LA NACION recorrió la “base de operaciones” donde los integrantes de la banda pasaban gran parte del día; dictaron la prisión preventiva de uno de los supuestos delincuentes y la semana próxima extraditarán a dos sospechosos detenidos en Uruguay
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Todo lo que habían planificado durante un año y medio se derrumbó en cuestión de minutos. Debieron abandonar la “base de operaciones” muy rápido, antes de que llegara la policía. La audacia, el ingenio y el profesionalismo que desplegaron para hacer el túnel de 155 metros de largo y 4,35 de profundidad en pleno casco histórico de San Isidro para entrar en la bóveda de un banco y apoderarse de un botín millonario quedaron expuestos a través de los rastros que dejaron en el depósito que habían alquilado como punto de partida de su misión criminal.
Los integrantes de la banda dejaron atrás ropa y nueve pares de calzado embarrados, bolsas de corralón repletas de tierra, tachos plásticos de 20 litros, platos, cubiertos, botellas de aceite de girasol, latas de atún, morrones listos para cocinar, colchones, herramientas y utensilios de cocina. Los boqueteros huyeron con lo puesto y una vez que creyeron estar a salvo, camino a Uruguay, descartaron sus teléfonos celulares en el agua.
A 46 días del descubrimiento del conmocionante plan criminal, LA NACION se internó en el oscuro túnel que comienza en Chacabuco 535/547, donde hasta hace unos años funcionó un taller mecánico, y llega hasta unos pocos metros de la sucursal del Banco Macro, en Chacabuco 444. Los ladrones alcanzaron a cavar cinco metros desde el cordón de la vereda hacia la entidad bancaria. Una obra de ingeniería aplicada al crimen.
Es difícil imaginar cómo los delincuentes pasaron tanto tiempo en ese lugar donde no se distingue el día de la noche, donde la sensación de asfixia y la atmósfera viciada son agobiantes, y donde hay que desplazarse en cuclillas debido al encofrado en madera que hicieron para evitar derrumbes.
“Desde que se descubrió el plan criminal los únicos que recorrieron todo el trayecto del túnel, desde la vereda del banco hasta el lugar elegido para comenzar a hacer las excavaciones, fueron buzos tácticos de la policía bonaerense. Hay lugares en los que se hace muy difícil transitar”, dijo a LA NACION un calificado investigador que conoce al detalle el trabajo hecho por los boqueteros en este caso.
Los pedazos de madera que los ladrones utilizaron para hacer el encofrado llegaron cortados al depósito. Llevaron de más. En la parte de la propiedad elegida para hacer de cocina todavía están los cortes que no fueron utilizados. También se pueden ver los borceguíes embarrados, abandonados a las apuradas, alguna muda de ropa y botellas de aceite de girasol a medio terminar.
En la madera utilizada para hacer el encofrado todavía se pueden leer anotaciones de los boqueteros. Algunas fueron escritas con carbón; otras, con tizas blancas: un “40″ y una flecha que señala hacia la izquierda y otro “40″ con una flecha en dirección al sector derecho se pueden ver poco después de comenzar a recorrer la profundidad del túnel, donde el silencio atroz que reina ahora solo se interrumpe por el sonido del tren cuando pasa por la estación de San Isidro de la línea Mitre.
Las anotaciones que llamaron la atención de los primeros policías de la comisaría 1a. de San Isidro que recorrieron el túnel fueron escritas con tizas blancas. Son seis flechas que marcan la dirección hacia el final del boquete acompañadas de tres signos $, el objetivo final de los ladrones, al que no pudieron llegar por un hecho fortuito.
En un sector del depósito, la banda había hecho un entretecho en el que fueron encontrados colchones. Era una improvisada habitación donde los ladrones se turnaban para descansar mientras hacían la excavación.
“El hallazgo de una cocina que se alimentaba con gas de una garrafa, las botellas de aceite de girasol, una bolsa con morrones y las latas de atún, más los colchones que fueron encontrados, dan cuenta de que parte de la banda pasaba bastante tiempo en el depósito”, sostuvo una fuente de la investigación.
