Abusos sexuales, el problema más grave del papado de Francisco
ROMA.- Aunque lo ha heredado, el escándalo de abusos sexuales por parte del clero es el gran desafío del pontificado del papa Francisco y de la Iglesia Católica.
La crisis estalló en la década de 2000 en Estados Unidos, sacudió también a otros países como Irlanda, Australia, Alemania y recientemente a Chile, que se encuentra en un dramático proceso de "limpieza".
Se trata de una "piedra en el zapato" del exarzobispo de Buenos Aires, pero sobre todo de un horror que ha manchado como nunca la credibilidad de la Iglesia Católica, que durante décadas, para proteger el buen nombre de la institución, no enfrentó el fenómeno, sino que encubrió, desplazó a curas abusadores de una diócesis a otra y maltrató a las víctimas, en una cultura del silencio, que ya ahora todo el mundo conoce, en parte gracias a investigaciones periodísticas y a las denuncias de los sobrevivientes. Y que el Papa quiere erradicar.
Francisco quiere a toda costa terminar con esta "monstruosidad". Lo demuestran hechos ocurridos en los últimos meses en el Vaticano, inimaginables tiempo atrás: una cumbre sobre este tema, en febrero pasado; y una ley universal –el motu proprio "Vos estis lux mundi" (Vosotros sois la luz del mundo), del 9 de mayo– que impone a todos los sacerdotes, religiosos y religiosas del mundo la obligación de denunciar no solo los casos de abuso sexual, sino también de acoso y encubrimiento que conocen, presentes y antiguos.
Esta normativa dispone, además, que todas las diócesis del mundo elaboren en un año un sistema fácilmente accesible al público para recibir informes de abusos, acosos o sospechas de los mismos. Establece el procedimiento para que también se puedan investigar obispos en las iglesias locales y obliga a la celeridad en las investigaciones.
Francisco había comenzado a actuar antes. En 2014, creó la Pontificia Comisión para la Protección de Menores, formada por expertos y también víctimas, presidida por el cardenal estadounidense Sean O'Malley, arzobispo de Boston, la primera diócesis golpeada por el escándalo. En junio de 2016, en el motu proprio "Como una madre amorosa", dictaminó que los obispos culpables de negligencia en casos de abusos -es decir, de encubrimiento- deben ser removidos.
El año pasado, pidió perdón al pueblo chileno por sus errores, luego de haber respaldado (por mala información) a un obispo -Juan Barros-, acusado de encubrir los abusos del sacerdote acusado de abusos Fernando Karadima, expulsado del ministerio. Francisco -que envío al país trasandino al arzobispo maltés, Charles Scicluna, máximo experto en abusos del Vaticano, que realizó un informe demoledor- provocó un terremoto en el Episcopado chileno, que renunció en bloque y se encuentra en un dramático proceso de limpieza y virtualmente intervenido. El papa suele reunirse con víctimas una vez por semana e hizo lo mismo con las tres emblemáticas chilenas, a quienes invitó a pasar unos días con él en el Vaticano. En esa ocasión les reiteró el pedido de perdón.
Después de un viaje a Irlanda -en agosto pasado- marcado por esas mismas heridas y luego de haberse visto acusado por un exnuncio de encubrir a un anciano excardenal estadounidense hallado culpable de abusos (Theodore McCarrick, a quien también expulsó del sacerdocio), Francisco se dio cuenta de que hacía falta hacer más.
Problema global
En febrero pasado, consciente de que se trata de un problema global, convocó a los presidentes de todas las conferencias episcopales a una reunión sobre el tema, algo sin precedente en el Vaticano. En esta reunión, sobre un asunto hasta hace poco tabú, por primera vez fueron puestas en el centro las víctimas, que dieron testimonios escalofriantes.
El primer resultado de esta cumbre fue la promulgación, el 29 de marzo pasado, de una nueva ley para el pequeño Estado del Vaticano, pero que se pretende que sea un modelo para todos los episcopados, que obliga a señalar los abusos a las autoridades competentes, prevé sanciones para quienes no lo hagan y un novedoso "servicio de acompañamiento para las víctimas". El segundo resultado fue el motu proprio "Vos estis lux mundi".
Pese a esto, la Iglesia aún no logra recuperar su credibilidad. De hecho, siguen saliendo esqueletos del armario de muchos altos prelados y "manzanas podridas". Algo que pone en duda si toda la alta jerarquía quiere seguir ese cambio de rumbo que pide el Papa. Francisco siempre dejó en claro su política de tolerancia cero. Un claro reflejo de esto es que por primera vez un alto prelado, el cardenal australiano George Pell, que fue superministro de Economía del Vaticano y miembro del consejo de cardenales consultores del Papa, se encuentra encerrado en una prisión de Melbourne, condenado (en primer grado) a tres años y nueve meses de prisión por abusar de monaguillos.
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