Es una prueba para los vínculos familiares y de amistad; anticipar posibles escenarios de conflictos es una buena manera de evitarlos; la importancia de los acuerdos previos y el respeto por los espacios del otro
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El suegro de Rocío Weinberg cumplió 70 años en noviembre pasado y decidió festejarlos con un viaje en familia: 10 días en un all inclusive en Punta Cana. “Mis suegros suelen, cada vez que pueden, invitar a sus tres hijos con sus familias para ir de vacaciones. En el último viaje éramos 10; hoy la familia creció y somos 16″, cuenta Rocío, que es nutricionista y tiene tres hijos entre los 7 y los 17 años. El plan parece perfecto, pero Rocío tiene claro que, para que la convivencia no sea un problema, es necesario dejar establecidas algunas pautas, sobre todo, respetar los tiempos de cada núcleo familiar.
El modelo de vacaciones “en banda” se multiplica. Algunos lo hacen por elección y otros se inclinan por este formato para compartir gastos con parientes o amigos. En cualquier caso, según los especialistas, anticipar posibles escenarios de roces o conflictos es una buena manera de evitarlos. La psiquiatra Andrea Abadi, directora del departamento Infantojuvenil del Instituto de Neurología Cognitiva, le dice sí a los arreglos previos, a los pactos establecidos. La experta cree en la importancia de convenir acuerdos de antemano, regular una determinada situación o definir límites, por ejemplo con los pedidos de los más chicos o los adolescentes, que suelen querer tirar siempre un poco más de la cuerda.
“Somos amigos desde hace muchos años, las cosas fluyen bien entre nuestros hijos, entre los maridos y entre nosotras. Solemos ponernos bastante de acuerdo, pero dialogamos mucho. Creo que al compartir tantas cosas a diario tenemos mucha confianza”, dice la diseñadora Romina Campo, quien va a veranear la segunda quincena de enero en Jureré, Florianópolis, junto con otras tres familias. Todos en una misma casa. En total, 10 niños y 8 adultos. No es la primera vez que comparten vacaciones, pero nunca todos juntos bajo un mismo techo, como ahora.
Que la ilusión no se destruya a las 48 horas de haber llegado a destino dependerá de ciertas estrategias, negociaciones y acuerdos previos. Algunas de las últimas reglas, cuenta Romina, se decidieron el lunes feriado por Navidad, cuando las cuatro familias se reunieron para almorzar y ultimar detalles del viaje. Entre otras cosas, buscaron un mayorista por internet en Florianópolis para ir a comprar la comida y todo lo necesario para la casa. Aunque la conversación por WhatsApp no para nunca.
Baños “asignados” y pautas de crianza
“En el chat de matrimonios seguimos charlando y le agregamos más ítems al reglamento -dice Romina entre risas-. Por ejemplo, como somos 18 personas y la casa tiene 9 baños, vamos a dividir los baños entre los matrimonios y los chicos. Entonces, no es que como hay muchos baños podés ir a cualquiera. Cada uno tendrá un baño asignado, que no solamente es el que puede usar sino que también es el que cada familia tendrá que limpiar”, comenta la diseñadora.
Las pautas de crianza también deben estar claras, y diferenciadas si es necesario, desde el arranque. “Es normal que los que están alrededor de uno opinen sobre la crianza de los hijos. Sean amigos o familiares, todo el mundo siempre tiene algo para decir -desliza Abadi-. Entonces, hay algunas cuestiones en las que es mejor ponerse de acuerdo antes que discutir en ese momento delante de los chicos. ¿Vamos a dejarlos hacer pijamadas todas las noches? O la dinámica en la playa, que suele ser un pedir y pedir constante. ¿Hay algún límite sobre el presupuesto? Si yo le compro helado todos los días y las otras familias no, ¿qué hacemos? Hay acuerdos que pueden parecer poco importantes, otros odiosos. Pero es mejor hacerlos antes que volver de las vacaciones y no hablarse por dos meses”.
Ir en “dulce montón”, asegura Abadi, no significa estar todo el tiempo juntos, ni pegoteados: “Hay que estar dispuestos como adultos a permitirse algunos momentos de soledad, a encontrar los espacios para hacer una actividad en solitario que genera placer, como leer o salir a caminar”. Las vacaciones, advierte la experta, no son solamente para que la pasen bien los chicos.
“Con los adolescentes, sobre todo, hicimos algunos pactos. Si los dejamos salir a la noche, cuánta plata les damos, si los vamos a buscar, hasta qué hora pueden andar solos. Son cosas que charlamos previamente para que después en el momento no se generen discusiones delante de ellos”, dispara la nutricionista Julieta Martínez, amiga de Romina, cuyas hijas van juntas al colegio. “No pensamos todos igual ni bajamos la misma línea, pero tampoco somos kamikazes que nos metemos a convivir con cualquiera”, aclara.
¿Todos en bloque?
