Adiós al barbijo: qué se aprendió de la pandemia de Covid-19 y qué desafíos dejó hacia adelante
Los especialistas coinciden en que no será la última que enfrentará el mundo; insisten en la importancia de no desmantelar los sistemas de salud y en las responsabilidades individuales
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CÓRDOBA.– En los últimos días el “fin de la pandemia de Covid-19″ se instaló nuevamente en la escena pública. La tendencia a la baja en contagios (promedio de los últimos siete días, 474.000) y muertes a nivel global hizo que el director general de la Organización Mundial de la Salud (OMS), Tedros Adhanom Ghebreyesus, dijera que el mundo “nunca ha estado tan cerca” de que la pandemia concluya. El presidente de Estados Unidos, Joe Biden, directamente cree que “ha terminado”. Y hoy, en nuestro país el Ministerio de Salud nacional eliminó la obligatoriedad del uso del barbijo. En este contexto, LA NACION consultó a especialistas qué se aprendió, qué errores –a la luz de los hechos– se cometieron y cómo deberían gestionarse, hacia adelante, las vacunas.
Entre las coincidencias se cuentan un “moderado optimismo” respecto de que la pandemia empieza a convertirse en una endemia, la necesidad de continuar con la “pedagogía” sobre las responsabilidades individuales, la ratificación de que no se debe retacear inversión en los sistemas de salud pública y en investigación, y el énfasis en que, por la colaboración internacional, se lograron vacunas en tiempo récord.
Hay consenso en que el mundo no esperaba la pandemia –lo que se puso de manifiesto, por ejemplo, en el tiempo que tardó la OMS en definirla como tal– y, por lo tanto, no estaba “adecuadamente” preparado.
El infectólogo Eduardo López, que integró el comité que expertos que asesoró al presidente Alberto Fernández sobre la pandemia, y Marta Cohen, patóloga y pediatra argentina residente en Reino Unido, repasan que los gobiernos, en general, consideraron que el Covid-19 sería una enfermedad autolimitada y minimizaron los riesgos. Cohen y el epidemiólogo Hugo Pizzi, asesor de la gobernación de Córdoba, insisten en que habrá nuevas pandemias y vinculan el riesgo con el cambio climático.
“Siempre fui crítico de actitudes del ser humano como la destrucción del boque nativo, de la selva, de los nichos ecológicos de los animales –grafica Pizzi–. Lo veníamos advirtiendo y nadie nos prestó atención. El Covid-19 y la viruela del mono tienen relación con eso. Vamos a tener que ser más respetuosos, tener una actitud diferente”.
Cohen, con el mismo planteo, enfatiza que hay que hacer prevención de los lugares de origen de brotes endémicos, “si no serán epidémicos”, y recomienda la instalación de laboratorios avanzados en donde sean necesarios para vigilancia en personas y animales.
Según Matteo Bassetti, jefe de Enfermedades Infecciosas del Hospital General de San Martino en Génova (Italia), una enseñanza crucial es que “no solo una marca de hamburguesa o de gaseosa son globales. El virus lo es; llegó de un mercado de China y golpeó a todo el mundo. Solo con inversión en investigación se puede dar una respuesta, solo así se puede estar siempre listo y con una organización sanitaria general. Es la forma de afrontar un nuevo virus o bacteria”.
Para Cohen, entre los “errores” de los que se debe aprender están la inexistencia de un plan, concepto que abarca el no haber tenido –pese a la existencia de la tecnología necesaria– una vigilancia epidemiológica global y el ocultamiento de datos por parte de China (que “pasó de esa situación a convertirse, ahora, en un estado militar con los contagiados”) que terminó atrasando decisiones, incluso la declaración de la emergencia sanitaria por parte de la OMS. “Los antivacunas, los terraplanistas, los negacionistas, también empujaron a otros a errores”, añade.
Annat Raitter, inmunóloga argentina radicada en Israel, sostiene que en los primeros tiempos todo se manejó “a prueba y error”. Describe que era un virus del que las células humanas no tenían memoria para reconocerlo y no se sabía cómo iba a reaccionar. “Hubo muchas muertes en especial de quienes tenían un sistema inmune menos potente para defenderse; se decidió encerrarnos a todos para resolver qué hacer”.
