Violencia y muerte en Rosario: quién es el jefe narco de Los Salteños, que comanda a los sicarios desde la cárcel de Ezeiza
Julio Rodríguez Granthon, un ciudadano peruano de 30 años, es quien ganó más terreno en el negocio narco; pasó de ser proveedor de Los Monos a ser un engranaje cada vez más fuerte en la venta de estupefacientes; su característica es usar bandas barriales para infundir terror y ganar territorio
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ROSARIO.- El barrio Empalme Graneros es uno de los más pobres y violentos de Rosario, y allí, en medio de esa cruda escenografía de casas de chapa y ladrillos huecos, los llamados Salteños, un clan familiar, controlan un pequeño radio de la venta de drogas. Este grupo criminal tributa a uno de los capos de la droga en Rosario: el ciudadano peruano Julio Rodríguez Granthon, un expiloto de aviación que está preso en el penal de Ezeiza, con dos condenas sobre espalda, una por narcotráfico y otra por participar en el plan para ejecutar con dos sicarios al exconcejal Eduardo Trasante.
El Peruano, como apodan a Rodríguez Granthon, pasó de ser proveedores de cocaína de Los Monos a socio. Pero con su inteligencia y un extremo desenfreno en el uso de la violencia, según delinean los fiscales que lo investigan, logró ganar espacio en el mapa narco de Rosario, sobre todo en el oeste, y puntualmente en el barrio Empalme Graneros, donde el domingo se produjo el crimen de Máximo Geréz, de 12 años, que fue acribillado junto a otros chicos en la misma cuadra del sector que llaman Los Pumitas, donde también vivían Los Salteños, cuyo padre e hijo, Cristian y Juan José, están presos en el penal de Piñero.
El crimen de Máximo y ataque contra los tres chicos que fueron heridos –uno de ellos está en grave estado- muestra cómo funciona la dinámica narco en los barrios de Rosario. Aporta una explicación sobre porque esta ciudad tiene una tasa de homicidios cuatro veces más alta que el promedio nacional (5,1 homicidios cada 100.000 habitantes), y el año pasado la cifra de crímenes llegó a 288, la más alta desde que se tenga registro.
Los Villazón controlaban una decena de búnkeres en Empalme Graneros. Esos puntos de venta de droga funcionaban en casas usurpadas a la fuerza o en kioscos y almacenes. Recaudaban entre 8 y 10 millones de pesos por semana, calcula un investigador. Se sospecha que entre un 20 y un 30 por ciento iba a la “caja negra” de la policía. Con tantos competidores en la venta de drogas, un espacio geográfico tan pequeño, lo que mantiene vivo el negocio es la violencia.
Cristian Villazón, padre de Juan José, el líder de Los Salteños, fue condenado el 7 de setiembre del año pasado a 15 años de prisión por un triple homicidio. Debería haber sido sentenciado a prisión perpetua, pero la investigación no reunió las pruebas suficientes.
En ese triple crimen se cristalizó la violencia desenfrenada que usan estos grupos criminales de la marginalidad. Sicarios mataron a Cristopher Albornoz, hijo de Miguel Ángel, conocido como Caracú, un histórico narco de la zona, a su pareja, Florencia Corbalán y a una bebé de un año y medio.
Juan José Villazón, hijo de Cristian, también está preso en el pena de Piñero, por varios delitos. Este joven de 21 años está sospechado de haber participado del ataque a tiros contra el canal Televisión Litoral el 12 de diciembre pasado. La investigación busca determinar el móvil de este atentado contra un medio de comunicación.
Al mando de Los Salteños está Julio Rodríguez Granthon, preso en el penal federal de Ezeiza. El poder de El Peruano creció de manera vertiginosa en los últimos tres años desde las prisiones en las que estuvo alojado, entre ellas Piñero, en Santa Fe, y Marcos Paz y Ezeiza, penales federales situados en la provincia de Buenos Aires.
El crecimiento del perfil de este hombre de 30 años, que emigró desde Perú hace una década a la Argentina, queda al descubierto en las investigaciones judiciales que se originaron contra este expiloto. En la última, que presentaron en una audiencia a fines de diciembre pasado los fiscales Valeria Haurigot y Franco Carbone –quienes fueron amenazados en las audiencias por miembros de la organización criminal-, se desgrana el crecimiento económico y el poder que Rodríguez Granthon tiene en varios barrios de Rosario, donde un grupo de sicarios que trabajan para él logran sostener con extrema violencia un negocio millonario que se mueve con la provisión de droga a otras organizaciones y también la venta directa.
