El 45% corresponde a la producción frutihortícola que no llega a los consumidores; hay 20 bancos de alimentos en la red argentina, distribuidos en 20 provincias
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Es común que el teléfono de Gastón Zappala, o el de Cielo Zosi, suene a cualquier hora. Él es el director ejecutivo del Banco Alimentario La Plata y ella, la coordinadora de comunicación de Bancos de Alimentos Argentina (BAA). Su misión es, casi siempre, contrarreloj. Ellos rescatan alimentos que conservan sus valores nutricionales, pero que la industria no puede comercializar por diversos motivos, como lesiones en el packaging, la proximidad a la fecha de vencimiento o errores durante la producción.
También, cuando los convocan, se meten en los campos en busca de enormes lotes de frutas y verduras que los productores no pudieron vender o cuya distribución, por alguna razón no es rentable. La tarea es titánica. De un lado de la orilla les ofrecen toneladas de comida que debe ser consumida de manera urgente, mientras que al otro lado tienen cerca de 120 comedores comunitarios que necesitan llenar miles de platos todos los días.
“Nos han llamado porque tenían 20 toneladas de yogurt sabor frutilla al que le habían puesto colorante de naranja. Eso no puede llegar a la góndola porque el consumidor va a pensar que está podrido. Pero, en realidad, es exactamente el mismo producto, pero con otro color. Esos 20.000 litros de yogurt estaban destinados a tirarse a la basura. Ahí es cuando entramos nosotros en acción”, relata Zosi.
Cada año en Argentina se desperdician 16 millones de toneladas de alimentos, según la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), lo que equivale, si se pasa ese número a metros cúbicos, a aproximadamente 6400 piletas olímpicas llenas de alimentos. De esta cifra, el 45% corresponde a la producción frutihortícola que se pierde y no llega a los consumidores. En 2022, se desperdiciaron 57,000 toneladas de alimentos solo en el sector retail, de acuerdo con el tablero de mermas elaborado por la organización sin fines de lucro, GS1. Estos altos niveles de desperdicios se dan en el marco de un país que, según el Observatorio de la Deuda Social Argentina (ODSA) de la Universidad Católica Argentina, que utiliza una metodología diferente a la del INDEC, en el primer trimestre de este año tuvo un 55,5% de pobreza. La indigencia, por su lado, aumentó al 17,5%.
Las causas de este desperdicio son múltiples. Por ejemplo, exceso de producción debido a una planificación inadecuada, cambios en la demanda del mercado, condiciones climáticas imprevistas y estrictos estándares de calidad impuestos por supermercados contribuyen al problema. Además, la mala gestión en la cadena de suministro, incluyendo una infraestructura de almacenamiento y transporte deficiente, juega un papel importante. A su vez, desde BAA señalan que la falta de conciencia y educación sobre el desperdicio de alimentos agrava la situación.
Actualmente hay 20 bancos de alimentos en la red argentina, distribuidos en 20 provincias, y cinco iniciativas, que son organizaciones que están en vías de convertirse en un banco de alimentos. A nivel local, la red de BAA el año pasado recuperó 16.850.782 kilos de alimentos. De ese total, el 68% tenía un alto valor nutricional. Con esa mercadería asistieron a 1.105.154 personas que se sentaron a comer en la vasta red de 4449 organizaciones sociales adheridas, entre comedores e instituciones educativas, entre otras. Toda la red de BAA cuenta con 14130 voluntarios.
El concepto de Bancos de Alimentos surgió en Estados Unidos en la década de 1950 y llegó a la Argentina en medio de la crisis socioeconómica de 2001. Inspirados por modelos norteamericanos y europeos, diversos grupos civiles comenzaron a implementar este sistema en la provincia de Buenos Aires, replicándolo luego en otras provincias. En 2004, estos bancos se unieron para formar la entidad nacional BAA, aumentando así su visibilidad e impacto social. En 2006, BAA participó en la creación de The Global FoodBanking Network (GFN), que hoy agrupa a más de 1,000 Bancos de Alimentos en todo el mundo.
