras que los antidepresivos en general llevan una “advertencia” sobre el aumento del riesgo de suicidio para los adolescentes.
Los funcionarios de salud pública comenzaron a preocuparse por el problema del uso de múltiples medicamentos, o polifarmacia, hace una década, cuando surgió entre los jóvenes en hogares de acogida y en entornos de bajos ingresos. Se aprobaron reformas legislativas para frenar esta práctica en esos entornos, pero desde entonces se ha extendido a las familias acomodadas y de clase media.
“Se ha generalizado”, afirma Julie Zito, profesora de farmacia y psicología de la Universidad de Maryland.
“No es un esquema coherente”
Los diagnósticos de Smith comenzaron con la falta de atención. En el cuarto grado, le estaba yendo mal en sus estudios y su familia buscó la ayuda de un psiquiatra, que le recetó Focalin (dexmetilfenidato) para el TDAH, un diagnóstico cada vez más común. Kevin Smith, el padre de la joven, al pensar en sus días de colegio a inicios de los 80, se pregunta si él también tenía TDAH. “Simplemente me desconectaba. Desesperaba mucho a mi papá”, recordó.
Kevin Smith lo sobrellevaba de otra manera, practicando deportes, estando al aire libre y, a veces, bebiendo. Pero sus problemas eran vistos por su propio padre como un defecto de carácter. “Me decía: ‘Ve a esa habitación y te golpearé un par de veces con el cinturón. Eso te enderezará’”, dijo.
Se comprometió a no dejar que sus propios hijos sufrieran ningún problema de salud mental sin tratar. “Intento enérgicamente darle a Renae todas las herramientas que necesita para combatirlo”, explicó.
En el octavo grado, Renae Smith mostró síntomas de depresión. “En vez de ir a clases, iba con el orientador y lloraba toda la sesión”, recontó. Aventuró sus causas: el negocio de jardinería de su padre estaba en dificultades por lo que había problemas familiares, además se sentía presionada para entrar en una universidad de renombre que veía como el único camino hacia la seguridad y la felicidad. Si no entraba en una buena universidad, temía: “Trabajaré en un supermercado el resto de mi vida”.
Su búsqueda por sentirse mejor los llevó a ella y su familia a buscar varios tratamientos y, a la larga, a usar múltiples medicamentos controlados.
En 2018, en la primavera del noveno grado, visitó el Centro de Asesoramiento New Horizon en Long Island. Según las notas de su psiquiatra, que compartió con The New York Times, Smith informó que experimentaba un aumento de la ansiedad, la depresión y la ideación suicida. “Aceptó probar una pequeña dosis de Prozac (10 miligramos) una vez al día acompañada de terapia individual”, escribió el médico. New Horizon no respondió a las preguntas del Times sobre el caso de Smith.
En el décimo grado, el mismo psiquiatra añadió una receta para Effexor (venlafaxina), un antidepresivo que no está aprobado por la FDA para su uso en adolescentes y que los pone en mayor riesgo de comportamiento suicida y de presentar dificultades durante su crecimiento.
Más adelante, el psiquiatra le recetó Abilify, un fármaco antipsicótico que a veces se prescribe para los trastornos del estado de ánimo, pero que está destinado principalmente a la esquizofrenia, un padecimiento que Smith no sufre. Sustituyó el Prozac por otro antidepresivo. A pesar de las prescripciones, aclaró Smith, solo experimentó algunos períodos de alivio, pero finalmente volvió a deprimirse.
En mayo de 2020, durante la pandemia y el undécimo grado, buscó tratamiento en la Clínica de Salud Mental del Hospital Mather; su terapeuta original había dejado New Horizon y el nuevo a menudo estaba sobrecargado de trabajo y no tenía disponibilidad de tiempo.
Se le recetó Lamictal en Mather y luego de nuevo en New Horizon. “Creo que es un estabilizador del estado de ánimo, pero no estoy segura”, dudó.
Lamictal (lamotrigina) está destinado principalmente a adultos con trastorno bipolar y convulsiones, pero Smith no presenta esas condiciones, aunque algunos estudios han demostrado su eficacia en el tratamiento de otros trastornos del estado de ánimo. El medicamento viene con una advertencia sobre las peligrosas erupciones cutáneas que, en casos raros, son potencialmente mortales, señalando: “La tasa de erupciones graves es mayor en los pacientes pediátricos que en los adultos”.