El barbijo, una clave
José Antonio López Guerrero, docente de microbiología y director de Neurovirología del departamento de Biología Molecular de la Universidad Autónoma de Madrid, señala que debemos aprender de lo que no se hizo. “Hubo falta de coordinación entre diferentes países y en un mismo país. Hay que hacer buena pedagogía; no alcanza con tutelar, hay que explicar la responsabilidad individual que existe, así como apoyar la salud pública, la investigación y la educación, y expandir el trabajo virtual”, enumera.
Igual que López, reconoce que con el paso de los días se le dio el real significado al uso del barbijo que, al comienzo, no parecía útil. El argentino subraya que su utilización y una distancia de, al menos, 1,5 metros entre dos personas reduce en un 75% el riesgo de contagio. “En aglomeraciones, en el transporte público, seguirá ayudando”, desliza López Guerrero.
Hoy, en la Argentina, a través de la resolución 1849/2022 publicada en el Boletín Oficial, el Ministerio de Salud de la Nación eliminó la obligatoriedad del uso del barbijo. Aclara que la decisión es porque “el SARS-CoV-2 se ha convertido en un virus circulación estacional”, lo que hace que su utilización quede solo reservada a “escenarios particulares”.
“¿Circulación estacional es sinónimo de endemia?”, preguntó este diario. “No, no tiene comparación el término. La estacionalidad implica que el SARS-CoV-2 se integra al circuito de vigilancia de otros virus estacionales”.
López Guerrero y López sostienen que también llevó tiempo reconocer la capacidad aerosolizante del virus, la existencia de superpropagadores (infectan a más cantidad de personas) y superemisores (más capacidad de aerosolizar) y de portadores asintomáticos, y que fue tardío el consejo de ventilar los espacios. Todos factores que no estuvieron en el inicio de la pelea contra el Covid-19.
“Ahora es fácil ser ‘profeta del pasado’ –plantea López Guerrero–. Complicó todo el no haber pensado en la posibilidad de pandemias, no haber tenido centros de vigilancia epidemiológica, que muchos países hubieran desmantelado su salud pública. Muchas decisiones se tomaron con datos de coronavirus anteriores. Hubo medicamentos que no dieron los resultados esperados, como el remdesivir y la hidroxicloroquina. No lo sabíamos. Un error del presente es querer volver a una situación prepandémica y no pospandémica”.
Bassetti admite que las mayores equivocaciones fueron en los primeros meses “por desconocimiento ante algo nuevo. Después se reaccionó bien, colaborando médicos de todo el mundo. En una evaluación completa, diría que hemos acertado”. Pizzi comparte el análisis: “No teníamos elementos para cambiar lo que hacíamos; decidimos cuarentenas para ganar tiempo, era lo único que se podía hacer. Luchábamos contra la muerte sin saber cómo pararla”.
A criterio de Raitter, quedaron aspectos positivos que se mantendrán, como el que se generalicen las consultas médicas virtuales: “Es un avance importante; todo se aceleró y se hizo de manera más práctica. Eso sirve para adelante”.
Cuarentenas y vacunas veloces
López no duda en indicar que se aprendió que las cuarentenas “largas” eran “contraproducentes”. “Bajaron el contagio, pero provocaron trastornos psicoafectivos en los dos extremos de la vida: en niños y ancianos. Las cortas, sobre situaciones puntuales, fueron efectivas”, resume. Cohen entiende que los aislamientos sirvieron, pero “no la imposibilidad de salir a caminar, de que los chicos jugaran afuera, de hacer ejercicio”.
Bassetti y López Guerrero reconocen que los confinamientos, en el momento más importante de la primera oleada, sirvieron, aunque después deberían haberse revisado y gestionado con otras estrategias.
Es transversal a los consultados por LA NACION la opinión respecto de que un desafío superado es el de haber logrado vacunas en tiempo récord. “Lo más veloz que conocíamos era la de paperas, que insumió unos cuatro años y medio en los ‘80 –sostiene López–. Ese dato remarca la importancia de lo hecho con el Covid-19″. Aprovecha para destacar que la Argentina fue uno de los primeros países en realizar estudios clínicos; también reconoce la capacidad para producir respiradores que tuvo el país.
Como un “hito del milenio” define López Guerrero a la colaboración entre privados y gobiernos para obtener las vacunas. Bassetti y Raitter enfatizan la “organización” que permitió que se alcance un nivel “alto” de inmunizados en el mundo. “El 65% de la población tiene al menos una dosis –apunta el italiano– e incluso la minoría que no cree en las vacunas se benefició. Se atenuó la fuerza del virus”.
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