Ada y Elías Morales volvieron a llorar a su hija siete años después
Siguieron el fallo desde el patio de su casa; piden castigo para los encubridores
SANFERNANDO DEL VALLE DE CATAMARCA.- Ada Morales apretó fuerte los labios. Casi se le pusieron blancos. Las lágrimas le inundaron los ojos y le caminaron por las mejillas. Apoyó la boca en la cabeza de su nietito Gabriel, que esperaba en su regazo.
Elías Morales se sentó de golpe. Miró a su esposa y volvió sus ojos hacia el piso. Sacó un cigarrillo y fumó.
Ambas escenas, que parecieron una, duraron menos de treinta segundos. La radio, mediante la cual llegaba la voz con la condena para los acusados, era lo único que se oía bajo las estrellas.
Los padres de María Soledad Morales se abrazaron debajo del paraíso que gobierna el humilde patio de su casa de Valle Viejo.
El tribunal había dado el veredicto por el que habían esperado, o padecido, para decirlo mejor, durante siete años.
Se tomaron fuerte de la mano. Ada elevó su mirada al cielo y volvió a cerrar los ojos. Elías mantenía la vista fija en un punto perdido.
Las casi cuarenta personas que los acompañaban quedaron en un segundo plano, como difusos.
Se escucharon gritos de alegría y alguno que otro aplauso que se cortaron rápidamente porque parecían no corresponderse con el sentimiento de Ada y Elías.
Cuando la latosa voz anunció los 21 años de prisión para Luque, la hermana Amalia, una religiosa de Tucumán, que llegó para estar al lado de los Morales, le tomó la mano a Ada. Y cerró los ojos.
La primera palabra que dijeron los padres de la víctima coincidió con el instante en que se conoció la condena para Luis Tula. "Le tendrían que haber dado perpetua", dijo Elías. "El es el culpable de todos nuestros males", soltó Ada.Y entró como en un trance.
María Belén y una de las melllizas, Analía, la abrazaron por detrás, mientras Ada seguía sentada. Fue el momento de mayor emoción. Las tres se ahogaron en un llanto. Y Elías también soltó lágrimas.
Las tías de María Soledad también se abrazaron y elevaron sus ojos a una imagen de la Virgen del Valle que está en el comedor de la casa, a unos veinte metros de donde estaba el resto de la gente.
No había alegría. Sólo satisfacción de haber encontrado , al fin, un consuelo para lo que tanto dolor les había causado.
"Esta herida nunca va a cicatrizar. Lo que más anhelábamos era justicia para que nuestra hija descansara en paz. Desde ahora, sí, María Soledad descansará en paz", dijo Ada, cuando pudo articular una frase.
La presión le jugó una mala pasada y trepó a 21. Se sofocó y hubo que atenderla. Los médicos le recomendaron que se acostara y ella cumplió. Mientras caminaba hacia la cama, Ada sentenció: "Ahora espero una buena condena para todos esos encubridores que recibieron dinero manchado con la sangre de mi hija." Cuando llegaron José Buteler, Luis Segura y Natalia Oviedo, se abrazaron con todos y se fueron a saludar a Ada a la habitación.
Un té de fruta ("me dijeron que calma los nervios, por eso lo tomo") y algunos masajes habían mitigado la ansiedad de la mujer durante la larga espera de la tarde. Pero no alcanzó. El hombre optó, en cambio, por devorarse más de un paquete de Benson & Hedges.
Desde que Tula y Luque aparecieron en la TV para decir su última verdad todo fue una espera interminable. Ni Ada ni Elías se acercaron al comedor. "No hubiera soportado verlos en directo", sintetizó el padre.
El médico Mario Marcolli y el ex diputado provincial Juan Carlos Balverde ya se habían saludado con todos, como el periodista local Quelo Molas, que no soportó la emoción y lloró.
Mientras que Ada seguía en la cama reponiéndose de la emoción, en el patio, empezaba a oírse la canción que fue símbolo de una lucha que duró siete años: "No tenemos miedo, no tenemos miedo. . ."
Hoy, a las 8.30, saldrán en procesión desde el Colegio del Carmen y San José hacia la gruta de la Virgen del Valle para cumplir con su promesa.