“A Julián Álvarez le quiero dar un besito de abuela”: cómo los adultos mayores se convirtieron en protagonistas activos del Mundial
Cocinan para la previa, salen a festejar por el barrio y miran los partidos desde su celular, lejos de los prejuicios y los mandatos; las redes sociales y los nietos los convirtieron en virales
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Resultaron ser los protagonistas menos pensados del Mundial. Ellos, los adultos mayores, sobre todo ellas, lejos de la imagen del abuelo o la abuela que mira la televisión con parsimonia y en silencio, en segunda fila, este año como nunca se llevaron todas las miradas. Tanto que la canción que le hicieron los vecinos de su barrio a Cristina, la mujer que salió a festejar cada partido, al ritmo de “¡Abuela- lalala!”, se convirtió en uno de los himnos más cantados de este campeonato.
Como Rosa Rubolino, de 71 años, que de tanta emoción que sentía se tuvo que ir al jardín de la casa de sus amigos en el partido contra Países Bajos, porque le parecía que el corazón le iba a estallar. O como Tita, una popular tiktoker de la ciudad de Orán, en Salta, que recuerda que desde la Copa del Mundo de 1978 y la de 1986 no sentía tanta pasión, pero que en aquellos años el que ponía el ambiente festivo era su marido y que ahora ella, que es viuda, lo mira y lo disfruta como quiere. Y si tiene ganas, lo ve desde el celular. “El martes, después del partido salí a hacer unas compras e involuntariamente terminé en el medio de los festejos que había en mi ciudad. Fue hermoso ser parte de esa fiesta. Uno se siente tan vivo”, sintetiza Tita, que por estas horas comparte nombre y fama con la abuela de la revelación del Mundial, Julián Alvarez. “Ella es otra abuela Tita, también. No la conozco. Pero me encantaría que alguno de los jugadores de la Selección me siga en TikTok. Eso sería lo más”, afirma Tita, de 76 años.
“Estamos en un momento en el que el envejecimiento saludable y el empoderamiento de las personas mayores nos permiten a todos ver que esa imagen que teníamos de las personas mayores viendo televisión de manera pasiva, sin prestar atención, cambió totalmente. Ahora, los vemos festejando en la calle, festejando, bailando, respondiendo entrevistas por la tele, volviéndose virales. Lo que nos demuestra que ellos son una parte muy importante de nuestra sociedad y que viven las cosas con la misma, pasión, la misma emoción y el mismo deseo que el resto de los argentinos”, explica Julián Bustín, jefe de Gerontopsiquiatría de Ineco.
“Las personas mayores no son extraterrestres. Ante eventos tan extraordinarios como la final de este domingo, les pasan las mismas cosas que a los sub 60: necesitan compartir y de algún modo ser protagonistas de este momento histórico. No son una subespecie humana especial, son parte de la especie humana con más años”, argumenta Enrique Amadasi, investigador de la Fundación Navarro Viola y redactor del capítulo Adultos Mayores, de los informes del Observatorio Social de la Universidad Católica Argentina (UCA). “Por estos días se vive un ánimo festivo y las personas mayores quieren sentirse parte. Ser invitados a esa fiesta a la que sienten que van todos. E, incluso a los que no los apasiona el fútbol lo viven como una forma de compartir una fiesta que hermana”, señala.
“Según nuestros estudios, en el país hay más de un millón de adultos mayores que tienen sentimiento de soledad. Muchos son personas que viven solas o con otros adultos, pero con el nido vacío. Para ellos, sentirse parte de los festejos, que los hijos y nietos los inviten a la picada previa del partido es muy importante. Están expectantes, como si fuera para la cena de Año Nuevo o Navidad. Estemos atentos para hacerlos parte real de la fiesta”, dice Amadasi.
Envuelto en una bandera de la Argentina, Norberto Lozano, de 69 años, que vive en el Hogar Alejandro Raimondi, que pertenece al gobierno porteño y se levanta en la ciudad de Necochea, vibra con cada uno de los partidos del Mundial. La mayor parte del tiempo se la pasa de pie. Demasiados nervios para sentarse. La emoción a flor de piel. Palpita cada pase, cada toque, cada llegada. Grita y sufre de emoción. Una emoción hermosa que lo convierte en testigo privilegiado de los mejores mundiales de la Argentina. Así se vivió en los hogares de residencia permanente de adultos mayores que tiene la ciudad, en los que se transmitieron todos los partidos de la selección. Lo mismo que en algunos centros de día y de jubilados porteños. Por ejemplo, en el Centro de Jubilados Participar, donde Elsa Aguilar sufrió el partido palmo a palmo junto a sus amigas. En algunos de esos espacios, incluso pospartido, se organizaron fiestas con carnaval carioca con los colores albicelestes, porque la alegría no se apagaba. Algunos de los adultos mayores aprovecharon para ver los partidos con sus compañeros y otros recibieron la visita de nietos, hijos y familiares. En cada gol, la alegría estallaba y la fiesta no distinguía edades ni funciones.
Cristina, la abanderada de las abuelas
Cristina, la mujer de Villa Luro que salió a festejar cada partido con los jóvenes de su cuadra y a la que le hicieron la canción “Abuela-lalalala”, debe ser la abanderada de las personas mayores, una imagen muy elocuente de cómo más allá de los años, las ganas de festejar, de desandar prejuicios sobre adultos mayores y sobre las mujeres en el fútbol, son valores en la nueva contemporaneidad, en la que las mujeres con más mundiales encima tienen voz propia.