“Ingenieros criminales”
Desde un primer momento, la planificación detrás de la audaz iniciativa de la banda de delincuentes no pasó desapercibida para los detectives policiales y judiciales que participan de la investigación: todo el trayecto del túnel tiene iluminación cálida con lámparas bajo consumo. Con caños plásticos como los utilizados para hacer desagües pluviales, los “ingenieros criminales” fabricaron un mecanismo para “cambiar” el aire a través de un sistema que se conectaba a un tomacorriente que estaba en “la superficie”.
Por el momento, hay cuatro detenidos en la investigación, a cargo de la fiscal Carolina Asprella y del fiscal general adjunto Patricio Ferrari, equipo coordinado por el fiscal general de San Isidro, John Broyad, con la colaboración de detectives de la Delegación Departamental de Investigaciones (DDI) local, conducida por el comisario mayor Javier Specia, y personal de la División Investigación Federal de Fugitivos y Extradiciones del Departamento Interpol de la Policía Federal Argentina (PFA).
Tres de los detenidos, Alan Daniel Lorenzo Rodríguez, Nicolás Carpani Romero y César Leonardo Cazenave Peña, son uruguayos y fueron detenidos al otro lado del Río de la Plata. El restante, Alejandro Israel Rosendo López, es argentino y tiene antecedentes por narcotráfico.
En las últimas horas, el juez de Garantías de San Isidro Ricardo Costa dictó la prisión preventiva a López, conocido como Johnny. Se sospecha que habría sido el “lanchero” que cruzó a integrantes de la banda desde y hacia Uruguay.
“Destaco como características del hecho investigado la gran pluralidad de intervinientes que habrían participado en el suceso aquí investigado, la sofisticada logística empleada, la evidente disponibilidad de información, medios, recursos económicos y humanos conjugados para su perpetración”, sostuvo el juez Costa al dictar la prisión preventiva de López por el delito de robo en concurso real con daño en grado de tentativa.
Además, el magistrado rechazó la solicitud de excarcelación extraordinaria presentada por la defensa de Johnny.
Los representantes del Ministerio Público Fiscal, la Municipalidad de San Isidro y el Banco Macro –que en el expediente fueron aceptados como particulares damnificados– habían solicitado para López el procesamiento por “robo agravado por su comisión en un lugar poblado y en banda, en grado de tentativa”.
La semana próxima, según pudo saber LA NACION de fuentes con acceso al expediente, podrían ser extraditados a la Argentina Carpani Romero y Lorenzo que, además de ladrón, es líder de la barra brava de Nacional, de Montevideo.
Otro supuesto integrante de la banda, Nicolás Cardozo Merladet, fue asesinado a quemarropa el 20 de agosto pasado en Canelones, Uruguay, 14 días después de que se frustrara el plan criminal. Lo acribillaron en la puerta de su casa delincuentes que se hicieron pasar por policías y simularon un procedimiento.
La investigación continúa para intentar identificar a otros integrantes de la banda. Los investigadores sospechan que diez delincuentes participaron del plan criminal.
El principio del fin
La investigación que derivó en el descubrimiento del túnel comenzó de forma fortuita el martes 6 de agosto pasado, cerca de las 8.45, cuando Damián Otero llegó al local gastronómico situado en Chacabuco al 400, a pocos metros del banco que los ladrones pretendían robar. Al estacionar, sintió un ruido extraño debajo de su camioneta.
Otero no lograba identificar qué era eso que daba golpes en el chasis y no se detenía. Entonces, corrió el vehículo unos pocos metros y, después de descender, descubrió una varilla de hierro que sobresalía entre los adoquines. Pronto se acercaron el personal de la confitería y vecinos. Nadie entendía qué era lo que veían.
Tras el hallazgo, y como no pudieron sacar la varilla, los comerciantes de la zona decidieron doblarla para que ningún conductor se la llevara por delante. Después, le pidieron al personal de seguridad del banco que colocara un cono naranja fluorescente para que el lugar quedara señalizado.
Un analista técnico revisó todas las alarmas y los sensores del banco sin encontrar ninguna anomalía. Igualmente, se comunicaron con personal de la comisaría 1a. de San Isidro para “dar aviso de lo sucedido”. A las 20, un patrullero de la policía bonaerense estacionó en Chacabuco al 400 para vigilar en forma preventiva las proximidades del banco: un día después descubrieron el oscuro túnel.
Otero, el exempleado gastronómico que frustró el que hubiese sido, quizás, el golpe de la década, tuvo su premio: lo contrató el banco Macro.
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