Una semana de terror narco. Las cuatro víctimas inocentes con las que la mafia buscó sembrar pánico y paralizar Rosario
Dos taxistas, un chofer de trolebús y un playero de una estación de servicio fueron blancos de sicarios en ataques que tienen por finalidad causar conmoción social y desafiar al Estado
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Cuatro crímenes de hombres inocentes en solo cinco días golpearon a Rosario, que llora la pérdida de estos cuatro trabajadores acribillados en medio de una disputa de bandas de narcotraficantes con las autoridades políticas de la provincia de Santa Fe y de la Nación, una guerra declarada que tiene a la población como rehén del terror.
La seguidilla de crímenes incluyó a dos taxistas, un colectivero y un playero que cerca de la medianoche del sábado fue acribillado cuando estaba dentro de una cabina de pago en una estación de servicio situada en la zona oeste de la ciudad.
La primera víctima de la seguidilla de crímenes mafiosos fue Héctor Raúl Figueroa, de 43 años, que murió el martes pasado, pocas horas antes de concretar un anhelo personal: casarse. Este chofer, padre de dos chicos, tenía previsto contraer matrimonio el viernes pasado con su pareja, que, al igual que él, estaba al volante de un taxi y trabajaba en las peligrosas calles de Rosario.
“Los dos son taxistas, habían sacado la chapa nueva y estaban planeando un casamiento austero. Trabajaban entre los dos el taxi y con eso sostenían su vida. Dejaron a dos pibes sin papá”, se había lamentado tras el crimen José Iantosca, titular de la Cámara de Titulares de Licencias de Taxis (Catiltar).
Con el dolor aún a flor de piel, la comunidad de taxistas tuvo que llorar una segunda muerte, la de Diego Alejandro Celentano, de 32 años; también casado, con una hija de cinco años, le dispararon un tiro en la cabeza dentro del auto.
La ejecución fue similar a la de Figueroa un día antes. Incluso, los investigadores lograron determinar que en ambos asesinatos se usó la misma pistola calibre 9 milímetros cargada con balas de la Policía de Santa fe, según revelaron los peritajes oficiales.
Celentano había recibido un mensaje de WhatsApp cerca de las 23 del miércoles en el que pedían que atendiera un viaje en la zona sur de la ciudad. Se dirigió hasta Marcelo T. de Alvear y Garmendia, en las inmediaciones del parque Regional Sur y de las piletas de El Saladillo. Allí fue ejecutado de un disparo en la cabeza. El auto quedó con el motor encendido.
Según confirmaron fuentes del Ministerio Público de la Acusación, en este caso, como el que ocurrió el martes a la noche, se utilizaron municiones que tienen la inscripción “PSF”, es decir, Policía de Santa Fe. Como publicó LA NACION, ese lote de municiones (unas 450.000) fue adquirido en 2021. Se desconoce aún cómo fue que los sicarios se hicieron de esos proyectiles que deberían haber estado en poder de la fuerza de seguridad.
Menos de 24 horas después, el objetivo fue otro trabajador del transporte público. Esa vez, los sicarios apuntaron contra Marcos Daloia, un colectivero de la línea K de trolebuses municipales. Fue baleado el jueves a la tarde; recibió tres tiros y quedó en estado crítico hasta que ayer al mediodía murió. Según pudo confirmar a LA NACION través de fuentes municipales, Daloia falleció a las 13.30 luego de tres días de internación.
“Alguien decidió dispararle, a matar, mientras él estaba laburando”, había escrito anteayer Camila Ferreyra, cuñada de Daloia, en una publicación en las redes sociales. “Te podría pasar a vos, a tu familia. Esta vez le tocó a mi cuñado, le tocó a nuestra familia”, agregó, al pedir justicia por el hombre de 39 años cuando aún estaba en terapia intensiva.
El último crimen ocurrió minutos antes de que comenzara el domingo. Solo tres segundos le tomó a un sicario acribillar a Bruno Bussanich, de 25 años, en una cabina de pago de la estación de servicio Puma situada en Mendoza al 7600, a siete cuadras de donde mataron a Daloia. La víctima era padre de un pequeño de 2 años y estaba en pareja.
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