Aunque están desgarradas por el dolor, a ambas se les dibuja una sonrisa cuando rememoran los momentos de plena felicidad que vivieron junto a sus hijos.
A Graciela, la madre de Fernando Báez Sosa, el joven de 18 años que fue asesinado por un grupo de rugbiers en la madrugada del 18 de enero pasado cuando salía con sus amigos de la disco Le Brique, de Villa Gesell, le viene a la mente la vez que les cocinó a ella y a su padre por primera vez.
"A Fer le gustaba hacernos bromas. Esa vez que nos cocinó por primera vez nos dijo: ‘les voy a dar una sorpresa hoy con el almuerzo’. Hizo unos fideos. Le salieron más o menos. Nos mirábamos con mi marido y le dijimos que estaban muy ricos. Pasamos dieciocho años muy felices", recuerda sosteniendo un pañuelo con su mano derecha, que acerca a su rostro para secar lágrimas que no cesan, a cinco años de que una patota de jóvenes le arrebatara la vida a su hijo.
Continúa Carola Labrador, que desde el 22 de agosto de 2011 lleva el ominoso peso de la ausencia irreparable de su hija, Candela Sol Rodríguez, que tenía solo 11 años cuando fue raptada y asesinada, en Villa Tesei, Hurlingham, un conmocionante crimen por el cual ya hubo condenados a prisión perpetua, lo que no significa necesariamente un capítulo cerrado con justicia.
Con su salud minada por el dolor, dice a LA NACION: "¡Fuimos tan compinches! Dormíamos en la misma habitación porque éramos las dos nenas de la casa", cuenta, y sonríe con un dejo de tristeza. "A Cande la llevé a danza desde muy chiquita, le encantaba. Era muy coqueta, se pintaba, se arreglaba y te hacía de Floricienta, después el ‘pimpollo, tulín, tulín’, de Chiquititas, y terminaba con pasos de tango porque había actuado de Tita Merello en un teatro de Hurlingham. Iba camino a ser artista", explica, abrazando su retrato, como lo hará durante toda la charla.
Con motivo de los cuidados que imperan a causa de la pandemia de Coronavirus, el diálogo con ambas se concreta por una videollamada de WhatsApp. Graciela y Carola no se conocían; el dolor máximo para una madre, que es la pérdida de un hijo, cruzó sus caminos y las unió. Hoy, juntas, a solo un par de días de que se cumplan cinco meses del asesinato de Fernando Báez Sosa, conversan con LA NACION.
Graciela está acompañada de Silvino, su esposo y leal compañero de vida. Confiesa: "El dolor se siente en el cuerpo, en el alma, en el corazón. No existe día ni hora que no lo piense. Me levanto, miro sus cosas y no puedo entender que ya no esté, y no lo soporto. Con mi marido nos apoyamos. Pero el sufrimiento es para siempre, va a perdurar hasta el día de partir de este mundo para estar al lado de Fer. Le pido fuerzas, siento que no puedo abandonarlo. Hay días que quiero quedarme en la cama eternamente. Mi única terapia es llorar, gritar, revolcarme en la cama o en los brazos de mi marido, y rezar. Día por medio iba al cementerio a hablar con mi hijo, pero ahora, por la pandemia, no puedo. Me daban ganas de sacarlo de ahí y traérmelo a casa".
Carola se conmueve al escuchar a Graciela. Ella nunca pudo volver al cementerio a llevarle una flor a su hija: "Es más fuerte que yo. No podría aguantar verla en una tumba. Por eso voy al lugar donde la encontraron. Ahí la gente puso imágenes de Cande y claveles; voy, tomo mate y rezo. Y siento que está. Le llevo regalos cuando hago mis viajes porque me invitan de las provincias, le traigo virgencitas. Sus once añitos los vivimos intensamente. Cuando nos despedimos por última vez nos dijimos "te amo" una a la otra. Voy a dedicar lo que me queda de vida a honrar su nombre. Cuando me voy a dormir le cuento cómo están sus hermanos, le pido que me guíe, que me acerque a gente buena y que me aleje de la mala. Tengo un altarcito con todas sus cositas, la miro y le hablo. Ella está...
