Vecinos de la zona de Once denuncian que hay venta de droga y sufren asaltos "las 24 horas"
El martes 23 de enero un peruano murió tras recibir un disparo en un edificio de Corrientes al 2500, en el barrio de Balvanera. La noticia de este crimen, todavía sin detenidos ni sospechosos, expuso una vez más una situación crítica que, según afirman los residentes de la zona, se vive a diario en este lugar y sus alrededores, que mantiene a los vecinos en estado de constante alerta. Advierten que el narcomenudeo, el robo descontrolado de celulares y los asaltos en la calle a toda hora, la prostitución y los abusos sexuales, a pesar de las incontables denuncias, continúan siendo moneda corriente y pareciera no tener solución.
La Policía de la Ciudad afirma que realiza permanentes operativos en la zona y que sus recursos preventivos (efectivos y cámaras de seguridad) están "activos", aunque admiten que muchas de las causas que se abren a partir de las detenciones que sus uniformados realizan "no avanzan en la Justicia".
"Ese edificio está tomado. Caen de la villa y de otros lados a comprar. En la puerta siempre hay alguien; los celulares que roban en la misma cuadra después los venden en las galerías, y la plata la usan para comprar droga, generalmente paco. A la vuelta está la comisaría. Vienen y hacen allanamientos, pero nunca encuentran nada", afirma resignado un residente de la zona, que pide mantener su nombre en reserva por seguridad.
Según pudo saber LA NACION, en el operativo desplegado hace siete días por el caso del inmigrante asesinado -que tenía 46 años- intervino personal de la División Homicidios de la Policía de la Ciudad. Determinaron, provisoriamente, que se habría tratado de un "ajuste de cuentas". Los vecinos dieron cuenta de que aquel edificio está "tomado por peruanos", y que el dueño, de quien no se tiene mucha información, alquila departamentos o cuartos. Pero lo que sucede dentro de los pasillos y escaleras de este inmueble de paredes húmedas, deterioradas y olor nauseabundo, cuentan los testigos, roza lo aterrador.
"El que vive en la cuadra ya está resignado. Se ven chicos de 9 años con paco, el olor es horrible. Hay satélites que están en la puerta y roban a toda hora, después salen corriendo hacia Pueyrredón. La vez pasada cayó un taxi con un hombre y un nene, que venía a comprar cocaína. En los inquilinatos de Balvanera pasa de todo y más de lo que uno se puede imaginar: venta de droga, talleres esclavistas, prostíbulos, abusos sexuales", aseguran los residentes que se animan a hablar con LA NACION.
A apenas un centenar de metros del sangriento episodio, en una galería de Corrientes al 2300, la División Sumarios y Brigadas de Prevención de la Comisaría Comunal 3 de la Policía de la Ciudad e inspectores de la Agencia Gubernamental de Control (AGC) procedieron –días atrás– a clausurar varios locales, donde se comercializaban productos electrónicos. En 2019, un hombre senegalés murió apuñalado tras ser víctima de un robo a metros de donde ocurrió el asesinato de la semana pasada. Hace casi dos meses, el 13 de diciembre, una trans peruana de 54 años fue asesinada en un departamento de Corrientes al 2200. Por ese caso, que fue esclarecido, fueron detenidos dos hombres, de 20 y 40 años; tenían en su poder cinco celulares, pulseras y anillos; se presume que robados.
LA NACION accedió a un documento donde constan graves denuncias radicadas entre 2016 y 2017 en dos inmuebles: uno de ellos es el de Corrientes 2569, el lugar del crimen del 23 de enero, donde funcionaría un búnker narco. Los procedimientos policiales librados allí fueron tras denuncias por infracción a la ley 23.737 de drogas, usurpación, lesiones calificadas, lesiones dolosas leves, abuso sexual simple y abuso sexual agravado con acceso carnal (violación). Otro inmueble que queda a la vuelta, en Larrea 426, tendría una conexión con el de la avenida, y allí los hechos reportados son similares.