En diciembre de 2020, Smith comenzó con terapia conductual dialéctica, una rama de la terapia cognitiva conductual, en la Universidad de Hofstra. Pero el tratamiento no incluía un psiquiatra para supervisar y coordinar la medicación; en esa ausencia, New Horizon continuó recetando los medicamentos de Smith.
El tratamiento farmacológico fue aumentando. En el transcurso de sus años de escuela secundaria, a Smith se le prescribieron 10 medicamentos psicotrópicos, no siempre a la vez, sino en períodos superpuestos, según muestra su historial médico.
En 2021, el año en que se graduó, New Horizon le había recetado siete: Focalin; Trintellix (vortioxetina); alprazolam, un ansiolítico que se sabe que es adictivo; Lamictal y Topamax (topiramato), una combinación de medicamentos anticonvulsivos y contra la migraña que puede usarse para estabilizar el estado de ánimo; Rexulti (brexpiprazol), un fármaco “complementario” para adultos que padecen un trastorno depresivo mayor, y olanzapina, un medicamento que se usa principalmente para el trastorno bipolar y la esquizofrenia. Smith dijo que le aseguraron que la olanzapina atenuaría los efectos secundarios de los otros medicamentos y la ayudaría a dormir.
“No se me ocurre ningún trastorno que requiera que tome tantos tipos de medicamentos”, afirmó Mark Olfson, psiquiatra clínico de la Universidad de Columbia y uno de los varios expertos a los que el Times consultó sobre el tratamiento farmacológico de Smith, todos los cuales expresaron preocupaciones similares. “No es un esquema coherente”, opinó Olfson.
Pero, añadió, la práctica de prescribir medicamentos de más era común entre varios doctores: “Cuando están buscando algo que haga que el paciente esté libre de síntomas, crean problemas que pueden resultar en lo que en términos amables se llama desventura farmacológica”.
El auge de la polifarmacia
El camino hacia la polifarmacia suele comenzar con los medicamentos que se utilizan para tratar el TDAH. Esta enfermedad es la “base de la polifarmacia”, sentenció David Lohr, psiquiatra infantil de la Universidad de Louisville y director médico del Departamento de Servicios Comunitarios, que supervisa el sistema de bienestar infantil de Kentucky.
Los medicamentos para el TDAH se recetan ampliamente y se consideran una forma relativamente libre de riesgos para mejorar la concentración. Pero Lohr explicó que cuando una medicación no resuelve todos los problemas –o cuando aparecen otros nuevos– los padres y los médicos pueden apresurarse a añadir más medicamentos en lugar de recurrir a soluciones no farmacológicas, como la terapia. Además, los medicamentos para el TDAH pueden tener efectos secundarios, como el insomnio, que los médicos a veces tratan con recetas adicionales.
Además, “los medicamentos no funcionan tan bien”, indicó Robert Hilt, psiquiatra de la Universidad de Washington. Señaló que los estudios han mostrado solo una ventaja modesta para algunas de las principales clases de medicamentos, incluidos los antidepresivos, que se recetan a los adolescentes.
Joshua Gordon, director de los Institutos Nacionales de Salud Mental, dijo que los médicos a menudo “se apresuran a ayudar a un menor que está en su consulta”, pero que la falta de pruebas claras sobre cuáles fármacos funcionan puede llevar a estimaciones fundamentadas y a la prescripción de múltiples medicamentos. “La razón por la que los niños acaban tomando múltiples medicamentos es porque no tenemos los medicamentos que realmente les funcionan. Todo esto sugiere que necesitamos más investigación”, afirmó.
No obstante, muchos expertos subrayaron que el uso adecuado de la medicación correcta puede ser esencial para ayudar a estabilizar a un adolescente con ansiedad clínica, depresión, autolesiones, con tendencias suicidas o problemas de atención.
“Las medicinas son importantes”, declaró Stephanie Kennebeck, una médica de urgencias pediátricas del Hospital Infantil de Cincinnati que ha estudiado los enfoques terapéuticos para los impulsos suicidas. También es vital “saber que la medicación tiene sus limitaciones. La terapia es la piedra angular de lo que procuramos darles a los niños”, sostuvo.