Encrucijada
Cuando mataron a Fernando, Graciela Sosa sintió la necesidad de hablar con alguien que hubiese pasado por lo mismo para preguntarle cómo seguir. Cómo era posible hacerlo. Fernando Burlando, su abogado, le sugirió que llamara a Carola porque le iba a hacer bien. Aquella comunicación telefónica, que luego se repitió, motivó que LA NACION las haya reunido a través de la tecnología.
Reflexiona Graciela: "Como madres nos comprendemos, enfrentamos el mismo dolor. Me animé, la llamé y charlamos un rato. Quedamos en que iba a venir a verme, pero no me sentí bien ese día y no la pude recibir. Carola siempre me acompaña a través del teléfono, está atenta y me da una mano".
La emoción vuelve sobre Carola: "A mí lo de Fernando me shockeó porque tengo dos hijos varones, Ian Franco y Emanuel. Antes de que pase lo de Fernando, Ian me había pedido ir de vacaciones con los amigos, pero no lo dejé. Cuando me enteré lo que pasó en Villa Gesell no podía dejar de ver a mi hijo en lugar de Fernandito. Compartimos el mismo sufrimiento. Cuando hablamos lloré mucho. Me llevó a lo de Candela. La asesinaron hace nueve años y la extraño como si me la hubiesen robado ayer. El dolor no calma, perdurará hasta que nos reencontremos y se agudiza.
–¿Se apacigua el dolor cuando charlan y se acompañan?
–Graciela: ¡Sí! Me hace muy bien conversar con Carola, me tranquiliza, me da fuerza, aliento. ¿Sabés? También me siento muy acompañada por la gente; me dan su apoyo, su amor, sé que los voy a necesitar a todos para poder seguir. Me están ayudando a conseguir que algún día se haga justicia. Ojalá sirva para el futuro, porque nadie se merece padecer semejante tristeza.
Carola: Lástima que la pandemia no nos permitió encontrarnos, pero no va a faltar oportunidad cuando pase. El camino de ella y de Silvino recién empieza, pero saben que todos los argentinos los vamos a acompañar. Lo que ellos han llorado a Fernando es muy parecido a lo que han llorado a Candela. Fue muy injusto, triste y cobarde lo que les hicieron a los dos.
Me hace muy bien conversar con Carola, me tranquiliza, me da fuerza, aliento. ¿Sabés? También me siento muy acompañada por la gente; me dan su apoyo, su amor; los voy a necesitar para poder seguir
–¿Son conscientes de que van a tener que estar muy alertas siempre para que la Justicia no les otorgue beneficios a los implicados en ambos crímenes, como en algunos casos suele pasar?
–C: Siempre estoy muy pendiente de que los asesinos de Cande pidan beneficios porque después de lo que hicieron no se merecen nada. Hugo Bermúdez [condenado a prisión perpetua] pidió salir de la cárcel porque tiene más de 60 años, y con esto del coronavirus argumentó que estaba enfermo. Con el doctor Burlando nos pusimos firmes en contra. Las víctimas siempre tenemos que estar bien alerta, ese es nuestro castigo eterno.
–Graciela, ¿en algún momento le dio temor que Fernando se hubiera ido a Villa Gesell?
–Le dije que se cuidara. Merecía ese descanso. Antes de salir me pidió que le comprara un perfume. Volví y le dije que me había olvidado. "No te preocupes mami", me consoló. Cuando vio el frasco en la bolsa, me abrazó y gritó de alegría: "¡Sabía que no me ibas a fallar!".
C: Fijate qué bondadosos eran los dos; no eran para este mundo tan malvado. Nosotros somos pobres. Y ella me decía, "Mamá, yo quiero ayudar, porque hay gente más pobre".
