"Voy a participar de la rueda de reconocimiento", dijo el joven liberado
"Voy a participar de la rueda de reconocimiento, es algo relacionado con el procedimiento, no tengo problema en hacerlo, no tenemos nada que ocultar", aseguró en una entrevista con LA NACION Pablo Ventura, el joven de 21 años liberado anteanoche en Villa Gesell, luego de haber sido detenido tras ser señalado su nombre por los sospechosos del asesinato de Fernando Báez Sosa.
La Justicia ordenó su liberación por falta de pruebas, pero seguirá sujeto al proceso en este caso, en el que hay otros diez jóvenes tras las rejas. "Me siento mal, estoy hecho mierda", había expresado con lágrimas al salir de la Delegación Departamental de Investigaciones (DDI), donde estuvo alojado más de tres días. Ayer, todavía conmocionado, aunque más distendido, destacó la fortaleza de su padre, José María Ventura, que desde el momento en que se lo llevaron a Pablo de su casa, siguió al móvil con el auto y luego estuvo siempre cerca de la comisaría o la fiscalía descentralizada Nº 6. "No tenía otra que plantarme, es mi hijo. El momento en el que me quebré fue cuando salió y me dijo: 'Que padre con huevos que tengo; gracias, papá", dijo José María a LA NACION.
Ahora Pablo está en el hall del hotel del sindicato Luz y Fuerza, ubicado a pocos metros del mar. "Todavía no caigo, estuve incomunicado. La policía me trató bien, pero no entendía nada. Cuando me fueron a buscar algo me dijeron, pero luego me metieron en el móvil. Fueron cinco horas y media de viaje", relató Pablo.
Estaba en la cama cuando entró la policía en su habitación, le manoteó el celular y luego lo esposaron. "No sé por qué me incriminaron. Yo creo que habrá sido por algún tipo de odio que me tendrán, no sé, pero yo no me llevo mal con nadie", agregó.
Su padre contó que, cuando Pablo fue liberado, lo primero que le dijo es que fuese fuerte e inmediatamente le preguntó: "¿Qué onda con estos pendejos? Y me dijo que años atrás hubo un pequeño incidente pero algo menor que pasó hace mucho tiempo".
José María Ventura explicó que, a medida que pasaban los días, aumentaba su preocupación. "Uno nunca sabe, nosotros somos laburantes, no tenemos plata para abogados".
Y comentó: "Mi momento más crítico fue cuando pasaron algunos días y no pasaba nada. Yo ahí estaba desencajado, quería llorar. Los primeros dos días no dormí ni una hora. Había mil formas de comprobar que decíamos la verdad, pero igual estaba preocupado. La semana que viene ya nos vamos a volver y nos iremos de vacaciones, seguramente a Uruguay. Pablo va a participar de todas las ruedas de reconocimiento".
Siempre al lado
José María Ventura siempre estuvo al lado de su hijo. Desde el momento en que la policía llegó a su casa en Zárate para llevárselo esposado a un destino desconocido en ese momento. Todavía sin entender demasiado lo que estaba pasando, desorientado porque a su único hijo lo trasladaban detenidos a Villa Gesell por su supuesta participación en un homicidio. Ese día sintió de cerca el escalofrío de la tragedia. Y no solo por la situación de su hijo. Ya era de noche cuando seguía al móvil policial en el que llevaban a Pablo cuando sufrió la rotura de un neumático de su auto, en pleno viaje y a alta velocidad. "Casi me mato", contó a LA NACION. Fue uno de los tantos momentos difíciles que le tocó vivir el sábado pasado, cuando, a media tarde, personal de la Delegación Departamental de Investigaciones (DDI) de Zárate llegó hasta su domicilio para identificar y poner en manos de la Justicia al entonces denominado "detenido número 11" que tenía la investigación por el homicidio de Fernando Báez Sosa.
Desde Zárate salieron hacia Villa Gesell, en vehículos separados. José María Ventura se dispuso a seguir el móvil policial, pero sufrió el estallido de un neumático de su auto. "Iba solo, me pude haber matado", insistió. Como pudo, entre tantos nervios, puso un neumático de repuesto que no sirve para circular. Así llegó hasta el centro de la ciudad, hizo abrir un local y pudo comprar otro neumático para continuar viaje.
Entonces, entre la noche y la madrugada, deambuló de aquí para allá. Hizo escala en la comisaría 1a. de Villa Gesell. Como allí no estaba su hijo fue a la comisaría 2a., donde lo mandaron a General Madariaga. Allí le dijeron que podía estar en Pinamar y ahí lo derivaron a Dolores. De aquí para allá hasta que una oficial de policía de General Madariaga le confirmó que su hijo estaba en la DDI de Villa Gesell, cuya sede está en los fondos del lote que sobre el frente tiene a la comisaría 1a. Más de ocho horas de viaje y 600 kilómetros para llegar a las 9 al destino que a medianoche había tenido a menos de 20 metros.
Por ese mismo pasillo caminó anteanoche, ya con la certeza de que volvería a abrazarlo después de más de tres días de encierro. Ahora, siempre gentil con los medios, solo pidió que le den tregua para acompañar a su hijo. "Quiero estar con el flaco, por favor", suplicó entre micrófonos y cámaras de TV.
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