Violencia sin límites. “Es una ciudad tomada por el narcotráfico”, advirtió un obispo tras el ataque a balazos contra una parroquia
El frente a la capilla Santa Rita recibió 15 disparos en una zona golpeada por la cotidiana violencia de bandas
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ROSARIO.-Los blancos pueden una comisaría, una escuela, un centro de salud o un negocio. Ahora, también una parroquia. En esta ciudad nada parece estar indemne a las balas de los grupos narcos, que desde hace un tiempo buscan generar pánico con actos violentos.
Este jueves a las 17.30 los tiros impactaron en las paredes de una capilla Santa Rita ubicada en Puelche al 100, en Empalme Graneros, uno de los barrios donde dos grupos narco, Los Monos y Esteban Alvarado, se enfrentan a través de sus bandas de soldaditos. En un mural de Jesucristo que está con las manos abiertas impactaron por lo menos dos de las 15 balas que dispararon desde un automóvil. Y poco después fue baleada una mujer en los alrededores de esa parroquia.
“Rosario es una ciudad tomada por el narcotráfico”, aseguró a LA NACION Fabián Belay titular de la Pastoral de Drogadependencia del Arzobispado de Rosario, que fue designado hace una semana por el Papa Francisco como obispo auxiliar en una muestra de respaldo a la labor pastoral en esta ciudad atravesada por la violencia narco. “Si no vemos que estamos en una situación de emergencia y crisis, no tenemos chance de salir adelante. Nadie desde la política quiere hablar de esto. Y nuestra situación es desesperante”.
El ataque a esa iglesia conmocionó el barrio. Porque allí no solo funciona un espacio de oración, sino que además es un comedor comunitario y lo que en la Iglesia llaman un “centro de vida”, un espacio de contención donde buscan que los chicos con problemas de adicciones tengan un lugar que les abra una salida.
La capilla cerró sus puertas este viernes al considerarse que sería un peligro si se repitiese un ataque cuando las familias van a buscar su comida y realizar tareas con los chicos. “Es muy preocupante la situación, porque el ataque a la capilla es atentar contra un lugar de resistencia a esta situación. Es un lugar donde se busca darle una oportunidad a los chicos que quieren salir del problema de las adicciones”, explicó a LA NACION el padre Daniel Siñeriz.
“Los balazos buscan desalentar a aquellos que buscan otra salida. Es un mensaje muy preocupante”, señaló el sacerdote, cuya parroquia en Nuevo Alberdi fue saqueada siete veces en 2019. Esta capilla en Empalme Graneros forma parte de una red de “centros de vida” que el obispado de Rosario empezó a tejer en distintos barrios. Ese trabajo está a cargo de Belay, referente de la Pastoral de Drogadependencia del Arzobispado de Rosario.
“Esto que está pasando es demasiado. Cada vez hay menos chances de seguir tejiendo redes. Se pone en riesgo la vida de los referentes sociales y religiosos. No podemos no ver la emergencia en la que estamos viviendo”, afirmó Belay, quien consideró que “no se puede naturalizar este estado de violencia. En los barrios Empalme Graneros y Ludueña mataron a decenas de chicos en los últimos meses. Los ataques son permanentes. Frente a esto no hay una muestra del Estado para romper esta anomia”.
Para el padre Siñeriz no es una casualidad que los blancos de los ataques sean las escuelas y ahora las iglesias. “Son lugares que están siendo asediados porque, frente a un Estado que está desarticulado y muchas veces es cómplice, son lugares de resistencia”.
“No están dadas las condiciones básicas para que ningún actor comunitario pueda caminar un barrio. El que está día a día en el trabajo comunitario tiene que cuidar su vida también”, reconoció BElay y justificó: “Podés quedar en el medio de un enfrentamiento y eso limita la actividad. Salir al encuentro, visitar, ¿cómo te vamos a buscar? Si el docente y el enfermero tienen sus vidas en peligro”.
Como consecuencia de este ataque la escuela primaria Nº1027 “Luisa Mora Olguín” cerró sus puertas. Durante las últimas tres semanas una decena de colegios dejaron de dictar clases por amenazas y ataques a balazos. Algunas, como las tres que están ubicadas en Paraguay al 1200, en pleno centro de Rosario, reabrieron este miércoles.
Anoche los disparos buscaron otro blanco. Pero similar impacto social. Dos jóvenes que circulaban en una moto dispararon contra un camión de recolección de residuos. Por esa balacera se interrumpió el servicio de limpieza de esta ciudad. Como los comerciantes antes, los docentes y los religiosos después, ahora los gremialistas, al menos los del sindicato de recolectores de basura, reclaman a las autoridades medidas para frenar los atentados.
A los ataques a balazos ahora también se suman atentados con bombas molotov. Como ocurrió este viernes a la madrugada en una casa ubicada en Centeno 2583, en barrio Itatí, en la zona sur de Rosario. La vivienda arrasada por el fuego era la casa de la cuñada de Ariel Lisandro Leguizamón, de 25 años, militante del Movimiento Evita, que fue asesinado el domingo pasado a pocos metros de allí.
Según fuentes de la investigación, el incendio habría sido causado por personas que pasaron a abordo de un auto y que arrojaron una bomba molotov contra la casa, que estaba deshabitada después del crimen de Leguizamón. El joven asesinado vivía a muy pocos metros de esa vivienda incendiada.
Otro lugar que fue atacado con estos explosivos incendiarios fue una agencia de loterías de Jujuy al 2300, en pleno barrio de Pichincha, en el centro de la ciudad.
Ante esta situación, con 131 crímenes en Rosario en lo que va del año, el gobernador de Santa Fe, Omar Perotti, reclamó el “total despliegue de las fuerzas federales” en Rosario para combatir la violencia. “Es un momento difícil, pero lo reconocemos y avanzamos para resolverlo”, admitió el mandatario.
“Necesitamos el total despliegue de las fuerzas federales. No hay ningún problema de este tipo que se haya enfrentado en el mundo sin la presencia de fuerzas federales y de la Justicia Federal actuando en conjunto”, apuntó.
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