Violada por su padre, abuelo y tío: “Quería morir todos los días”, el dramático mensaje de una mujer que busca justicia
María de los Angeles Tobio lucha para que se escuché su denuncia y se lleve a juicio a su progenitor por los abusos sexuales
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“Tenía tres años cuando mi padre empezó a abusar de mí. Me sentaba sobre sus piernas, después me llevaba a upa y me ponía sobre las rodillas de mi tío y mi abuelo, me entregaba a ellos, me compartía, me decía ‘hacé caso, pórtate bien’. Tenía que quedarme quieta. ¿Sabés que feo era que te den un beso en la boca, que te raspen con la barba? Yo era una criatura muy chiquita, así ocurrió hasta mis 12″. El testimonio de María de los Angeles Tobio se interrumpe porque hace un alto para respirar hondo. Su dolor se percibe a flor de piel, estremece su palabra.
A los 36 años rememora ese tiempo de terror: “Mi propio papá me encerraba en el cuarto y me decía que hiciera esto, que hiciera lo otro, y si no me pegaba. Las palizas eran totalmente severas. No era todo, cuando terminaba de violarme, además golpeaba a mis hermanos. ¿Por qué una niña tenía que soportar una penetración de parte de su padre que es quien la debe proteger? Para colmo era policía, yo veía a quien tenía que ser un héroe, abusarme, imagínate el terror que sentía cada vez que él llegaba a mi casa”.
María soportó hasta el 29 de enero de 2021 guardando el secreto de tanto horror, hasta que decidió denunciar las agresiones sexuales ante la Comisaría de la Mujer en la ciudad de Mar del Plata, donde reside. El motivo que la llevó a hacerlo fue haber sentido más miedo aún: “Es que yo vivía con temor, era natural para mí porque así crecí, no decía nada porque sabía que él era capaz de matar a mi mamá y mis hermanos si se enteraban lo que hacía conmigo. Hasta que una situación que para mí fue límite me llevó a no callar más…”
Vuelve a respirar profundo y brinda detalles: “Tengo dos hijas, una de 7 y otra de 19 años. En enero del año pasado Juan Carlos (así lo refiere cuando habla de su progenitor) se comunica con la mayor por mensaje de celular. Ella le contestó ‘hola abuelo’ y entonces empezó a bombardearla. Le decía que vaya a la casa, que había hecho un horno de barro, que iban a hacer pizzas, le insistía como para que fuera en secreto. Primero me paralicé y luego decidí denunciar el 29 de ese mes todo lo que me hicieron”.
La causa fue caratulada “Juan Carlos Fidel Tobio c/María de los Ángeles Tobio s/abuso sexual. Allí María brindó detalles aberrantes acerca de qué manera la violaban su padre, Juan Carlos -expolicía bonaerense-, su tío Guillermo y su abuelo Fidel (los dos últimos, ya fallecidos), quienes de acuerdo con su declaración abusaron de ella entre los 3 y 12 años (desde 1988 hasta 1997) compartiéndola como un objeto sexual.
Luego de radicada la denuncia, el 22 de febrero el fiscal Alejandro Pelegrinelli la desestimó por considerar que la acción penal estaba prescripta. Desde entonces, María lucha para que la investigación continúe y su padre reciba una condena ejemplar: “El fiscal se olvidó de la Ley de Víctimas. Los delitos de abuso sexual contra las infancias son de orden público, él debía seguir impulsando la investigación de oficio y no lo hizo. La ley 27.206, sancionada en 2015 y conocida como ‘de respeto a los tiempos de las víctimas’, dice bien claro que el plazo de prescripción se suspenderá mientras la víctima sea menor y hasta que, habiendo cumplido la mayoría de edad, formule la denuncia”, detalla.
No fue todo, porque el último día hábil de 2021, el juez de Garantías Saúl Roberto Errandonea decretó la prescripción de la causa, medida que el abogado patrocinante de María Tobio, César Sivo apeló con éxito, ya que el 23 de mayo último la Sala I de la Cámara de Apelación y Garantías en lo Penal de Mar del Plata revocó el fallo que no le permitía avanzar a María de los Ángeles contra su progenitor.
El tribunal de alzada ordenó revocar “íntegramente la resolución recurrida adoptada el 29 de diciembre de 2021″, que beneficiaba al padre de la víctima, para que “verificados todos los presupuestos legales, se expida sobre la prescripción de la acción penal respecto de los hechos denunciados siguiendo los parámetros de interpretación explicados por los integrantes de la mencionada sala, Marcelo Alfredo Riquert y Esteban Ignacio Viñas, y en caso de declararse tal prescripción, haga efectivo el derecho a la tutela judicial efectiva de la denunciante, sin perjuicio de la imposibilidad de imponer sanciones penales, habilitando judicialmente la realización de un proceso por la verdad cuya investigación estará a cargo del Ministerio Público Fiscal, permitiendo el eventual esclarecimiento de los hechos denunciados y, a la vez, una reparación tanto moral como pública de la víctima, menor al momento en que aquellos hechos se habrían perpetrado”.