La polifarmacia se hizo aún más común después de 2013, cuando se actualizó y amplió la definición clínica del TDAH. Antes, el Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales, la referencia estándar para el diagnóstico de miles de condiciones médicas, establecía que un diagnóstico de TDAH se aplicaba si el paciente mostraba “algunos síntomas hiperactivos-impulsivos o inatentos que causaban deterioro”.
En 2013, se eliminó el requisito del deterioro, entre otros cambios que, en conjunto, “condujeron a un aumento significativo del diagnóstico”, según un análisis publicado en la revista JAMA Open Network. Entre 2015 y 2016, el 13,1% de los adolescentes de 12 a 17 años fueron diagnosticados con TDAH, según el análisis de la revista.
Pero los casos de polifarmacia no siempre comienzan con un diagnóstico de TDAH. El verano pasado, Jean, de 22 años, que se identifica por su segundo nombre para proteger su privacidad, se sintió cada vez más agitada y deprimida antes de cursar su último año en la universidad.
En abril de este año estaba tomando siete medicamentos psiquiátricos: la lamotrigina; la hidroxizina, la gabapentina y el propranolol para la ansiedad; el escitalopram, un antidepresivo; la mirtazapina para tratar el trastorno depresivo mayor; y el carbonato de litio, para los trastornos generales del estado de ánimo, aunque también se utiliza para tratar el trastorno bipolar, que no se le ha diagnosticado a Jean.
A finales de ese mes, Jean confesó en la terapia de grupo que creía que podía ser suicida. Posteriormente le recetaron tres medicamentos más, entre ellos quetiapina, un antipsicótico utilizado para tratar la esquizofrenia, entre otros trastornos.
Cuando Jean fue a la farmacia a recoger toda la serie de recetas psiquiátricas, el farmacéutico salió del mostrador. “¿Estás segura? ¿Todo esto es para ti?”, preguntó, según los padres de Jean.
A algunos expertos en salud les preocupa que, en algunos casos, se prescriban fármacos psiquiátricos para calmar la angustia propia de la adolescencia. El resultado es “la medicalización de la adolescencia”, dijo Zito, de la Universidad de Maryland. “Es una huida”, opinó.
Una nueva perspectiva
En octubre de 2021, Renae Smith fue diagnosticada con cáncer en la tiroides. La operación para extirpar el tumor estaba programada para el pasado mes de abril.
Durante el invierno, encontró un nuevo psiquiatra que, según Smith, podía pasar más tiempo con ella de lo que había podido hacer su psiquiatra en New Horizon.
Bajo el cuidado del nuevo médico, empezó a reducir el régimen de medicamentos que le habían recetado hasta entonces. En el momento de la operación, solo tomaba dos medicamentos psiquiátricos al día, uno para el TDAH y otro para la depresión, y también tomaba una pastilla contra la ansiedad una vez a la semana, más o menos, cuando los síntomas se agudizaban.
Su nuevo psiquiatra le detalló que los medicamentos no podían hacer mucho. “Ayudan con el estrés irracional y la depresión irracional”, recordó Smith que le dijo el nuevo médico, y que “tomar antidepresivos no va a hacer que estés menos triste si alguien que te importa se muere”.
La intervención quirúrgica de la tiroides en abril fue un éxito. A mediados del verano, contó Smith, se sentía más feliz. “Creo que la medicina sí está funcionando”, consideró, pero también atribuyó el mérito al “trabajo interno”, la autorreflexión y el diagnóstico de cáncer. “Me abrió los ojos. Las cosas que crees que son tan importantes se disipan”, agregó.
Su definición de éxito también ha cambiado. Mientras que antes pensaba en “ser doctora o abogada o cosas así”, ahora trabaja en un vivero y está solicitando el ingreso en una universidad de cuatro años con especialización en ciencias ambientales y de la vida silvestre.
“Me gusta trabajar con mis manos –aseguró Smith–. No quiero trabajar en un escritorio y yo creía que eso es lo que debía hacer. No soy la misma persona que era hace un año”.
Por Matt Richtel
Con la colaboración de Kerry Lester Kasper
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