G: Fernando era muy solidario, le gustaba colaborar pintando y construyendo medianeras. Le consultaba al papá y eso le salía muy bien.
–¿Cómo hacen para soportar tanto dolor?
–C: Todos los días les pido a Dios y a Cande poder levantarme de la cama. Quisiera acostarme y no despertarme más. A veces pienso que es un sueño, que no la mataron, que va a llegar a casa. Cada día luchás para poder seguir un día más.
–¿Qué les dirían a los asesinos de sus hijos?
–G: Quisiera preguntarles por qué lo hicieron. Le arrebataron la vida a sangre fría y luego se burlaron. No tuvieron sentimientos. Él solo quería divertirse y lo mataron.
Todos los días les pido a Dios y a Cande poder levantarme de la cama. Quisiera acostarme y no despertarme más. A veces pienso que es un sueño, que no la mataron, que va a llegar a casa.
–¿Los perdonarían?
–C: No, a mi hija, cuando la encontré muerta y abandonada, le prometí justicia. Sus hermanos se enfermaron por causa de lo que pasó. Los asesinos nos arrebataron a nuestros hijos y no les importó.
G: Lo que les hicieron a nuestros chicos nunca se podrá perdonar. No tuvieron compasión, ni sentimientos ni valores. Siempre me preguntan si los padres de los que lo mataron a Fernando se comunicaron conmigo. Nunca lo hicieron, pero aclaro que no es necesario ni quiero que lo hagan.
–Graciela, ¿le habla a su hijo?
–Todas las noches le decía "chau, Fer, me voy a dormir". Y él me contestaba "Ma, te amo". Yo le devolvía "yo también" y me iba a mi cuarto. Ahora miro su retrato para recordar su voz. Me siento sobre su cama, rezo y le cuento cosas, le pido que nos ayude a luchar para que se haga justicia, hasta que llegue el día que me vuelva a encontrar con él.
El avance de las causas
Mientras la relación entre estas dos mujeres arrasadas por el dolor se cimenta, las investigaciones de los crímenes que les arrebataron a sus hijos siguen, como una herida abierta.
En Dolores, la causa del asesinato de Fernando Báez Sosa avanza por la etapa técnica. Recientemente se conocieron los exámenes de ADN que complicaron la situación de al menos dos de los ocho detenidos. En el dedo meñique de Fernando se encontraron rastros genéticos de Blas Cinalli, y sangre de la víctima en la remera de Matías Franco Benicelli. Se prorrogó el plazo para la finalización del peritaje scopométrico porque hay que tomar nuevas muestras de las improntas de suela de zapatilla halladas en el rostro del adolescente.
También resta realizar los exámenes psicológicos y psiquiátricos a los ocho acusados, que actualmente están detenidos en el penal de Melchor Romero: Cinalli, Benicelli, Ciro Pertossi, Luciano Pertossi, Lucas Fidel Pertossi, Máximo Pablo Thomsen, Enzo Tomás Comelli y Ayrton Michael Viollaz.
Al finalizar la feria judicial especial, producto de la cuarentena, el abogado Burlando y su socio, Fabián Améndola, insistirán con su pedido de que se agrave la acusación y se sume el "homicidio por placer" a la calificación actual, que es "homicidio agravado por el concurso premeditado de dos o más personas con los agravantes de ensañamiento y alevosía".
Por el crimen de Candela, este año está previsto un segundo juicio para analizar las responsabilidades de policías en el desvío de la investigación y de otros implicados que están acusados de falso testimonio.
Burlando sostuvo que, fruto del trato especial que les da a los familiares de víctimas de casos como estos, "con Carola ya terminamos amigos". Dijo que a Graciela y a Silvino les prepara "un clima propicio" cuando van a verlo para saber del avance de la causa y concluyó que con él suman unas 25 personas "trabajando para exigir justicia por Fernando".
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