A 17 años del crimen perpetrado por Horacio Conzi, el restaurante Dallas sigue abandonado y su futuro es un misterio
Supo ser un punto de encuentro en la zona norte del conurbano. Noche, vehículos lujosos. Personalidades del mundo del espectáculo y de la política solían frecuentar el complejo gastronómico. El edificio de la esquina de avenida Del Libertador y Alvear, en Martínez, brillaba por sí solo. Pero Dallas o Las Olas Boulevard, según la época, es hoy un lugar misterioso, donde el tiempo parece detenido. Un teléfono fijo negro toma protagonismo en el mueble de la recepción que se percibe desde el ventanal de vidrio. Ambos están cubiertos de polvo. Y aunque el lugar se ve abandonado, suele oírse música que sale desde el interior. No se trata del eco del pasado, sino de un vigilador que custodia celosamente el predio desde hace ya más de un año.
Todo cambió aquella madrugada del 16 de enero de 2003, cuando el lugar se volvió impensadamente el prólogo de una crónica policial. Uno de sus dueños, Horacio Conzi, partió raudamente desde allí para matar a sangre fría, persecución mediante, al joven Marcos Schenone, quien había sido cliente minutos antes y a quien había expulsado del restaurante por celos.
Poco queda de aquel local que sobresalía en avenida Del Libertador. No hay luces, todo es penumbra. La pintura roja de su fachada está descascarada. Algunos grafitis "decoran" las sucias paredes. Todavía persiste la publicidad de una marca de café, pero ya no hay rastros del cartel que le daba identidad al complejo. Susana, que vive a dos cuadras, recuerda: "Era un lugar muy glamoroso. Siempre había famosos. El servicio tuvo sus idas y vueltas. Supo ser mejor y otras veces no tanto, pero se trataba de un icono para el barrio". Hasta no hace mucho tiempo, solía verse a Hugo Conzi, el mayor de los hermanos, recorriendo la zona, cuentan algunas personas.
Las cortinas bajas de los ventanales permiten husmear hacia el interior del local: hay muebles cubiertos de polvo. Algunas sillas están dispuestas como si los clientes acabaran de retirarse. Aunque se oye una melodía que proviene desde las entrañas del restaurante, no es fácil detectar algún movimiento. "Hay un sereno que cuida del lugar", dice María del Carmen Romero, vecina del barrio. Nunca pudo cruzar una palabra con el hombre, reconoce la mujer. "También se ven algunos autos que estacionan en la entrada de lo que sería el garaje del lugar. No sé de quiénes son. Acá es todo medio raro. No se sabe nada qué pasará con el lugar", agrega, curiosa.
Al parecer, la mujer no está al tanto de las rumores que circulan en los alrededores. "Dicen que en algún momento volverá a funcionar un restaurante. Tengo entendido que el lugar ya no es más de los Conzi. Que fue comprado por una sociedad anónima", cuenta un comerciante. Otras personas consultadas por LA NACION relatan una versión similar de la historia. En dos de las entradas al inmueble hay carteles pegados que dan algún indicio de "novedades". Los afiches, que habrían sido entregados en la mesa de entrada de la municipalidad de San Isidro el 9 de mayo pasado, indican que se inició un proceso de limpieza en el local.
En su momento, y tras perpetrarse el crimen de Schenone, hubo gente que se manifestó en contra de los hermanos Horacio y Hugo Conzi. Había quienes repudiaban su presencia en el barrio; aunque también estaban quienes no se involucraban. El complejo volvió a abrir un tiempo luego del asesinato - el restaurante dejó de llamarse Dallas para ser rebautizado como Las Olas - pero la visita de los comensales ya no fue la misma. La resistencia que se habían ganado los Conzi por su accionar provocó que algunos clientes dejaran de asistir tanto al bar como al gimnasio que funcionaba en el piso superior. "Por supuesto que hay menos gente. No les sirvió cambiar el nombre. El lugar está vacío. Antes del crimen fui un par de veces, pero después nunca más", había contado, poco tiempo después, un joven en diálogo con LA NACION.
Horacio Conzi está condenado a poco menos de 25 años de cárcel por el asesinato de Schenone, ocurrido en enero de 2003. La víctima viajaba en un remís con un amigo y dos chicas cuando el propietario del complejo disparó 14 veces contra el rodado cerca de la catedral de San Isidro. Los había perseguido desde el concurrido restaurante Dallas, el mismo lugar que hoy convive con la soledad.
El destino del inmueble, de unos 4635 m2 y con una valuación fiscal de poco más de $78 millones, es incierto. No hay certezas sobre la identidad de sus propietarios y la gente que transita por allí no deja de preguntarse qué le deparará el futuro.
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