A 10 años de la muerte de Amalia Fortabat: la “dama del cemento” que encontró en los goles su otra pasión
El 18 de febrero de 2012 falleció la llamada “dama del cemento”; dirigió Loma Negra desde 1976 y, en su camino, si dio todos los gustos
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“Amalita gritaba los goles como nadie”, contaban en su círculo íntimo cuando Loma Negra de Olavarría, su amado club, batía redes a principios de los 80 y el equipo se había convertido en un verdadero boom en los torneos de AFA.
Sí, a María Amalia Sara Lacroze de Fortabat le gustaba y le divertía a la vez llegar a los entrenamientos en helicóptero. Había nacido en una casona ubicada sobre la calle Rodríguez Peña y Charcas, en Recoleta, pero le encantaban los aires del campo y el terreno de juego. Desde niña la llamaban por su diminutivo, Amalita, nada más para diferenciarla de su madre, Amalia Reyes. Su padre era el médico Alberto Daniel Lacroze, discípulo de Gregorio Aráoz Alfaro, eminencia que trabajó en la protección a la infancia y la lucha contra la mortalidad de niños.
Ella soñaba con ser médica como su papá, pero al parecer, su familia se preocupó por ello. Dijo en una oportunidad al respecto: “¡Se horrorizaron de sólo pensar que iba a ver cuerpos desnudos de hombres muertos!”. No obstante se dio el gusto de ejercer como enfermera de manera eventual en un hospital para mujeres.
Allá por 1942 se casó con Hernán de Lafuente, abogado, y tuvo su única hija, María Inés de Lafuente. Luego se divorció y volvió a contraer enlace en 1955 nada menos que con Alfredo Fortabat, creador de la emblemática empresa de cemento Loma Negra, y quien le confesó que estaba muy enamorado de ella desde hacía ya mucho tiempo.
Durante el segundo mandato de Juan Domingo Perón, en 1954, el Congreso de la Nación aprobó la ley 14.394 que permitía rehabilitar la capacidad nupcial de los divorciados. Así Amalia Lacroze y Alfredo Fortabat pudieron casarse al año siguiente, y en una más que romántica luna de miel visitaron Uruguay, México, Paraguay, Nueva York, Los Ángeles, San Francisco, París, Grecia y Egipto.
La empresa Loma Negra no paraba de crecer. La primera obra trascendente en Olavarría, sede de la cementera, fue nada menos que desarrollar el jardín maternal para los hijos de los empleados de la empresa, que albergaba unos sesenta niños y niñas. Recibió uno de los golpes más duros de su vida cuando enviudó en 1976, pero a la vez heredó una gran fortuna, que logró aumentar velozmente, pasando a mujer más rica de la Argentina con una fortuna calculada en U$S1800 millones, según la revista Forbes.
“Trabajé muy poco con mi marido; cuando él se fue, se me cayó todo encima. Así que me puse a trabajar como si entendiera de todo. Y al final entendí. Entendí muy bien”, se sinceró y vaya si lo logró, incursionando de manera concreta también en actividades filantrópicas, como cuando en 1976 inauguró la Fundación Alfredo Fortabat y Amalia Lacroze de Fortabat, rebautizada Fundación Amalia Lacroze de Fortabat en 1988, con el fin de promocionar y realizar todo tipo de obras o iniciativas de carácter educacional, cultural, artístico, benéfico, social, deportivo o filantrópico y todo aquello que beneficie directamente al bien público además de la promoción de la investigación científica, no solo en nuestro país, llevando donados más de 40 millones de dólares para obras benéficas.