Después de un tiempo de convivencia, agrega Romina, y de muchos años de amistad, ya saben que hay momentos en que cada familia necesita una tregua. “Hay días que quizás uno dice: ‘¿Hoy hacemos algo nosotros solos?’ Entonces, agarramos el auto y vamos a visitar otra playa o a hacer compras, que es como un respiro si vemos que se pone tensa la cosa o estamos todos un poco caldeados”, ejemplifica Julieta.
La rutina de cada núcleo familiar no tiene por qué adaptarse al resto y uno de los desafíos es encontrar un equilibrio nuevo. “No es que todos vamos a la playa a las 9, todos vamos a comer a las 12, todos cenamos a las 21. Pero la verdad es que es más divertido cuando estamos juntos”, dice la nutricionista.
“Mis hijos mayores son los más grandes de todos los primos, y tienen horarios diferentes al resto. Se levantan más tarde, comen más tarde y se duermen más tarde. En general, el punto de encuentro es en la playa. Pero después hay libertad. Este año, por ejemplo, con los chicos más grandes ya tenemos planificado que vamos a hacer deportes y vamos a ir al gimnasio juntos. Ese va a ser nuestro punto de encuentro familiar, solitos, y de vez en cuando también vamos a almorzar solos”, planea Rocío.
Fortalecer los vínculos
Incluso sin llegar al formato de vacaciones multitudinarias, ya para una familia tipo el hecho de estar 24x7 con el otro implica un desafío. La convivencia cambia cuando las exigencias del año desaparecen y llegan los días de ocio compartido.
La psicoanalista Mónica Cruppi recuerda que la palabra vacaciones proviene del latín y está asociada al verbo vacare, que significa “estar desocupado, estar vacío”. “Es decir, vaciarse también de las rutinas de todo el año. Pero, en general, la gente lo que hace es llenarse de un montón de actividades, cuando en realidad este período de descanso es necesario para alejarse de las obligaciones, sobre todo en un momento de incertidumbre y de crisis como el actual”, sostiene la especialista, miembro de la Asociación Psicoanalítica Argentina (APA).
Las vacaciones, agrega Cruppi, deberían ser un espacio para fortalecer los lazos. “Todo vínculo requiere de tiempo de calidad para desarrollarse. Se pueden plantear actividades en familia y aprovechar para reforzar el intercambio lúdico y verbal. Dejar espacio para recrear la intimidad y el intercambio emocional, para saber sobre los intereses del otro, las aspiraciones y los anhelos”, sugiere.
Desde la mirada de Mirna Mariño, presidente de la Federación Internacional de Coaching, resulta fundamental poder identificar que en ese espacio compartido de las vacaciones hay necesidades individuales. “Es importante considerar que, cuando los intereses no son comunes, participar de los deseos del otro puede ser un acto de amor. Hay que mirar a las vacaciones como la posibilidad de acercarse, de compartir y de fortalecer un vínculo. Así se construyen las relaciones”, señala.
Cuando el grupo es más grande, continúa Mariño, se suma la dificultad de compartir el día a día con personas con las que no estamos acostumbrados. “En lugar de preocuparnos, por ejemplo, por cómo será la convivencia con ese primo con el que no me llevo tan bien, podemos transformar esa inquietud en una oportunidad para aceptar la diversidad, o para intentar descubrir si hay algo que tenemos en común”, dice Mariño, y aconseja en cualquier caso abrir un chat grupal con anticipación, para que cada integrante pueda hacer sugerencias, pedidos o consultas.
Las compras, la limpieza, los chicos
En el plan de vacaciones a Jureré del clan de los 18, el chat grupal del que habla Mariño es clave. Antes, durante y después de las vacaciones, muchas de las cuestiones se resuelven por ese medio. Además, coinciden Romina y Julieta, es una manera de empezar a palpitar el viaje antes de que comience. “Fueron varios meses hasta encontrar la casa, ponernos de acuerdo, intercambiar opiniones y todo tipo de chistes, por supuesto”, cuenta Romina.
En cuanto a la organización de la comida, Julieta confiesa que, “por suerte”, entre las cuatro familias hay dos hombres que se lucen en la cocina. “Las cenas suelen caer en manos de ellos dos. Hay otro al que le copa más ir a hacer las compras, entonces ya quedan como determinados algunos roles. Las mujeres, por lo general, vamos rotando. Quizá estamos más a cargo de los chicos. O Romi y yo, que somos más histéricas, a cargo de la limpieza. Pero todo esto se fue dando en la convivencia, en el proceso de conocernos”, relata.
Lo que nunca puede faltar, dice Julieta, es el humor y la ironía. “Hacemos algunos planteos en medio de una catarata de enojos, pero siempre en joda, y como ya nos conocemos y tenemos un humor parecido, finalmente nos reímos todos. Como que decís las cosas en joda, pero las decís. Nunca llegamos a un choque violento, algo como decir ‘nunca más comparto con esta gente’. Eso no pasó. Esperá a que volvamos de Jureré, y te cuento”, remata Julieta.
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