Violencia doméstica y accidentes de tránsito, los mayores riesgos asociados al consumo de alcohol en la pandemia
Especialistas en adicciones observan un aumento en la ingesta de bebidas en el contexto del encierro; afectó más a los adultos que a los jóvenes, según un relevamiento de la Sedronar
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El encierro, la incertidumbre, los cambios en los hábitos de vida, los problemas económicos, la soledad, el miedo a la enfermedad y a la muerte... Y la lista sigue... Esos son algunos de los factores y emociones que se sufren por la pandemia y que, según los especialistas, llevaron al incremento de los consumos problemáticos, como el alcohol. Afirma que, aunque históricamente ha sido la sustancia más consumida, durante la cuarentena eso se acentuó. Esto tiene, además de la afectación de la salud del consumidor, otras consecuencias, como el aumento de las situaciones de violencia doméstica o incidentes de tránsito producto de manejar alcoholizado. Esto quedó dramáticamente en el foco hace una semana, cuando dos jóvenes de 18 años, Franco Rossi y Joaquín Alimonda, perdieron la vida en Tigre cuando el auto que uno de sus amigos, que había bebido en demasía, conducía a alta velocidad, se despistó en el Camino de los Remeros durante la madrugada y chocó contra un guard-rail.
Con el aislamiento social, preventivo y obligatorio por el Covid-19 se produjo, por un lado, un aumento en la cantidad y la frecuencia de consumo de alcohol, principalmente en los adultos, y, por otro, hubo una modificación en los contextos o situaciones en los que se llevaba a cabo ese consumo: mientras que entre los adultos creció “puertas adentro del hogar”, entre los jóvenes o adolescentes disminuyó porque “perdieron” los encuentros o reuniones sociales fuera de su casa, donde beber es una actividad compartida.
Así surge de un estudio nacional cualitativo sobre las modificaciones en los consumos de sustancias realizado por la Sedronar, sobre la base de un relevamiento nacional que se llevó a cabo entre el 20 de marzo y el 7 de julio de 2020, a partir de consultas a los referentes de las 24 agencias provinciales de drogas del país.
“La droga número uno de la Argentina prepandemia era el alcohol, y pospandemia es, sobre todo, el alcohol. La gente cree que como es legal, no es una droga, y la verdad es que es una sustancia psicoactiva de venta libre que trae muchos problemas”, dijo a LA NACION Federico Pavlovsky, psiquiatra, director del Dispositivo Pavlovsky, que desde hace más de una década asiste y acompaña a personas con consumos problemáticos.
Explicó que con la cuarentena el alcohol se convirtió en una sustancia “tentadora” para poder “lidiar con la realidad” porque es “una droga legal y promocionada” que produce sedación, disminución de la ansiedad y que facilita dormir. Eso es un problema, advierte Pavlovsky: “Al principio te ayuda a conciliar el sueño, te saca la angustia, te pone en estado de euforia; pero a medida que pasa el tiempo, si se consume de manera regular, ocurre todo lo contrario, porque se inician los cuadros depresivos gravísimos, el insomnio y un montón de síntomas de ansiedad”.
A la variación en los estados emocionales que pueden llevar al incremento del consumo de alcohol, fruto del contexto, se le suma que en muchas provincias, además de las restricciones de circulación, hubo un fuerte descenso en el abastecimiento de ciertas sustancias, principalmente tabaco y algunas drogas ilegales. Este hecho singular propició, según los referentes de los dispositivos de la red de Sedronar y los especialistas consultados por LA NACION, que se produjera un viraje hacia las sustancias “disponibles”: bebidas alcohólicas y psicofármacos.
Fabián Chiosso, presidente de la Federación de Organizaciones no Gubernamentales de la Argentina para la Prevención y el Tratamiento de Abuso de Drogas (Fonga) explicó a LA NACION: “En un primer momento hubo un cambio en el patrón de consumo porque, como no había droga ilegal disponible en la calle, muchos se volcaron a las sustancias que encontraban en sus viviendas. Esto llevó a un incremento en el consumo de alcohol y psicofármacos”.
Además, explicó que la incertidumbre laboral y económica tuvo un fuerte impacto en el sector de la población económicamente activa, ya que se fue “socavando su estabilidad personal y la de sus familias”. Con el paso del tiempo, opinó Chiosso, ese factor incidió en el aumento del consumo, en el cambio de pautas de consumo y en el comienzo de consumos problemáticos.
El informe del Sedronar remarca que durante la cuarentena los referentes provinciales registraron un incremento en la demanda de asistencia, sobre todo de personas con alcoholismo que no habían llegado antes. Explicaron que, por un lado, hay un porcentaje de la población que comenzó a beber, cuando antes no lo hacían; y por otro quienes bebían una o dos veces por semana, durante el aislamiento convirtieron la bebida en un hábito.