Nadie sabe muy bien entre los investigadores cómo Rodríguez Granthon desembarcó en Rosario. Existen versiones de que este expiloto de aviación comercial llegó a la Argentina hace una década y tras permanecer dos años en la Patagonia recaló en Rosario, donde comenzó a proveer de cocaína a la banda de Los Monos y luego tomó vuelo propio. Su familia se instaló en Funes, donde vive en una casa de grandes dimensiones y maneja una empresa de transporte que se llama Messina Hermanos, cuyos verdaderos titulares son solo una pantalla, de acuerdo a la investigación.
Esta última investigación, que logró profundizar sobre la estructura criminal que montó Rodríguez Granthon con sus sicarios, entre ellos Los Salteños, se originó a partir de los ataques a balazos que denunció una mujer el año pasado. El Peruano baleó tres veces su residencia como forma de presión para que el hijo de la mujer pague una deuda de 150.000 dólares que el jefe narco le reclamaba.
Desde la cárcel, Rodríguez Granthon llamó en marzo del año pasado a la madre del supuesto deudor y le explicó por qué disparó contra su casa. La mujer estaba aterrada porque su hija, que estaba embarazada, vivía en la parte de atrás de su vivienda y temía que si volvían a disparar resultara herida.
“Yo con ninguno de mis hijos me hablo, desde que ellos empezaron a hacer estas cosas cada uno se fue de mi casa. Yo soy una pobre mujer laburante que lo único que tengo es esta casa y un rancho atrás donde vive mi hija que está embarazada”, le explicó la mujer.
“No, por favor señora, quédese tranquila. No pasa nada con usted, pero vea si puede comunicarse con su hijo porque él no se comunica conmigo y yo ya no sé de qué forma recurrir para que él me llame para que por lo menos de la cara como un hombre lo haría, me entiende?”, advirtió Rodríguez Granthon, que pretendía que la mujer llamara a su hijo y lo presione que le pague al jefe narco los 150.000 dólares que debe de una provisión de estupefacientes.
Los que dispararon contra la casa de la mujer son los sicarios que trabajan para Rodríguez Granthon, que reciben las órdenes a través de los teléfonos que El Peruano posee en la cárcel de Ezeiza. En los allanamientos que ordenaron los fiscales se incautaron en ese penal y en Piñero, donde están alojados miembros de la banda, 40 celulares.
Las evidencias que presentaron Haurigot y Carbone muestran el dominio creciente de este expiloto peruano en los últimos años, que parece haber aprovechado los espacios vacantes que empezaron a quedar en el mapa narco, tras los controles más severos que tienen en las cárceles federales Ariel Cantero, conocido como Guille, y Esteban Alvarado.
Fuentes judiciales apuntan que este hombre de 30 años, nacido en Perú, se empieza a consolidar en el tejido narco rosarino con un liderazgo en el que confluyen características que no tienen otros capos barriales, como contactos con el extranjero para canalizar la llegada de cocaína –que tiene una corona como sello de calidad-, que sirve para proveer a otros grupos mafiosos.
También apuntan como uno de los ítems de su perfil el manejo de grandes cantidades de dinero, que envía a través de distintas plataformas a Perú, donde su padre Francisco viaja asiduamente. Y una característica que sí lo emparenta con sus colegas locales: usa métodos sangrientos para dominar los territorios. Aparece sospechado de tramar el último ataque contra Televisión Litoral. Fueron detenidos quienes robaron el auto que se usó en el ataque, pero aun la investigación no llegó a establecer el autor intelectual.
Hace tres años, cuando se realizó un megaoperativo bajo el rótulo “coronas blancas” –era el sello que tenían inscriptos los panes de cocaína- Rodríguez Granthon aparecía ligado a la banda de Los Monos, más específicamente como proveedor de cocaína de Ariel Cantero, alias Guille, y de su padre Máximo, conocido como El Viejo.
