¿Volver a caminar? Una investigación publicada por un científico del Conicet arrojó resultados alentadores
Se trata de un prometedor experimento con una proteína llamada Netrina-1 que, aplicada en inyecciones a animales de laboratorio con lesiones en la médula espinal, recuperaron la función motora voluntaria
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Un novedoso tratamiento experimental desarrollado en solitario por un bioquímico del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (Conicet) encendió una luz de esperanza no solo en la Argentina, sino a nivel internacional. A través de pruebas de laboratorio, mediante el suministro de una proteína llamada Netrina-1, animales parapléjicos recuperaron la movilidad de sus extremidades.
El científico en cuestión es el Dr. Ramiro Quintá, quien desarrolló el tratamiento en el Laboratorio de Medicina Experimental “Dr. Jorge Toblli”, del Hospital Alemán. Se recibió de bioquímico en la Universidad de Buenos Aires (UBA), luego obtuvo el título de doctor en bioquímica en el área de neurociencias, siguió un posdoctorado en neurobiología y continuó con su carrera de investigador científico. Actualmente es investigador adjunto del Conicet, y su área de expertise es la neurobiología aplicada a lesiones de la médula espinal.
“Particularmente es todo lo que tiene que ver con la regeneración y reconexión neuronal; me especialicé en lo que sería la biología celular y molecular de este proceso. En cuanto a las lesiones espinales, según la Organización Mundial de la Salud (OMS), a nivel planetario se estima que hay entre 250.000 a 500.000 nuevos casos por año. En la Argentina no hay datos certeros sobre la tasa de incidencia anual”, dice el profesional a LA NACION.
—¿Qué tiene de diferente este procedimiento respecto de otros experimentales que ya se aplican en humanos y que tienen mayor difusión pública, como es el caso del uso de las células madre?
—La principal diferencia radica en que la aproximación terapéutica planteada en mi trabajo corresponde a una investigación básica pre clínica, es decir que solo ha sido aplicada en animales de experimentación y no en un trial clínico. No obstante, lo distintivo es la naturaleza de la aplicación de la proteína Netrina-1 in situ en el epicentro de la zona medular lesionada al momento de la lesión: allí se produce una recuperación en la actividad locomotora voluntaria en forma significativa.
Esta proteína, Netrina-1, si bien se conoce hace más o menos 20 años, su función fue esclarecida en 2016 por un equipo francés que publicó los hallazgos en la revista Nature. Netrina-1 activa el crecimiento y la navegación de un grupo específico de axones comisurales (cables de las neuronas) a lo largo de la médula espinal. Estos axones forman una estructura conocida como tracto corticoespinal, que es el responsable de gobernar el movimiento voluntario y preciso en los seres humanos. Después de leer ese trabajo se me ocurrió la idea y pensé: “bueno, si eso sucede en condiciones normales cuando nosotros nos desarrollamos ¿por qué no podría pasar lo mismo si yo agregase la proteína de manera exógena —externa—, sobre una médula espinal lesionada?” Es decir, fomentar exógenamente la regeneración de esos cables que componen el tracto y su posterior reconexión con sus neuronas objetivo, evento necesario para generar una recuperación locomotora voluntaria.
—Los experimentos que hizo en el Laboratorio de Medicina Experimental, según contó, arrojaron “resultados alentadores”. ¿Cómo se miden esos resultados, bajo qué parámetros?
—El nivel de recuperación locomotora en animales de experimentación, luego de una lesión espinal, se cuantifica en una escala que va de 0 a 21, siendo 0 el de ninguna recuperación y 21 el óptimo. A diferencia de aquellos a los que se les aplicó placebo, cuyo valor fue 0.8, en el caso de los que recibieron Netrina-1 se obtuvo 14.9, valor muy alto y consistente con una recuperación coordinada de la actividad locomotora voluntaria. Lo que se observa es que el animal que antes estaba sin movimiento, tras el suministro de la proteína puede erguirse, caminar en forma voluntaria sin problemas, subirse a la plataforma de una silla, por ejemplo. Además, se observó la regeneración y reconexión de los tractos axonales río abajo y río arriba del sitio de lesión. Los resultados del tratamiento fueron sumamente satisfactorios en los animales de experimentación. No obstante, es importante no generar falsas expectativas, dado que el tratamiento experimental aún no fue testeado en pacientes humanos con lesiones espinales.
—¿Hasta qué punto fueron positivos los resultados con la aplicación de esta proteína?
—No podría decir o definir un punto, sin embargo lo interesante de esta aplicación, o ‘aproximación terapéutica’, para ser técnicos, es que por ejemplo animales con una lesión completa de médula espinal y tratados con Netrina-1 recuperaron en forma significativa su actividad locomotora y siguen vivos luego de casi un año y 6 meses de lesión. Sumado a esto, presentan una médula espinal conservada, lo que pudo determinarse por resonancia magnética nuclear.
