Abandono, precarización y soledad: la conmovedora historia del hombre que pasó su niñez criado por lobos
Marcos Rodríguez Pantoja estuvo más de una década junto a una manada y contó que “era uno más de la familia”; sin embargo, todo cambió cuando la Guardia Civil española lo rescató
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“Me sentía un hombre feliz porque tenía todo lo que quería, yo no conocía otra cosa”, contó Marcos Rodríguez Pantoja en diálogo con la BBC en 2018, al hablar de su experiencia tras vivir 12 años con una manada de lobos. El hombre, que ahora tiene 75 años, confirmó ante los ojos del mundo que cada vida puede ser un gran libro abierto.
Corría el 2018, Marcos sonreía frente a cámara, con los ojos achinados y gran felicidad. La gorra que llevaba puesta tenía una inscripción donde se podía leer Entre Lobos.
Entre lobos es una película de Gerardo Olivares, lanzada en 2010 y, vale aclarar, que no es una reversión de Tarzán. La ficción narra las vivencias de un niño que durante 12 años, fue criado por animales salvajes. Se trata de la biografía de Marcos, el español que vivió en manada, aprendió a cazar y sobrevivir en Sierra Morena, la cordillera del sur de España.
La vida de Marcos estuvo atravesada por pérdidas: cuando tenía tres años su madre murió durante el parto de su octavo hijo. Desde aquel momento, la figura materna estuvo a cargo de una pareja de su padre, que ejercía violencia hacia él y sus siete hermanitos. Luego de cumplir los siete lo alejaron de su familia: su progenitor lo vendió a un trabajador rural.
El futuro, a su corta edad, le prometía una vida de campo rodeado de animales y comida asegurada, siempre y cuando cumpliera con sus trabajo. Todo parecía ir bien hasta que, de repente, su jefe murió.
Marcos quedó solo rodeado de cerros escalonados y mucha naturaleza, en la zona de Sierra Morena. Fueron pocos los días en los que se mantuvo en el mismo lugar. Tuvo que aprender lo que es la supervivencia, sin ayuda humana y con los pocos aprendizajes que adquirió mientras fue empleado.
“Para comer me guiaba por los bichos. Lo que comían ellos lo comía yo. Los jabalíes comían unas patatas que estaban enterradas y las encuentran porque las huelen. Cuando iban a desenterrarlas yo, les tiraba una piedra, ellos se escapaban y entonces yo me robaba las patatas”, detalló el hombre en diálogo con la BBC.
En ese momento, entendió cuál sería la estrategia para sobrevivir. La relación estrecha con los animales que habitaban el territorio, entre ellos: lobos, ciervos, serpientes y murciélagos. Su corta experiencia con los humanos lo había llevado a vivir entre maltratos, abandonos y hambre, pero su nueva apuesta era escapar del pasado. Aprendió vivir como no se espera que lo haga un niño de siete años y eso se extendió hasta que tuvo 19.
Las cuevas pasaron a ser su refugio, compartió el hábitat con los animales más salvajes y esto lo llevó a enfrentarse a sus mayores miedos.
“Un día me metí en una lobera a jugar con unos cachorritos que vivían allí y me quedé dormido. Cuando desperté, la loba estaba cortando carne de ciervo para los cachorros. Yo traté de quitarle un pedazo, porque también tenía hambre y me pegó un zarpazo”, recordó Marcos acerca de cómo logró superar sus miedos.
El llamado instinto animal de aquella madre loba se conjugó con la necesidad que atravesaba un niño completamente solo: “Cuando terminó de alimentar a sus cachorros, me miró y me tiró un trozo de carne. No quería tocarlo porque pensé que me iría a atacar, pero me lo fue acercando con el hocico. Lo cogí, lo comí y ella se me acercó. Pensé que me iba a morder, pero sacó la lengua y me empezó a lamer. Después de eso, ya era uno más de la familia. Íbamos a todos lados juntos”.
Una vez aceptado como parte de la manada, poco a poco sus comportamientos humanos quedaron en el olvido. Las palabras las reemplazó por aullidos y diversos sonidos y trasladarse erguido en cuatro patas comenzó a ser su postura habitual. Cuando su adaptación fue total, el ser humano irrumpió en sus días de caza para rescatarlo.
“Me sentía un hombre feliz porque tenía todo lo que quería, yo no conocía otra cosa. Me sentía solo cuando no sentía a los bichos, porque por la noche siempre hay un bicho que canta”, sintetizó, al hablar del momento en el que la Guardia Civil española lo encontró.
El rescate y volver a vivir en sociedad
Corría 1965 y Marcos ya tenía 19 años. En medio de un registro por las tierras por parte de la Guardia Civil española, se encontraron con un adolescente que se trasladaba con una manada de lobos, como uno más de ellos. En medio de una gran resistencia, fue atrapado y trasladado de nuevo a la vida social con humanos.
En primer lugar, “el salvaje” fue asistido por monjas de Madrid, que fueron las encargadas de guiarlo a su inserción social. Los ruidos de la ciudad, la comunicación, la vestimenta, el andar y buscar una profesión fueron los pilares en ese momento para que conociera cómo iba a ser su vida a partir de ese momento. Mientras, Marcos solo pensaba en volver al monte. Su mundo, como lo conocía, había dejado de existir para él.
Con su hallazgo, las autoridades rastrearon sus orígenes y comprobaron que de niño había sido vendido por su padre. Cuando lograron dar con el hombre, lo llevaron delante de Marcos. “Cuando lo vi no sentí nada de nada. Lo único que me preguntó al verme fue ‘¿dónde está tu chaquetilla?’, como si todavía pudiese seguir usando la misma ropa que tenía cuando me fui”, recordó sobre ese momento.
Desde aquel entonces, comenzó a tener la vida de un joven de 19 años. Se instaló en la ciudad y buscó cómo sobrevivir en el mundo capitalista. Consiguió trabajo en el área de hotelería y albañilería y esto le permitió recorrer muchos lugares de España. Sin embargo, la suerte le volvió a jugar en contra porque por medio de engaños y estafas de desconocidos, quedó en la calle.
Su habilidad para conseguir comida en el monte se había vuelto más complicada en el mundo en sociedad. Pesa a eso, aquel gesto que tuvo una loba al verlo hambriento lo repitió un policía retirado que lo ayudó a recomponer su nueva vida. Su historia de abandono lo llevó a ser llamado “el niño lobo” y se conoció por todo el mundo. Entre sus muchos relatos hay anécdotas con serpientes y otros animales del monte.
En la actualidad, Marcos vive en la ciudad de Rante, un poblado que pertenece a la región de Galicia. Recibe una pensión del Estado y ofrece charlas sobre su experiencia. Sus días transcurren entre reuniones con amigos, su colaboración en un bar local y su nuevo pasatiempo: tocar el piano en su casa. La vivienda no es un lugar cualquiera, sino que se convirtió en un verdadero santuario de su vida pasada: en sus paredes pueden encontrarse recortes de diferentes diarios del día que fue hallado por la Guardia Civil y no faltan claro, fotos con animales.
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