Los Bancos de Alimentos en Argentina son organizaciones no gubernamentales que rescatan alimentos aptos para el consumo, almacenándolos, clasificándolos y distribuyéndolos. Cada Banco de Alimentos gestiona localmente las oportunidades de rescate de alimentos de toda la cadena de producción y comercialización. La mayoría cuenta con vehículos propios para retirar donaciones y colaboran con empresas de transporte que ofrecen fletes solidarios. Además, la oficina nacional de BAA coordina la logística de grandes volúmenes de excedentes de productos, asegurando su distribución eficiente a comedores y entidades beneficiarias.
“Estamos atentos a las oportunidades”
Elena Ojeda dirige el comedor Los Pibes 2, en calle 169 entre 32 y 33, en Berisso. En un pequeño espacio municipal con paredes de material donde los martes sirven una copa de leche y los jueves le dan de comer a alrededor de 100 chicos. Ellos reciben alimentos del Banco Alimentario de La Plata.
“Recibimos todos los meses un pedido fijo, que retiramos en una fecha determinada. Cada pedido de alimentos tiene aproximadamente una tonelada de productos varios y nos avisan unas semanas antes para que nos organicemos para retirarlo. En nuestro caso, que tenemos la posibilidad de contar con una camioneta, es más fácil. Pero hay comedores que tiene que contratar o pedir un flete, entonces está bueno saberlo con anticipación. Todo esto se avisa por Whatsapp, que lo coordina el Área Social del Banco. Nos van avisando cuándo retirar los alimentos y estamos atentos a las oportunidades esporádicas, que es cuando llegan productos de corto vencimiento”, detalla Ojeda.
En el Banco Alimentario de La Plata es una mañana fría. El predio fue cedido por la dirección de Vialidad y está ubicado en la calle 8 entre 125 y 126. Los trabajadores y voluntarios recuperan alimentos de Berisso y Ensenada, entre otras localidades de la zona.
Si bien Zappala describe que tienen acuerdos con grandes cadenas de retail y productores hortícolas, cualquier establecimiento que se quiera sumar a la red, como una panadería, podría hacerlo. Por supuesto, luego se evalúa si la cantidad de alimentos a donar amerita que se ponga en marcha la logística del banco. Pero, afirma Zappala, siempre se busca la manera de poder recolectar todo lo que esté a disposición. La única mercadería con la que no trabajan son las carnes.
“Recibimos productos que están por vencer, otros con el paquete dañado, frutas que no tienen la estética para estar en góndola, productos que se preparan para una fecha en particular y lo que sobra no se puede colocar, o incluso también recibimos lanzamientos que no tuvieron éxito, como unas galletitas sabor choripán”, señala Zappala.
Cada banco tiene su particularidad. Este está dividido en la zona de depósito, donde se almacenan las donaciones, una sala de lavado de frutas y verduras, y el área de producción. Es frecuente que reciban verduras que deben ser consumidas casi en el momento, por eso decidieron empezar a cocinar salsas o productos como medallones de verduras. También producen su propia mermelada de tomate que luego la venden y así generan otro ingreso para sostener la estructura.
El cocinero es Guillermo López, que trabaja en el banco hace tres años. “Acá empezamos bien temprano. Por suerte siempre contamos con voluntarios. Metemos 50 kilos de pulpa de tomate y sacamos unos 150 frascos que luego vendemos en locales, o en las redes. ”, cuenta López.
“En esta zona hay mucho tomate. Nos puede llamar un productor a las 19 y decirnos que al otro día a las 6 tenemos que estar en un campo para levantar una cosecha. Estamos constantemente trabajando y coordinando”, agrega Zappala.
En momentos de crisis económica la lógica indicaría que más productos deberían quedar en góndola por la merma del consumo. De acuerdo a la consultora privada Focus Market, que cuenta con un lector de código en 756 puntos de venta de todo el país, el consumo masivo en el mes de mayo de este año muestra un retroceso de 14,5 % interanualmente y del 3,1 % respecto de Abril.
Sin embargo, tanto Zosi como Zappala coinciden en que no hubo un aumento en las donaciones por la crisis económica. “No notamos tal incremento, pero si hay más demanda en los comedores porque cada vez acude más gente. Acá recibimos 45 toneladas de comida por mes y, si fuera por los comedores, podríamos entregar aún más mercadería”, se lamenta Zappala.
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