Es interesante mencionar que, casi en paralelo respecto de la publicación de mi trabajo, con un mes de diferencia, otro estudio científico fue lanzado por científicos norteamericanos y franceses, orientado a una neuropatología en la que también hay muerte neuronal, como es el Parkinson. En dicho trabajo, los autores inyectaron Netrina-1 de la misma manera que la inyecto yo, y se observa similar efecto: el crecimiento de los axones de las neuronas dañadas. Esto es muy propicio en el mundo científico, ya que los resultados de ambos trabajos se validan recíprocamente.
—La repercusión que tuvo su investigación fue muy grande, a partir del artículo publicado al respecto en la prestigiosa revista académica Journal of Neurotrauma, donde fue tapa.
—El artículo salió a la mañana, y a la noche me llamaron del Departamento de Medicina de Rehabilitación de la Universidad de Minnesota para que dé una charla. A partir de ahí me ofrecieron dejar todo acá e irme a trabajar allá, con un subsidio de 500.000 dólares a mi disposición y todas las facilidades para encabezar mi propio laboratorio. Es un ofrecimiento increíble. También me contactaron para dar un curso en Canadá, en la International Spinal Cord Society (ISCoS), la Sociedad Internacional de Médula Espinal. Incluso me contactaron familiares de personas que tuvieron accidentes y quedaron con parálisis, como es el caso de Wolfgang Ribeiro Couto, de Laferrere [un joven que quedó cuadripléjico tras haber sido baleado en un asalto], para manifestarme su apoyo, con la esperanza de que quizás, algún día, surjan desde la ciencia básica nuevos conocimientos que contribuyan a mejorar su calidad de vida.
—¿Cuáles son los últimos avances en el campo de las lesiones espinales?
—La bioingeniería es la que lleva la delantera. Si bien hay muchos fondos destinados al estudio de las lesiones espinales a nivel biológico, aún no logran dar ese gran salto que sí ya se consiguió en el nivel de la bioingeniería. Por ejemplo: se implantan chips con tecnología inalámbrica, uno en la corteza motora, otro en la médula espinal, y se establece la comunicación vía Wireless. La persona con lesiones cervicales logra caminar 50 metros. Son pruebas sumamente costosas que generaron avances impresionantes que, en mi opinión, en neurobiología aún no se han conseguido.
—¿Qué es lo que se necesita o se debe hacer para avanzar con estos experimentos, tan esperanzadores para muchas personas que perdieron la movilidad en algún momento de sus vidas?
—Lamentablemente, muchas veces sucede que se promete mucho y se cumple poco, entonces entiendo que la premisa debe ser prometer poco. En cuanto a mi investigación, tuvo repercusión, y el trabajo apareció en la tapa de Journal of Neurotrauma. No obstante, insisto con que es un trabajo pre clínico que no ha sido probado en seres humanos. Por este motivo, las expectativas deben generarse en las empresas farmacéuticas para que apoyen y solventen los estudios de toxicidad en animales de experimentación, que es el paso siguiente necesario a la fase pre clínica, y no en los pacientes que padecen esta devastadora patología.
—¿Cuáles son las trabas con las cuales deben lidiar comúnmente los investigadores como usted en la Argentina?
—Todos los científicos saben que acá las cosas cuestan diez veces más, y hablamos no solo de lo monetario. Obviamente, uno pierde mucho tiempo de su día en determinadas tareas y cuestiones burocráticas, lo cual deviene en que, eventualmente, se dejen de lado los experimentos, los diseños experimentales, la lectura de trabajos científicos. Y esta es una situación que atraviesan, en mayor o menor medida, todos los científicos del país. Particularmente, en la propuesta que recibí me dijeron “usted dedíquese a investigar, que nosotros nos ocupamos de todo lo demás”. Concretamente, esto sucede en los Estados Unidos, donde hay un apoyo muy importante a las investigaciones en lesiones espinales, debido en parte a la gran cantidad de veteranos de guerra con secuelas de este tipo. Entonces, hay organizaciones que aportan un montón de dinero para desarrollar estas investigaciones.
Otra dificultad que atravesamos radica en la formación de recursos humanos: resulta muy difícil encontrar estudiantes de doctorado, becarios o interesados en hacer una carrera científica. Lo que sucede en la Argentina es que los nuevos profesionales optan por continuar su vida profesional en otro ámbito. En muchos casos, esto obedece a la diferencia económica, ya que no es lo mismo lo que se percibe por una beca doctoral versus una actividad lógica de su expertise. Y esta situación no es ajena a los investigadores.
"Debemos formar nuevos científicos en el país, incrementar la masa crítica en las distintas áreas de la ciencia"
Dr. Ramiro Quintá
El Doctor Quintá pone especial énfasis en la necesidad de fomentar la investigación básica y darle la real importancia que merece a la ciencia, a la que considera la “piedra fundamental” para cualquier desarrollo de la sociedad a futuro.
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