A un mes y medio del incendio: el drama de los vecinos de Iron Mountain que aún deben convivir con las ruinas y los escombros
Todavía hay dos calles cortadas alrededor de la empresa; los autos no pueden removerse porque los restos de la construcción lo impiden; hay peligro de derrumbe
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Desde el balcón de la casa de Magdalena Berengeno, de 43 años, se ve la postal completa: el polvo, los escombros y los ladrillos que cubren la mayor parte de las veredas; los autos que quedaron debajo, aplastados; la porción de la pared del galpón que quedó en pie; y detrás, la estructura desnuda de hierro.
A un mes y medio del segundo incendio en un depósito de la empresa especializada en almacenar documentos empresariales, Iron Mountain, en Barracas, los vecinos piden respuestas. El edificio, con peligro de derrumbe, parece abandonado; los autos permanecen bajo las piedras y las calles Benito Quinquela Martín y Arzana, que rodean la propiedad, cortadas. No hay siquiera un cartel que lo advierta, solo unas cintas que solo dicen “No pasar” y una valla. Lo que se quemó el 25 de abril pasado fueron las tres naves que se habían salvado de las llamas de la tragedia de 2014, donde murieron ocho bomberos y dos miembros de Defensa Civil.
“Es tristísimo verlo todo el tiempo”, dijo a LA NACIÓN Berengeno. “¿Cómo va a estar solo ahí? Es un peligro”, agregó en referencia a Maximiliano, que tenía guantes de jardinero y estaba sacando los escombros sobre lo que quedó de su camioneta Ford azul, luego de que quedó aplastada por la porción de una de las paredes que cedió a las 17.45 de ese lunes sobre Quinquela Martín, a la vuelta de donde está el memorial que recuerda a las diez víctimas. Según contó, la compañía de seguros le advirtió que solo puede retirar el auto, pero no los escombros. Por eso, decidió hacerlo con sus propias manos. “No sé si lo tiene que hacer el gobierno, no tengo idea”, contestó el hombre a este medio y se disculpó porque quería seguir con su tarea. Un rato antes otro de los vecinos afectados hacía lo mismo con su vehículo.
El auto de Berengeno está estacionado enfrente. “No sabemos qué hacer, si llamar o no a un abogado, contra quién ir. Nunca nos notificaron, nunca nadie nos dijo nada. Si no nos acercábamos, ni siquiera nos hubiéramos enterado que podíamos entrar a nuestras casas”, recordó sobre el momento del incendio cuando estuvieron cinco días sin poder entrar a sus viviendas, que habían quedado dentro del perímetro cercado.
“Mi auto está expuesto, se sigue deteriorando. Mi miedo todas las noches es que venga alguien a sacarle las partes. No duermo pensando en que van a venir a saquearlo. Llueve y pienso en eso, más en la época en que vivimos. Está bastante complicado el barrio”, relató. Y agregó: “No quiero que se siga estropeando, ese auto es del papá de mi hijo que falleció, es lo único que le dejó”.
El miedo de Berengeno es también el de la policía. Una de las tareas de quienes custodian la zona es controlar que no ingresen personas a llevarse metales del edificio. Por orden judicial, según indicaron fuentes policiales de la ciudad, hay un agente de consigna que camina por las dos cuadras que están cortadas. Sin embargo, los vecinos reclaman una mayor presencia. “A la noche es tierra de nadie esto, no hay policía”, indicó Berengeno.
Adelante de su vehículo hay otro que no parece estar afectado, casi no tiene escombros delante y se podría sacar de esa calle fácilmente, conduciéndolo. “Supuestamente un policía les dijo [a los dueños] que no se pueden mover porque los autos están judicializados”, comentó Berengeno e insistió en que nunca tuvieron respuestas oficiales. “Todo es incertidumbre. No queremos hacer nada sin alguien que nos diga algo. Yo, por ejemplo, alquilo esta casa. En noviembre se termina mi contrato, si no me renuevan, ¿qué hago? ¿dejo el auto ahí?”, agregó.
Los vecinos recordaron que, en el incendio anterior, estuvieron cerca de tres años cortadas las calles debido a la investigación. “Se modifica la movilidad del barrio que además esta rodeado de galpones y los camiones que van hacía allí molestan más de lo normal”, señaló una de las vecinas que se identificó como Liliana y vive a dos cuadras del predio.
“Hace poco habilitaron el paso de personas. Me parece un peligro”, aportó Eduardo Spíndola, que también remarcó que nunca recibieron ninguna notificación. Los vecinos coincidieron en que, por esa zona, hay varios colegios y suelen caminar muchos chicos que se quedan mirando las ruinas.
El fuego se extinguió hace pocas semanas. Pero el predio está clausurado por la Dirección General de Guardia de Auxilio y Emergencias del gobierno porteño, porque la estructura presenta peligro de derrumbe en varios sectores, según informaron fuentes judiciales.
Al estar clausurado, los bomberos no pueden ingresar para realizar los peritajes que pueden establecer las causas del incendio, agregaron. Además, indicaron, que para levantar el cierre es necesario presentar un plan de trabajo que involucre al propietario del lugar, que se debe realizar de tal manera que no afecte la labor de las pericias. Así, por ejemplo, no se puede hacer demoliciones en el interior porque podría contaminar la evidencia. La causa está a cargo del fiscal en lo Penal, Contravencional y de Faltas porteño, Diego Espada.
Voceros del Ministerio de Justicia y Seguridad porteño, del que dependen la Policía de la ciudad y la Guardia de Auxilio, confirmaron : “Hay cuadras que tienen peligro de derrumbe por lo que están cerradas al tránsito. Se está hablando para planificar todo el desmonte del lugar, tirar lo que está en peligro de derrumbe, pero hay que hacerlo de manera que no afecte los peritajes, ya que no se puede ingresar en el lugar”.
“Pedimos justicia y pedimos que se sepa qué es lo que sucedió, la verdad de lo ocurrido. Pedimos vigilancia, y sobre todo justicia, porque esto ha sido intencional”, dijo a este medio Liliana, que también reclamó que se controlen las condiciones de seguridad de los galpones y fábricas de la zona. “Pedimos que revisen en qué condiciones están trabajando otros galpones de la zona, sobre todo, las condiciones de seguridad para los que trabajan ahí y para los vecinos de la zona, y si están en condiciones de estar entre edificios donde vive muchísima gente”, agregó.
“Para mí hay un antes y un después. Me recuesta dormir, estuvimos un mes con los bomberos tirando agua, las autobombas arrancaban a las cuatro de la madrugada. Si hay alguien que necesita una ambulancia no sé qué pasa. Estamos completamente desamparados”, cerró Berengeno.
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