Algunos residentes de Balvanera hablan de un circuito o "ruta de narcomenudeo". Es decir, los robos de carteras, celulares, bolsos se extienden desde Plaza Miserere (Once), a la altura de Pueyrredón, y continúan por Rivadavia, Sarmiento y Corrientes hasta Callao. Gran cantidad de los aparatos robados se venden luego en estos locales de "compraventa de celulares usados", dentro de las galerías. A posterior, el dinero es utilizado para adquirir la droga (generalmente paco o cocaína) que se vende en los búnkeres, operativos las 24 horas del día. Los vecinos manifiestan estar cansados de concurrir a la policía y la Justicia desde hace años, por lo menos 15, pero que sorprendentemente nunca "pasa nada".
Un problema de larga data
"Esto ya no es algo anormal, pasa hace muchos años. Los vecinos la pasamos bastante mal, los tipos están todo el día de joda, música las 24 horas seguidas, gritos, botellazos, montañas de basura en la mitad la cuadra. Cuando salís a la calle están vendiendo droga, a la vista de todos. En la puerta siempre hay alguien. El edificio está tomado por peruanos que, a su vez, subalquilan cuartos y hasta camas", contaron personas que viven cerca y conocen el departamento de Corrientes al 2500.
Sumado a esto, indicaron que antes de la pandemia la situación ya venía complicada, pero que la llegada del Covid-19 hizo que "la cosa se desmadre". "A mitad de cuadra salís y ves a los que están vendiendo falopa en la puerta o en los pasillos. Los compradores se juntan a dar vueltas en la vereda, están pasados de rosca y roban. Ahí adentro uno se comió un tiro en la cabeza por una discusión con alguien que lo estaba esperando", advirtieron.
Las fuentes de la zona consultadas coincidieron en expresar que permanecen con "impotencia y resignación" al verse damnificados en su cotidiano vivir por el funcionamiento de estos lugares de venta de droga, algo que repercute directamente en la ola de delitos que se notifican en las calles aledañas. De manera unánime, aunque parezca increíble, precisan que esto sucede "a la vista de todo el mundo".
"Es un desastre, en el edificio de Corrientes es imposible, no te podés ni parar porque te roban seguro, en cualquier horario. Los que vivimos cerca sabemos que pasar por ahí es un peligro. Antes de la pandemia estaba potenciada, ahora ya está explotada la situación y te da miedo. Las cámaras de seguridad o no funcionan o son de mentira. Es una bomba de tiempo, ya van dos asesinatos ahí y otros más que no se dieron a conocer", manifestó una vecina.
"Anteayer pasé por enfrente del edificio, había un chico que revolvía un contenedor de basura y gritó como si nada: "¡Necesito droga!". Fuimos varios los que lo oímos. Me dio miedo, yo ya llevaba el celular escondido porque la semana pasada me lo robaron a la vuelta. En Sarmiento y Pueyrredón, enfrente de la galería, un muchacho con un cartel gritó de viva voz "¡Compro y vendo celulares choreados!". Yo me pregunto cómo puede ser que pase esto y dónde está la policía…", dijo la víctima.
En virtud del alarmante escenario que los vecinos aseguran se presenta en esta zona de Buenos Aires, fuentes de la Policía de la Ciudad también fueron consultadas por LA NACION al respecto. Aseguran que "ninguna zona está liberada", y que las cámaras de seguridad allí instaladas funcionan y están operativas.
Horas atrás se libró un nuevo allanamiento en la ya famosa galería de Corrientes al 2300, donde se secuestraron celulares robados y se detuvieron al menos a dos personas extranjeras.
"Con lo que pasa en Once, Balvanera y San Cristóbal, la Justicia "hace la plancha". Vas a la Plaza Miserere y te encontrás con dominicanas que venden droga, prostitución por todos lados. Esto creció un montón, el edificio de Corrientes es de terror: si pasás de noche, por un celular capaz que te pueden matar. Es muy frustrante, sobre todo porque nunca hay respuesta al problema. Allanan, sí, pero nunca encuentran nada. Hay mucha gente de la zona que hace tiempo se acostumbró a vivir mal", sentenció otro residente del barrio, con indignación.
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