A 50 años de su caída, el “avión de los cadetes” sigue siendo un misterio
El TC-48 desapareció el 3 de noviembre de 1965. La Fuerza Aérea dijo que se estrelló en el mar; familiares de las víctimas creen que fue en tierra. Ahora comenzó el Operativo Esperanza 7
CÓRDOBA.- "Nona, si vos no lo encontrás yo lo voy a seguir buscando". Así le dice Valentino, 11 años, a Cecilia Viberti, su abuela e hija de Esteban Viberti, segundo piloto del TC-48 de la Fuerza Aérea Argentina que desapareció en el aire de Costa Rica el 3 de noviembre de 1965 y nunca fue localizado. Llevaba a 68 personas a bordo (59 eran cadetes de la Escuela de Aviación Militar de esta provincia, desde donde despegó después de que el entonces presidente Humberto Illia los despidiera en Mendoza).
Las autoridades de la Fuerza Aérea acaban de anunciarles a los familiares que comienza la Operación Esperanza 7, un nuevo intento de búsqueda por tierra. Se habían abandonado en 2011. Además, un argentino radicado en Miami e interesado por el caso, Mariano Torres García está barriendo el fondo del mar con epicentro en Cahuita (Costa Rica) con tecnología Sonar.
El avión cayó cuando realizaba un vuelo entre Panamá y El Salvador. Ni un solo cuerpo de los 68 fue encontrado. Las pruebas para demostrar que se precipitó al mar Caribe fueron chalecos salvavidas, camisas, la cédula del cadete Oscar Vuistaz y restos de la cobertura interna del fuselaje. Son muchos los familiares convencidos de que esos elementos fueron "plantados" para cerrar la búsqueda.
Tienen pruebas a su favor: una carta del comandante Mario Nello Zurro, ayudante del encargado de los cadetes, que llega a su casa el 7 de noviembre despachada desde Lima. LA NACION accedió al original en el que, entre otros temas, cuenta que –como parte de la travesía era sobre el mar- "a los cadetes les hacen poner chalecos salvavidas naranjados’. Los que rescataron en el mar eran verdes y los peritajes apuntaron restos de agua dulce y el sello de Prefectura Marítima. De las partes del avión, los familiares nunca vieron nada.
Una pericia de la cédula de Vuitaz –mostrada, junto al estudio, a este diario- descarta que cayera al mar
Además, una carta anónima del 15 de agosto de 1966 a los padres del cadete confiesa que ese documento, junto a cien dólares y unos gemelos, los llevaba un tripulante del T43, amigo del joven y que, cuando el cayó avión, lo entregó a las autoridades. "Fueron engañados", le advierte el autor anónimo a la familia.
Gabriela Vuistaz, su hermana, llora todavía. Le cuenta a este medio que sus padres murieron "sin saber nada; mi papá se paraba en el campo y decía ‘dónde estás hijo, dónde estás’. Esa nostalgia nos acompaña hasta el día, pero con la esperanza de que un pedazo metal, un número del TC48 aparecerá…".
El avión despegó de Argentina junto al T43. En las dos últimas comunicaciones que el piloto mantuvo con las torres de control de los aeropuertos de Tegucigalpa (Honduras) y de San Salvador (El Salvador) señala que tenía fuego a bordo, en un motor interior (el tres, sobre el ala derecha) y pide control en ruta para aterrizaje inmediato. También el T43 recibe un pedido de ayuda, pero responde que seguiría a El Salvador. Los familiares recogieron testimonios de indígenas de la selva que afirmaron haberlo visto a baja altura, por eso entienden que cayó en tierra.
"No hubo profesionalismo", explica Viberti a LA NACION en referencia a la Fuerza Aérea; hace ocho años los convocaron para desclasificar archivos. Asegura que mostraron papeles que "no eran prueba de nada" y su hermano presentó la documentación oficial que tenían más todo lo que recolectaron en estas décadas: "Se dieron cuenta de que no nos habían engañado. Ahora la actitud cambió, tal vez porque el resarcimiento no sólo es para los familiares sino para la propia fuerza. Tarde, pero admitieron el error".
Regina, hija de Zurro, guarda cientos de documentos y fotos. Su mamá pasó dos años en Costa Rica buscando y murió con la última carta de su marido debajo de la almohada. Combativa, muestra a este diario los peritajes, los informes de Investigación Criminal costarricense que avalan que el avión cayó a tierra. Cree firmemente que fue así y que hubo sobrevivientes.
María Alejandra Losano, hija del médico José Losano, recuerda que todo lo que tuvieron a disposición eran "revistas aterradoras que decían que se los habían comido las pirañas o los tiburones". Ella tenía cuatro años y sus hermanos, seis, siete y nueve: "Estábamos sumergidos en una nube, no se hablaba de desaparecidos. Nadie decía nada".
Regina, hija de Zurro, guarda cientos de documentos y fotos. Su mamá pasó dos años en Costa Rica buscando y murió con la última carta de su marido debajo de la almohada
A su manera siguió buscando la verdad: "Todo el tiempo. Cuando chica, en mi cabeza, después tratando de unir piezas del rompecabezas". Está convencida de que no hubo un accidente sino "un acto de irresponsabilidad; la nave no podía volar en el estado en que estaba".
La carta de Zurro, por ejemplo, señala que había sólo 15 máscaras de oxígeno; antes de partir ya había tenido problemas de fuego en motor. Aerolíneas Argentinas había ofrecido una nave para la misión, pero la rechazaron porque no podían volarla militares.
Viberti revive cuando su mamá –al ver que interrumpían la transmisión de televisión para dar noticias del avión- los llamó. "Chicos, noticias del papi". Cuando dijeron "desaparecido" hubo silencio. Vivían en la basa aérea de Palomar y su madre salió corriendo a otras casas a averiguar qué sabían. "Oficialmente, nada. Hubo falta de tacto, no había explicación porque no la tenían ni la mantuvieron nunca".
Advierte que la palabra "desaparecido" se "politizó mucho", pero ella se siente hija de uno: "Es difícil hacer un duelo sin pruebas". Lo menciona y le viene a la memoria cómo en aquellos días en su casa se corrieron las sillas del comedor y hubo una suerte velorio sin ataúd. La inquietud de buscar le surgió ahí. Se metía en el placard y leía papeles oliendo la ropa de su papá. Mudaron todo a Córdoba como si él estuviera con la familia.
"Te voy a encontrar decía en esos años y lo sigo diciendo–continúa-.No tengo más la sensibilidad de una hija, me convertí en una exploradora. Me endurecí y miro la historia como si fuera ajena; aunque a veces me emociona a mí misma verme 50 años en esto yo que fui inconstante para muchas cosas".
Durante años algunas familias no quisieron mudarse por si volvían. No tocaban sus cosas. Esperaban. La esposa de Zurro nunca quiso aceptar el pésame de la Fuerza Aérea; rechazaba que se basaran en una "suposición". Regina insiste en que "nunca quisimos plata; queremos que lo busquen. Nos maltrataron, nos desconocieron y nuestra vida, acompañando a mi padre, era esa institución. Nos defraudaron".