Pasión de multitudes
A Amalita le encanta la pasión que generaba el fútbol y allá por 1979 el fútbol creó un equipo para que los trabajadores de Loma Negra la pasaran bien en los tiempos libres o de descanso, integrando la Liga de Olavarría. Pero cuando empezaron los 80 pensó que podía incorporar jugadores de nivel profesional y así llegaron en una primera etapa Carlos Squeo, Luis Barbieri, Ricardo Lazbal Jorge Vázquez, Osvaldo Gutiérrez y Mario Husillos, que había jugado en Boca y San Lorenzo y rápidamente se convirtió en su principal goleador. ¿Qué logró? El ansiado ascenso al Torneo Regional y luego a la Primera División.
Ya en 1981 fue un boom en todo sentido, futbolístico y, obviamente, mediático. Alcanzó la tercera ubicación en el Campeonato Nacional de 1981, detrás nada menos que del Ferro de Carlos Timoteo Griguol y River. Dos años más tarde hizo otra buena campaña, pero fue eliminado por Racing en el Torneo Nacional. Sin embargo, su centrodelantero Armando Mario Husillos fue el máximo goleador con 11 tantos.
El propio Husillos rememoró lo que se vivía en aquel momento en cuanto al poderío económico: “Debutamos contra Ferro, el subcampeón, un equipazo de Griguol. Amalita vino a preguntarme al vestuario como capitán el premio que se había arreglado y dijo que si lográbamos ganar lo triplicaba y le agregaba un mexicano de oro para cada integrante. Triunfamos por 1 a 0 y encima hice el gol, más no podíamos pedir. Al otro día nos pagaron contante y sonante”.
Otro hito del equipo se alcanzó en 1982 cuando Amalita contrató al seleccionado de fútbol de la Unión Soviética para jugar en Olavarría, luego de que jugara con la Selección Argentina y empatara 1 a 1. El partido se disputó en el estadio Ignacio Zubiría de Racing de Olavarría por cuestiones de capacidad. La empresaria pagó 30 mil dólares de cachet y el equipo de Loma Negra que dirigía Rogelio Domínguez se impuso 1 a 0. Estaban en aquel el team Félix Orte, Armando Husillos –autor del gol- y Osvaldo Rinaldi. Vale recordar como anécdota que el equipo soviético llevaba dieciocho partidos sin perder.
Loma Negra continuó contratando jugadores y despertó cierto recelo y preocupación por su poderío económico en el resto de los clubes de la AFA. Amalita supervisaba todos los detalles. Las crónicas citaban años después al masajista Rubén Pavone, quien contaba: “Había que estar atento porque de pronto la señora te veía por ahí, preguntaba quién eras y chau. No te quería más”.
Y también se recuerda la historia vivida por el DT Rogelio Domínguez, que según se relató, fue despedido por la mismísima Amalita después de que lo observara con la camisa algo abierta y a los gritos con los futbolistas, maneras de manejarse que no le agradaron en lo más mínimo como imagen para su club.
Luego asumió en Loma Negra el reconocido DT Roberto Marcos Saporiti, quien supo trabajar a la par de César Luis Menotti cuando la selección argentina salió campeón del mundo en 1978 conduciendo los equipos juveniles. También se sumó la famosa Pepona Reinaldi, gran goleador.
Saporiti en su momento reconoció el poderío de Amalita y la institución, y recordó anécdotas simpáticas, como que a Amalita le gustaba llegar a las prácticas que hacía el equipo en helicóptero y aterrizar en el propio campo de juego, algo que al entrenador no le agradaba mucho. El tema es qué diría la empresaria cuando le dijeran que corrigiera ese detalle. Dicen que cuando llegó a sus oídos, lo tomó con mucho humor, y a partir de allí, bajaba en la cancha de al lado, y el DT paraba la práctica para que sus players se acercaran a saludarla.
A la señora le caía muy bien Saporiti porque hablaba francés como ella, y entonces cuando se encontraban siempre se comunicaban en ese idioma. Luego, allá por 1983 el plantel se fue desmembrando y el sueño del equipo grande y poderoso se fue diluyendo. No obstante, para Amalita había significado una gran satisfacción el tutearse con los máximos exponentes del futbol argentino, un verdadero golazo.
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