En la misma línea se manifestó Carlos Damín, Jefe de Toxicología del Hospital Fernández y director de Fundartox, quien reconoció a LA NACION que en las consultas del centro asistencial detectaron un incremento de pacientes que manifestaron que antes de la pandemia bebían alcohol únicamente durante la cena, pero con el confinamiento, como permanecían todo el día en sus casas, también lo incorporaron al almuerzo.
Además, subrayó que también se vio reflejado en las consultas que el aislamiento había provocado trastornos de sueño y aumento en la conflictividad familiar: “Consumir alcohol producía situaciones conflictivas dentro de los hogares y, a su vez, la conflictividad llevaba a que se generen más situaciones de consumo”.
Durante la cuarentena se incrementaron en un 24% los llamados por casos de violencia familiar, según los datos de los registros de la línea 137, que brinda asistencia y acompañamiento a las víctimas de violencia familiar y/o sexual.
Entre el 20 de marzo y el 31 de agosto de 2019 hubo 3432 llamados a través de esta línea. En el mismo período del 2020, las comunicaciones en busca de ayuda treparon a 4252, un 24 por ciento más.
Sin ayuda cara a cara
La pandemia también rompió la atención presencial porque muchos hospitales y centro de salud mental debieron interrumpir ese tipo de asistencia al paciente. “Vos tenés una alta accesibilidad al alcohol, pero una baja accesibilidad a los tratamientos en salud mental y adicciones. Es bastante injusta la ecuación”, reclamó Pavlovsky.
Un estudio realizado por el Instituto Gino Germani (IIGG) que relevó el consumo de bebidas alcohólicas en el Área Metropolitana de Buenos Aires (AMBA) durante los primeros 50 días de cuarentena reveló que habían crecido los dos polos de la frecuencia de consumo: se había duplicado el número de quienes no tomaban bebidas alcohólicas y se había triplicado la cantidad de personas que tomaba todos los días.
Según la encuesta del Conicet, realizada a 4613 mayores de 18 años en forma virtual, esa multiplicación del número de personas con mayor consumo se dio, con mayor énfasis, en el grupo de entre 35 y 44 años.
Un dato a destacar es que aumentó el número de quienes no consumen bebidas alcohólicas. Esa disminución se dio, en su mayoría, en la población de entre 18 y 24 años; antes de la cuarentena, uno de cada tres jóvenes tenía consumo regular todos los fines de semana; desde el confinamiento fueron la mitad de eso. “Los jóvenes producen episodios de abuso [de consumo] en las salidas nocturnas, que ahora están limitadas”.
Claudio Mate Rothgerber, asesor de la Presidencia en la Comisión de Adicciones de la Cámara de Diputados de la Nación, subrayó a LA NACION que en términos de la epidemiología del alcohol, el hecho de que haya bajado el consumo en jóvenes “tiene un peso mucho más grande que el que haya aumentado en adultos, problema que representa una parte menor en la epidemiología de la Argentina”.
La diferencia, explicó, está en que entre los adultos hay problemas de alcoholismo crónico, y en cambio, entre los jóvenes hay “abuso episódico” y como se cortaron los eventos sociales, las salidas de fines de semana y el mercado de la noche está limitado, disminuye el consumo.
El doctor Roberto Canay, director del capítulo argentino de la International Society of Substance Use Professionals (ISSUP), y del Instituto Forum Vitae, explicó a LA NACION: “Es muy claro y notorio el incremento del consumo de bebidas alcohólicas en la población que tuvo algún síntoma vinculado con la salud mental, una sintomatología que durante la pandemia aumentó”.
Hizo mención a un estudio de la Fundación Ineco (una encuesta diseñada por un equipo de profesionales de la salud mental hecha realizada entre más de 10.000 personas), que afirma que, por el aislamiento, uno de cada tres argentinos siente depresión o ansiedad.
Bajo esa perspectiva, Canay aclaró: “Debido a esta situación, en la que claramente hay un aumento en la problemática de salud mental y un aumento de las problemáticas vinculadas con el consumo de alcohol, es fundamental tener datos y estudios para poder tomar las mejores decisiones basándonos en evidencias”.
Afirmó Canay que si bien la incidencia de la pandemia en todo lo relacionado con el consumo de sustancias tanto legales como ilegales ya está puesto de manifiesto en algunos estudios, “al impacto fuerte lo vamos a ver más adelante”. Y concluyó: “Sería importante prestarle más atención ahora, porque el costo a nivel social y de salud va a ser mucho más fuerte”.
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