Desde la cárcel de Piñero, donde estaba preso en ese momento –luego fue trasladado a Marcos Paz y después a Ezeiza- impartía órdenes para que sus socios distribuyeran cocaína en varias zonas de Rosario. Entre el 4 y el 5 de noviembre de 2019 el grupo sufrió un fuerte golpe luego de que efectivos de la División Antidrogas Rosario de Policía Federal realizaran múltiples allanamientos y detuvieran a siete personas, a los que les secuestraron 15 kilos de cocaína y mucho dinero: 5.000.000 de pesos y más de 100.000 dólares. Esa cantidad de droga era la que se distribuía por semana en Rosario, según calcularon los investigadores.
En el juicio, el fiscal federal Federico Reynares Solari, quien llevó adelante la acusación en el debate oral, mencionó la conexión entre el Peruano y Guille Cantero, aunque la causa se la conoció como expediente Manrresa.
Ese rótulo se debía a uno de quienes fue condenado: Claudio Manrresa, un licenciado en Seguridad e Higiene de 49 años imputado de ser parte de esta red y semblanteado como uno de los colaboradores de Eric Masini, el proveedor de la cocaína. El Tribunal Oral Federal (TOF) N° 3 condenó en agosto de 2021 a 12 años de prisión al Peruano, acusado de ser el organizador del tráfico de droga.
Luego, el 5 de noviembre de 2021, la justicia federal de Rosario procesó a Gustavo Shanahan, extitular de Terminar Puerto Rosario, dueño de una cueva financiera en el centro de Rosario, por narcotráfico, tras detectar que la banda liderada por Rodríguez Granthon, había cambiado más de 34.000.000 de pesos en esa casa de cambio de manera ilegal.
El impacto de esta causa que investigó la Procuraduría de Narcocriminalidad (Procunar) puso en alerta ese sector oscuro de las finanzas que vive gracias a una economía quebrada y que fomenta con permanentes regulaciones que exista un mercado paralelo, que se lo llama blue, pero que en el ambiente narco se lo apoda dark. Las tonalidades responden al nivel de riesgo en las operaciones, como se trasluce del caso Shanahan, que cobraba un porcentaje superior al de cualquier inversor porque sabían de dónde provenía el dinero: de los búnkeres de villa Banana.
“Nos cobra un dos por ciento”, le avisó por teléfono el 18 de agosto de 2020 Facundo Pérez a su jefe narco, el piloto peruano Julio Rodríguez Granthon. “No es nada un dos por ciento”, respondió para cerrar el trato con una cueva financiera del centro de Rosario.
Ese porcentaje era el plus que presuntamente Shanahan le cobraba al narco. Esa “tasa diferencial” respondía al riesgo de la operación. Porque los 34.000.000 de pesos que Rodríguez Granthon quería cambiar, en una sola operación, provenían de la recaudación de los búnkeres que el Peruano, proveedor de Los Monos, posee en villa Banana, uno de los lugares más marginales y pobres de Rosario.
Ese era el circuito por el que se movían la droga y el llamado dólar dark, divisa que se inserta en este mundo criminal con un precio mayor. Fuentes de este sector oscuro del mundo financiero señalaron que después de esta causa el precio para que los narcos cambien dólares será mayor. Calculan de entre un 5 y un 8 por ciento.
Rodríguez Granthon tenía urgencia por cambiar los pesos que recaudaban sus lugartenientes a dólares por dos motivos, según señalaron a Aire de Santa Fe los investigadores: reducir el volumen físico del dinero, que era un problema. La recaudación de los búnkeres eran 34.000.000 pesos que ocupaban seis valijas. La otra necesidad que tenía el narco peruano era que para adquirir la cocaína en Bolivia, que luego sus hombres vendían en Rosario, debía conseguir dólares.
A la cueva financiera esa sola operación le dejó un dividendo extra de 680.000 pesos, que en total configuraron más de 1.000.000 de pesos. El riesgo era predecible y luego se hizo palpable cuando el 15 de octubre fue detenido el empresario Shanahan, que fue socio hace más de una década de Jordi Pujol, el hijo del histórico expresidente de la Generalitat catalana, quien tuvo problemas judiciales en España luego de que el financista rosarino admitiera que había lavado 13.000.0000 dólares de este clan en el puerto de Rosario.
Shanahan fue uno de los hombres de negocios más poderosos de Rosario, con inversiones inmobiliarias millonarias como el complejo de barrios privados Los Pasos, detrás del country Carlos Pellegrini y el Jockey Club. Para emprender este desarrollo que tuvo problemas y terminó en una demanda judicial millonaria vendió sus acciones del puerto a Vicentin.
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