El humor de los vecinos de este pueblo cordobés oscila entre la emoción de recibir al ídolo y el temor al desmadre absoluto; calculan que pueden llegar a asistir 20.000 personas
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CALCHÍN.– El mensaje llegó el lunes a la mañana y, en pocas horas, revolucionó al pueblo entero. “El miércoles vamos a Calchín”, le escribió Gustavo, el padre de Julián Álvarez, a un vecino. Seguramente no imaginó la repercusión que tendría la noticia: en solo dos días, el pueblo de 18 cuadras por nueve, cuna del joven goleador de la selección, situado a una hora y media de la ciudad de Córdoba, organizó el evento más grande de su historia.
“Si me preguntás cómo lo hicimos, la verdad, no sé”, dice, ahora entre risas, Lucas “El Ganga” Lamberti, de 35 años y miembro de la comisión directiva del Club Atlético Calchín, donde La Araña jugó y se lució como principal estrella hasta sus 16 años. En esa cancha, que tiene una pequeña tribuna, el pueblo recibirá a las 18 a su “Juli” a toda pompa.
“Para que te des una idea, lo más fácil fue conseguir que toquen Los Caligaris, que estaban de vacaciones. Después, sonido, escenario, luces, bebidas: todo lo trajimos de afuera, de otras localidades, y a las corridas”, suma el organizador, que junto a otras 25 personas va y viene para terminar los últimos detalles, bajo el sol rajante de mediodía y unos 37 grados de sensación térmica.
El número de personas que asistirán al evento es la gran incógnita. La invitación que publicó el club en sus redes sociales tomó tanto vuelo entre los pueblos vecinos que a esta altura no saben si esperar 5000 personas, 10.000 o 20.000.
La caravana del orgullo
Casi todo el pueblo colaboró de una u otra manera con el evento, que comenzará con una caravana desde el ingreso principal, sobre la ruta. Los que no lo hicieron esperan con ansias la llegada del joven orgullo de Calchín. Y es que en esta pequeña localidad no hay nadie, absolutamente nadie, que no se emocione al hablar de él.
“Acá no se habla de la selección, de Messi, solo del Juli. Nosotros somos del Juli”, cuenta Ivana Caro, de 42 años, vecina del futbolista, que atiende en un local de indumentaria femenina. Ella lo conoce a Álvarez desde que nació, al igual que casi todo Calchín. Beatriz Acuña, directora del único secundario del pueblo, al que Julián asistió hasta cuarto año, no puede contener la euforia de volverlo a ver. “Hizo conocido a Calchín, ¡a Calchín! ¿Vos podés creer eso? Acá nunca pasó nada. Casi ni figurábamos en los mapas. Y, de repente, una explosión de emociones y de gente”, suma la directiva, que destaca la dulzura y la sencillez del futbolista.
Hoy, el humor de los vecinos oscila entre la emoción de recibir al ídolo popular y el temor al desmadre absoluto. “Tenemos miedo. No estamos preparados para recibir tanta gente. ¿Mirá si se cumple lo que teme el municipio y vienen 20.000? ¿Dónde los metemos? En el estadio no van a entrar”, comenta Sergio Quintero, de 55 años, amigo de “Pululo”, el padre del futbolista, mientras se refresca con un trago de Gancia con soda junto a sus amigos, en el bar de la ex estación del ferrocarril, que dejó de pasar en 1976. Quintero es el canillita del pueblo, al igual que lo fue su padre y, antes que él, su abuelo.
Allí mismo, ayer a la noche la artista local a cargo del mural de Julián, que cubre toda la fachada de la antigua estación, le hacía los últimos retoques a su obra. Tuvo que trabajar de noche para lograr finalizarla antes del “día J”, como apodó un vecino a este miércoles tan atípico. En un primer plano, la muralista pintó a “El Juli”, iluminado por los rayos dorados que desprende una enorme Copa del Mundo. A un costado, también están retratados los otros dos ídolos futbolísticos de la historia del pueblo, hoy completamente opacados: el “Tato” Martellotto y el “Chivo” Rolfo. Los dos jugaron en la selección argentina, pero ninguno participó de un Mundial.
Entre los vecinos, muchos también hacen saber su disconformidad con la organización del evento. Dicen que con tanta gente ninguno de ellos, que son los que realmente conocen y quieren a Álvarez, logrará saludar al recién llegado. “Vamos a estar del otro lado del alambrado, entre la multitud de desconocidos”, suma un señor mayor, que prefirió no dar su nombre. Él, al igual que unos 800 vecinos de la localidad, vio la final de Qatar este domingo en un proyector desplegado en el salón principal del Club Atlético Calchín. Después, con la multitud, salió a festejar a las calles, que rebosaron de alegría y también de turistas que se acercaron al pueblo a festejar. Desde entonces que Julián es el monotema.
Cuando no se habla de él, se habla de los dos coreanos. “Están dando vueltas desde ayer”, comenta Lucía Busto, de 76 años, desde la puerta de su casa. “Vinieron de Corea directo a Calchín”, afirma otro vecino, desde un bar, a media mañana. En el almuerzo en el único restaurante del pueblo, los dos asiáticos son acaparados por un matrimonio local, que se instala en su mesa. En un español rudimentario, uno de ellos les explica, al terminar su pizza: “Queremos sentir lo que ustedes sienten. De acá nos vamos a Rosario, para ver a Messi y Di María”.
El niño 10 de Calchín
La familia Álvarez todavía tiene su chalet en Calchín, a una cuadra de la escuela y a dos de la plaza principal, aunque actualmente, a pedido del futbolista, la casa está siendo reformada. Allí vivió Julián desde que nació hasta los 16 años, junto a sus padres, sus dos hermanos mayores y su abuela materna, Erminda. Luego se mudó a Buenos Aires para continuar sus estudios secundarios y futbolísticos en el Instituto River Plate.
“Me acuerdo cuando la Erminda todavía vivía, que nos invitaba a su casa a ver los partidos del Juli en River. Ella pedía pizza y prendía la tele. Nosotras llevábamos el mate. ¡Tan orgullosa estaba! Falleció hace pocos años”, cuenta Busto, amiga de la abuela del joven.
En la pandemia, Julián volvió a la casa de su infancia durante unos meses. “Se habrá quedado hasta julio, más o menos. Me acuerdo que lo veía peloteando con sus hermanos y sus amigos en el predio del ferrocarril, como hacía siempre desde chiquito. Los chicos más chicos se acercaban a pedirle fotos”, cuenta Acuña.
Su salto a la fama, al menos en su pueblo natal, fue en diciembre de 2018, cuando salió campeón de la Copa Libertadores junto a River. Fue entonces, para recibirlo después de aquel triunfo, que la municipalidad mandó a hacer un cartel gigantesco que hoy sigue estando en el ingreso del pueblo, en el que se lee “Calchín, la tierra de Julián Álvarez”, acompañado por fotografías del futbolista con la remera roja y blanca.
En enero de este año, el jugador fue comprado por Manchester City. Pero nunca olvidó a sus amigos de la infancia, sus compañeros de clase, que siguen siendo muy cercanos a él. “Hasta les contestaba mensajes desde Qatar. Son un grupo de unos diez chicos. La mayoría iban con él a la clase. Y todos siguen siendo muy unidos”, detalla Acuña.
Casi ninguno se encuentra actualmente en Calchín. El lunes partieron del pueblo para recibir a su amigo futbolista el martes en Buenos Aires. En unas horas, volverán al pueblo en caravana junto a él y su familia.
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