Abren al público un tesoro histórico que se conservó intacto desde su creación en 1715
Los claustros de los frailes recoletos se encuentran en el barrio de Recoleta y es posible visitarlos
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Un oasis de silencio y tranquilidad se esconde en el barrio de Recoleta. Allí se oculta uno de los tesoros religiosos más importantes de la ciudad de Buenos Aires: las primitivas celdas de los frailes recoletos franciscanos, conservadas intactas desde su creación en 1715. Se encuentran en la Basílica del Pilar y es posible visitarlas: conforman el llamado Museo de los Claustros donde se exhiben elementos de la vida cotidiana de los primeros religiosos mendicantes junto a una serie de valiosas piezas de arte religioso.
LA NACION recorrió en forma exclusiva los claustros, luego de atravesar los gruesos muros blancos del edificio barroco donde se albergan. Fue con motivo de su reapertura después del cierre durante la pandemia. Si bien el museo fue creado en 1997 por el profesor Héctor Schenone, la mayor parte de la gente desconoce que en Junín 1898, junto a la nave del Evangelio de la Basílica, se encuentran los aposentos de los religiosos de la Orden de San Francisco de Asís.
Están dentro del sector más antiguo de la Basílica del Pilar (1715-1732), que es a su vez una de las primeras iglesias Buenos Aires conservada en su estilo original barroco. San Ignacio, que es anterior, solo mantiene de su construcción primitiva una torre y la fachada. En cuanto al conjunto arquitectónico de los franciscanos en Recoleta, comprende la Basílica, el Convento (transformado en el Centro Cultural Recoleta) y el Cementerio.
Cristina Devoto, museóloga, recibe a los visitantes frente a una estrecha escalera por la cual se sube a los tres pisos de las galerías de las celdas. Allí se preservan obras de arte de los siglos XIV al XIX: óleos, tallas, imágenes, platería, libros, muebles y vestiduras litúrgicas de los religiosos quienes practicaban el silencio, la contemplación, el trabajo y la pobreza.
“Los primeros cuatro frailes franciscanos recoletos vivieron aquí, en los claustros, mientras construían su convento”, señala Devoto, voluntaria del lugar. Conformaban una rama de la Orden Franciscana y habían llegado desde España para crear una fundación. Desde Los Claustros tenían un acceso al púlpito de la iglesia y una escalera que conducía al campanario.
Las celdas donde dormían tienen la virtud de no haber sido refaccionadas desde su creación. Se aprecian los elementos constructivos originales: ladrillos cocidos en el mismo terreno por los frailes; escaleras de peldaños bajos (lo que hace menos cansador el subir y bajar); ventanas sin vidrios cubiertas por piedra traslúcida de las canteras de San Luis (en Buenos Aires no se fabricaba vidrio); bisagras y cerraduras de hierro fundido y pisos cubiertos con ladrillo, tal como se levantaban las edificaciones austeras.
Los franciscanos se instalaban en las afueras de las ciudades para poder practicar el silencio. “Sin embargo, viven en contacto con la sociedad y por eso habitan en conventos, a diferencia de los monjes que pasan su vida aislados en monasterios”, aclara el especialista en patrimonio religioso Juan Antonio Lázara. Por lo general se considera en forma errónea a “fraile” y “monje” como sinónimos.
Alegoría de la eternidad
En cuanto a la Basílica del Pilar, y respecto de todas las iglesias en general, Lázara agrega que es un tipo de inmueble que se conserva mientras la ciudad cambia: “El templo permanece como una alegoría de la eternidad, ya sea la majestuosa catedral, o la modesta parroquia de barrio”.
¿Cómo es que los franciscanos terminaron instalándose en Recoleta? “Para practicar el silencio construyeron en la parte alta de la barranca, en un terreno donado. Era un lugar alejado del centro de la ciudad y le pidieron al arquitecto jesuita Andrés Bianchi, autor de templos en Córdoba y en Buenos Aires, que les levante su iglesia”, agrega Dolores Lamarca, especializada en Historia del Arte, también voluntaria. El nombre del barrio de Recoleta debe su origen a estos primeros frailes.
¿Cómo era la vida cotidiana de los franciscanos dentro de los claustros? Rezaban varias veces, de día y de noche, se ocupaban del mantenimiento de sus edificios y dedicaban tiempo al estudio y a la instrucción tanto de novicios como de laicos. “En este convento funcionó una de las primeras escuelas primarias gratuitas de Buenos Aires. Se enseñaba a los niños a leer y a escribir, el catecismo y gramática”, explican las voluntarias.
Además, los sacerdotes trabajaban la tierra. Desde una ventana del piso superior se observa el Cementerio, que antes era el jardín de los frailes. Allí tenían un huerto y frutales para consumo propio, pero también para la venta. Según crónicas de la época, cuando terminan de construir el convento y se trasladaron allí, las celdas sirvieron como depósito de las herramientas de jardín y como lugar donde almacenar lo producido en la tierra.
Sin embargo, en el año 1822, Bernardino Rivadavia expulsó a los Frailes Recoletos, que se marcharon a Catamarca. A pesar de la oposición popular, se les expropió el conjunto religioso y los terrenos aledaños. Durante más de 100 años habían habitado ese lugar unos 40 frailes. Según registros de la época, en el momento de la partida poseían “106 naranjos, 102 perales, 6 damascos, un parral de media cuadra de largo, un manzanar y un monte de duraznos”.
En cuanto a su hábito, era similares al de los franciscanos: túnica con capucha y cinturón de cuerda, pero en lugar de marrón, de color gris porque era la tela disponible en Buenos Aires. Dormían sobre una estera en el piso, a imitación del fundador de la orden, San Francisco de Asís.
¿Qué objetos se exhiben en el museo? Algunas de las piezas de arte que se destacan son el óleo de la Virgen María con el Niño en brazos del siglo XIV procedente de Florencia, Italia. También una talla vestida de la Virgen María del siglo XVIII de Andalucía, Huelva, España. Pinturas, colecciones de plata antigua, libros de bautismos, casamientos, entierros. Imágenes como las de la Inmaculada Concepción del siglo XVIII oriunda de España. También una imagen de Nuestra Señora del Carmen hallada flotando en las aguas del Río Paraná a la altura de la Provincia de Corrientes.
En cuanto a los elementos vinculados en forma directa a la vida cotidiana de los religiosos están a la vista las llaves originales de los frailes, y vestimentas que se usaban en las celebraciones de la época, un libro del siglo XVIII de cantos gregorianos con cubierta de madera, con cuero y bronce, y 249 páginas de pergamino con el título Antiphonarium de Sanctis.
Para visitas
- Se realizarán visitas guiadas y recorridos libres los martes y jueves de 14 a 17 hrs con inscripción previa a museoclaustrosdelpilar@gmail.com. Se paga un bono contribución con el cual se solventan una serie de obras benéficas llevadas a cabo por la Basílica del Pilar.
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