Abrieron una posta para inocular a trabajadores de la salud en River
Las vallas blancas de la entrada al microestadio de River Plate estaban colapsadas de gente que aguardaba impaciente ayer, a las 11.30. Esta vez, los asistentes no aguardaban para ver un partido de básquet: esperaban con inquietud su turno para recibir la vacuna rusa contra el Covid-19.
El gobierno porteño habilitó esta posta extrahospitalaria para los trabajadores de la salud independientes. Funcionará hasta mañana, con 400 dosis diarias. “Los turnos se agotaron muy rápido”, señalaron desde el Ministerio de Salud de la ciudad.
Las mismas fuentes apuntaron que en la Capital hay alrededor de 150.000 profesionales de la salud. “En la primera tanda vacunamos a 24.300, que aguardan ahora a la segunda dosis. Y en esta son 15.000. Nos queda un resto importante todavía”, añadieron.
Héctor Zavala, oftalmólogo de 79 años, hizo la fila junto a su esposa. Hacía 20 minutos que estaban esperando y aún le precedían dos vueltas a las vallas, pero el ritmo era agilizado. “Yo no era partidario de vacunarme, no tengo confianza en nada de origen ruso o chino, pero mis tres hijos me convencieron y pedimos el turno hace un par de días. Hoy leí que la eficacia es bastante alta y me dio alegría”, afirmó.
Mientras soldados del Ejército argentino con barbijos a tono con su uniforme supervisaban el orden, los profesionales de la salud medían la temperatura corporal y esparcían en sus manos el alcohol en gel que una orientadora del gobierno les facilitaba a la entrada del estadio.
La temperatura ascendía levemente en el interior. Los profesionales iban ingresando al sector de empadronamiento, compuesto por unas cinco mesas, donde realizaban el registro. Después aguardaban en un costado, hasta que formaban un grupo de cinco personas, acorde a las dosis que incluye una ampolla. A continuación, ocupaban uno de los 16 puestos de vacunación.
En cuanto al número de vacunas recibidas, desde el Ministerio de Salud explicaron que “cuesta alcanzar la escalabilidad de la producción a todos los laboratorios, porque todo el mundo está requiriendo la vacuna. Sigue siendo la primera noticia buena que podemos dar dentro de esta pandemia y hay mucha ansiedad. Lamentablemente, estas dos o tres semanas no vamos a contar con muchas dosis”.
Daniela, fonoaudióloga de 30 años, no sufrió reacciones y tras completar el período de espera estaba lista para irse a casa. “Me fue muy bien, ha sido muy lindo. Me siento bien, nada raro. Ojalá este sea el principio para que se termine esta pesadilla”, relató.
“Bien no, me encuentro excelente”, sumó Zavala tras haber sido inoculado. Llevaba su certificado bajo el brazo y lo había releído un par de veces. Ahora solo aguardaba a que su mujer saliera del baño para poder irse a casa. Hasta el 23 de febrero no tendrán que volver para aplicarse la segunda dosis.
Los vacunadores, vestidos de azul y blanco y cubiertos de pies a cabeza, se echaban alcohol entre vacuna y vacuna. Recargaban las botellas de agua en el dispensador continuamente. Era una jornada agotadora y solo había transcurrido el primer tramo.
Alrededor de las 12.50 el primer turno del día iba concluyendo. Las gradas, donde aguardaban los profesionales vacunados, ya estaban vacías, a falta de dos o tres personas que no habían cumplido aún el tiempo estimado. Los vacunadores formaban un círculo mientras charlaban, ya más relajados. Los miembros del Ejército se sentaron en las sillas que rodeaban los puestos de vacunación. Y comenzó la limpieza de las instalaciones, ya desalojadas casi por completo, antes de que empezara el segundo turno.
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