Murió Roger Payne, el científico que descubrió el canto de las ballenas
Falleció a los 88 años en su casa, en Vermont; fue un destacado conservacionista mundial, que estudió esos cetáceos en la Patagonia argentina
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El norteamericano Roger Payne, el científico que desató un movimiento conservacionista mundial con su descubrimiento de que las ballenas son capaces de cantar, falleció a los 88 años. Había hecho el hallazgo en 1967 durante un viaje exploratorio a Bermuda en el que un ingeniero de la Armada de los Estados Unidos le mostró una grabación de extraños sonidos submarinos captados cuando la nave trataba de detectar submarinos rusos. Payne identificó los sonidos como canciones que las ballenas se cantan unas a otras.
Payne consideró el descubrimiento como una oportunidad para generar interés en salvar a los cetáceos, que estaban desapareciendo. Produjo el álbum Songs of the Humpback Whale (Canciones de la ballena jorobada) en 1970. El disco se convirtió en un éxito sorpresivo y generó un movimiento global para poner fin a la caza de ballenas y salvar de la extinción a los animales.
Payne reconoció que su hallazgo ofrecía una oportunidad de crear interés en proteger a un animal que hasta ese entonces era considerado más que nada como un recurso natural, una curiosidad o una molestia. En una entrevista con Nautilus Quarterly, en 2021, relató que cuando escuchó el sonido por primera vez, en la ruidosa sala de máquinas de la embarcación, supo casi de inmediato que se trataba de ballenas. Impulsó especialmente el Programa Ballena Franca Austral, desde el Whale Conservation Institute/Ocean Alliance que fundó y del que era presidente.
“A pesar del ruido, lo que escuché me dejó asombrado. Me pareció obvio que, al fin, aquí había la oportunidad de hacer que el mundo se interesara por prevenir la extinción de las ballenas”, expresó Payne a esa revista.
En la Argentina
En su extensa trayectoria, Payne había viajado especialmente a la Patagonia argentina en varias oportunidades. “Es el mejor lugar en el mundo. Aquí hay muchas ballenas, están muy cerca de la costa y se las puede ver desde los acantilados sin necesidad de meterse en el agua con un bote y molestarlas. Verlas embarcado es muy excitante, pero en ese caso la ballena no se comporta en forma natural, solamente está reaccionando a nuestra presencia. Para ver realmente qué hacen hay que mirar a distancia. Como ellas vienen todos los años, podemos seguir los progresos de cada uno de los individuos que hasta ahora conocemos, unos 1300 ejemplares. Los hemos identificado y sabemos en qué grupos andan, la frecuencia con que dan a luz, con qué rapidez crecen las crías”, le dijo a LA NACION en una entrevista en una estancia en la Península Valdés, en octubre de 2000, en ocasión de uno de sus viajes.
En aquel momento, había manifestado su preocupación porque la ballena franca austral era “la especie más amenazada de las grandes ballenas”. Y ejemplificó: “Cuando comenzamos, en los ´70, había 400 ballenas; ahora hay 2500. Aunque la población creció, aún son pocas”.
Entre los peligros que enfrentaban estos cetáceos, señaló: “La caza comercial. Los cazadores de ballenas quieren reanudar la actividad y creo que será casi imposible evitarlo, porque tienen mucho poder y no son confiables. En los ´60, por ejemplo, los soviéticos dieron muerte a 2000 ballenas australes en el hemisferio sur, en forma totalmente ilegal, y dijeron que habían matado solo una “por error”. Entonces, ¿por qué creer que serán honestos? Además es un negocio que da mucho dinero: cada ballena vale entre medio millón y un millón de dólares. Es difícil detenerlo”.
También en aquel momento anunció: “Quiero que mis estudios lentamente pasen a manos de los argentinos. En este tiempo pudimos investigar una pequeña porción de la vida de las ballenas. Si tenemos en cuenta que viven entre 50 y 100 años, todavía nos falta conocer al menos una generación. Es un trabajo maravilloso y me encantaría que los argentinos lo continuaran”.
Payne falleció el sábado de cáncer de pelvis. Vivía en South Woodstock, Vermont, con su esposa, la actriz Lisa Harrow. Todavía no se han hecho las disposiciones fúnebres, dijo Harrow.
Payne tuvo cuatro hijos de un matrimonio anterior con la zoóloga Katy Payne, con la cual colaboraba. Los dos usaron equipos primitivos a fines de la década de 1960 para grabar los sonidos de las ballenas jorobadas, cuyas complejas y enervantes canciones a veces llegan a durar media hora.
El impacto de su descubrimiento en el incipiente movimiento ambientalista fue inmenso. Muchos activistas antibélicos de la época adoptaron como suyas las nuevas causas de salvar a los animales y al medio ambiente, y la frase “Salvemos a las ballenas” se volvió popular en mochilas y calcomanías.
Con información de AP
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