Abel Albino: "La desnutrición es una patología social profunda"
En el ciclo Conversaciones en LA NACION, el presidente de Conin destacó el rol de la estimulación en esta problemática
Albino, presidente de la Fundación Conin, la red que lucha contra esta patología en la Argentina, pero también en países como Paraguay y Mozambique. En el ciclo Conversaciones en LA NACION, el especialista se refirió a la problemática como "el resultado final del subdesarrollo".
-Usted estaba estudiando una especialidad en Biología Molecular en la Universidad de Navarra, en España, cuando algo cambió el rumbo de su vida...
-En ese momento, no estaba en paz viendo las diferencias tremendas que hay entre los países europeos y los nuestros. Empecé a extrañar el país y a preguntarme: «¿Por qué si fuimos la séptima economía del mundo, nos habíamos arruinado tanto?» Un día me encontré con una entrevista a la Madre Teresa de Calcuta, en la que le preguntaban sobre qué era la paz para ella. Y decía: «El fruto del silencio es la oración. El fruto de la oración es la fe. El fruto de la fe es el amor. El fruto del amor es el servicio. Y el fruto del servicio es la paz». Me encantó. En un segundo viaje a Europa, estuve en la misa de beatificación de quien hoy es San José María. En el Vaticano, Juan Pablo II decía que siguiéramos el ejemplo del santo: «Ocúpense de los más pobres». Y llegué a la conclusión de que los pobres eran los chicos que tenían problemas neurológicos.
-¿Cómo empezó a trabajar?
-En El Algarrobal de Abajo, una zona muy humilde de Mendoza. Me subía a una lata de 20 litros de pintura que me servía como tarima, y, cuando me sentaba, se convertía en un escritorio. Allí, anotaba las necesidades de la gente. En ese lugar, creamos el primer centro de prevención de la desnutrición del mundo.
-¿El hambre en la Argentina tiene que ver más con una falta de voluntad política que con una falta de recursos?
-No le quepa la más mínima duda. La Argentina es un país que produce alimentos para 400 millones de habitantes, pero no mantiene a 40 millones. Eso evidencia una falla cultural.
-Una parte del desarrollo del cerebro depende de la alimentación y la otra, de la estimulación. ¿Ustedes trabajan sobre esos dos ejes?
-Es así. El hambre es un síntoma que se soluciona en diez minutos. La desnutrición es una patología social profunda que para lograr quebrarla puede llevar una generación. La desnutrición es el resultado final del subdesarrollo. Si queremos quebrarla, hay que hacer un abordaje integral de la problemática social que da origen a la extrema pobreza.
-¿Aún se sigue impresionando como el primer día cuando está frente a un cuadro de desnutrición crítica?
-Sí. A quienes somos médicos de niños, nos divierten mucho los chicos, pero también nos sensibilizan. Tenemos la obligación moral de hacer que cada uno de nuestros niños pueda desplegar su potencial genético para tener igualdad de oportunidades. Necesitamos un gran país, que se hace con miles de niños leyendo. Pero para leer y escribir, primero, hay que tener cerebro. Si tenemos cerebros protegidos, bien alimentados y educados, el desarrollo es una consecuencia.
-¿Por qué hace lo que hace?
-Porque me crié en una casa en la que me enseñaron a amar este país. Soy un convencido de que he nacido para servir a mi patria.
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