Rosa Rubolino dice que nunca fue futbolera, pero sí siempre tuvo mucha sensibilidad con el Mundial. “Me gusta lo que se genera, siento que es una forma sin grieta, donde todos queremos lo mismo. Me parece un gran logro que, por un rato, podamos sentir eso. Ganar un torneo tan importante me incluye, me hace sentir parte. Lo disfruto y lo sufro. Me encanta la Scaloneta. Me parece fantástico el grupo, la juventud de ellos, la pasión y como la luchan, por momentos me emociona con lágrimas. Por eso participo y los veo. Me pongo nerviosa, me asusto y cambio, pero vuelvo y los veo, como cuando fue el partido con Países Bajos”, dice. Por un momento, cuenta Rosa, no aguantó y se paró y se fue al jardín, en la casa de unos amigos. Pero no podía fingir que no le importaba. “Escuchaba los gritos que venían de la casa del vecino para saber si todo andaba bien o mal. El domingo tenemos muchas posibilidades de salir campeones. Pero, si por esas cosas que tiene el fútbol, no salimos campeones, el segundo lugar me parece todo un logro. Esta alegría que tengo no me la quita nadie”, afirma.
Martha Goldberg tiene 79 años y es exdocente de Física de la Universidad de Buenos Aires (UBA). En otra época, no se hubiera apasionado por la Copa del Mundo. “Este es un mundial particular. No me gusta dónde se desarrolla, por razones obvias. Pero, después de vivir dos años de pandemia, tener hijos y nietos que participan y alientan todos los partidos, me gusta porque es algo que puedo compartir con ellos. Siento que es un equipo muy bueno, con gran valor empático, con el público que nos habla de la alegría, palabra mágica para estos tiempos”, afirma Martha.
“Esto es algo que las personas mayores redescubrieron. El vivir el hoy, disfrutar el presente, despojarse de prejuicios. Algunos dicen, tal vez este sea mi último Mundial. Probablemente no sea así. Pero, quién sabe. Hay que vivir cada instante intensamente. Disfrutar las alegrías sin tantos cuestionamientos. Abrazar, disfrutar. Eso es un legado muy positivo de la pandemia”, dice Amadasi.
Sara Vallejo tiene 82 años y poco antes de la pandemia se compró un motorhome con el que recorrió casi toda la Argentina y buena parte de los países vecinos. Ahora lo tiene en venta y busca nuevos horizontes. Y la pandemia le cambió la manera de pensar respecto al fútbol: “Nunca fui muy futbolera. En casa eran de River, y yo nunca entendí mucho. Pero este Mundial me atrapó. Realmente, me atrapó, desde el primer partido que lo estoy viendo con mi nieta, tirada o en la cama, mirando el partido, gritando los goles y disfrutando de ese espectáculo tan maravilloso. Realmente, la fuerza de este equipo nos pudo a todos. Acá, estamos esperando con todo el domingo”.
Tita también confiesa que no es futbolera, pero siente que ahora las cosas cambiaron y realmente puede mirar el Mundial como ella quiere. No como dicta le regla del buen hincha, esa que por muchos años la mantuvo en silencio junto a su marido y frente a la televisión. Ahora, el partido que es muy temprano, si quiere no lo mira. O si tiene un compromiso, lo ve de reojo. Y si está en su casa, desde la pantalla chiquita del celular. “Lo miro como yo quiero. El segundo partido, me había comprometido a ir a visitar a los chicos que van al merendero de Encarnación. Y llegué, estaban todos pintados, con camisetas, pero no había tele. De lejos se escuchaba un ranchito con una radio. Y de repente alguien a lo lejos gritó gol, y enseguida todos estallamos en fiesta. Muy lindo, distinto. Hay que vivir el Mundial como cada uno quiere, no como nos dicen que hay que hacerlo”, dice Tita.
Corazón dividido
Baki tiene 81 años y el último partido lo vivió con el corazón dividido. “¿Por quién vas a alentar, abuela?”, le decían los nietos. Su nombre completo es María Zivkovic y de ahí el dilema: es croata y cuando tenía 12 años vino al país, escapando de la Unión Soviética. Ahora tiene siete hijos, 23 nietos y cinco bisnietos, todos argentinos. “Yo honro a los argentinos porque mis hijos y nietos son argentinos y amo a mis raíces”, respondía. El partido le pareció justo. Lo que más le gustó fue el respeto de los jugadores argentinos hacia los croatas. “Me hubiera gustado un golcito para Croacia, para que la alegría sea más repartida. Pero bueno, eso debe ser del corazón de abuela, que me pasa que me pongo triste con el que pierde. Cuando le ganamos a Croacia estaba muy contenta, mis nietos me filmaron emocionada, pero al rato estaba triste. Será que una como persona mayor que sufrió se acostumbró a tener compasión por el que sufre”, piensa Baki.
Pero este domingo, promete que en su casa, en Panamericana y Márquez, la familia se va a juntar para hinchar por la Argentina. “Les voy a cocinar comida croata. Todos traen olla grande para llevarse un poco. Todos vamos a hinchar por la selección. Me gusta tanto este equipo. Messi es el corazón del grupo y es el que marca el respeto. Y el otro chiquilín, Julián, me encanta. Tan sencillo, tan humilde. Me dan ganas de abrazarlo y darle un besito de abuela”, resume Baki. Veintitrés nietos y todavía su corazón tiene lugar para uno más.
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