María cuenta que la reciente resolución de la justicia marplatense le da ánimo para seguir luchando por un fallo ejemplar: “Hasta acá solo sufrí violencia institucional porque el fiscal Alejandro Pellegrinelli en lugar de impulsar la causa la detuvo. Los funcionarios tienen que entender que las víctimas no solo luchamos por justicia, también por nuestra integridad física y mental. Nos cuesta dormir, concentrarnos, nos deja una secuela imposible de superar. No recuerdo haber dormido nunca ocho horas seguidas. Siempre me despierto sobresaltada, como mínimo tres veces. Mis hijas me contaron que antes de radicar la denuncia lloraba y gritaba de noche. Dormida pedía auxilio o que me dejen. Pensaron que era normal, pero cuando radiqué la denuncia las pesadillas empeoraron. Soñaba y tenía recuerdos horribles”, explica.
“Otras chicas me contaron que también les aparecen flashes de cuando sufrieron ataques. Hay muchas que tardan más de veinte años en recordar lo que les pasaba. Es una defensa que tiene el cerebro para que la persona pueda sobrevivir. En especial en la infancia. La mente se deteriora y el daño y el dolor se multiplica. Se siente peligro, despojo, vulnerabilidad, vergüenza, invasión a nuestro propio cuerpo. Es demasiado traumático. Mis primeros recuerdos son esos. En lugar de sentirme cuidada y protegida me sentía vejada, violentada. Para mí era normal, crecí así”, confiesa conmovida a LA NACION.
“Le pedía a Dios que me llevase”
El secreto de lo que le hacían lo guardó por más de 20 años. María cuenta que pensó que era la manera de proteger a su familia: “Crecí naturalizando el silencio y el horror, aparentando que no pasaba nada, amenazada por él de que si hablaba se iban a morir mis hermanos y mi mamá. Me podría haber matado tranquilamente si quería. Igual yo me quería morir todos los días. Me encerraba en el baño, me tiraba de los pelos, me golpeaba la cabeza, me rasguñaba, pero trataba de no dejarme marcas porque si alguien se daba cuenta que sabía, Juan Carlos me mataba. La verdad es que le pedía a Dios que me llevase y no me llevaba”.
Hoy a sus 36 años, la joven advierte sobre las pruebas que fue dejando de lo que le ocurría y que nadie pudo ver porque toda su familia vivía el mismo terror: “Dejé señales, mal comportamiento en las escuelas, malas notas, dibujos, muchos los rompía para que no los vieran, los hacía para descargarme, algunos me quedaron. Mi mamá también era víctima, no la mató de casualidad, le gatilló en la cabeza varias veces. La quiso ahorcar con el cable del teléfono. Le puso la cabeza adentro de un lavarropas andando. Le dejó varias veces los ojos negros. Muchas de estas situaciones las hizo ante la presencia de mi tío y mi abuelo que no hacían nada para impedirlo, solo miraban, parecían disfrutar de una película”.
“Si querés denunciar, hacelo, no tenés pruebas, además prescribió”, rememora María que le decía su progenitor en tono de burla cuando se la encontraba en las calles de Mar del Plata, donde reside. “Además venía a mi casa, me mandaba mensajes, nos cruzaba con mis hijas en el auto y tocaba bocina. En 2017 llegó a pedirme que lo dejara vivir con nosotros porque no tenía vivienda. Yo lo atendía porque le tenía miedo, pensaba que si no lo hacía era capaz hasta de matarnos. Hasta que exploté cuando intento meterse con una de mis hijas, fue mi límite”.
María de los Ángeles Tobio en la actualidad cursa la carrera de abogacía y colabora con otras víctimas: “Quiero creer en la justicia. Hasta ahora el único que me ayudó fue mi abogado, César Sivo, a quién pude conocer en los últimos tiempos. Dejó en claro que lo hace en forma desinteresada. Recuerdo que me dijo ‘Quedate tranquila que lo sacamos adelante juntos’. Me emocioné hasta las lágrimas. Ahora se abrieron las puertas no solo para el juicio por la verdad, voy a luchar en contra de la prescripción de la causa, quiero que vaya preso, porque el delito sexual contra las infancias es uno de los más graves de la faz de la tierra, igual que los de lesa humanidad, y merece la misma condena de la sociedad pero también de la justicia”.