Una política para ayudar a los niños en riesgo
Hay cinco realidades que hoy son muy evidentes en nuestro país y representan el mayor desafío para los próximos años:
El que vende droga gana más que el que trabaja y los jóvenes llegan a ese proceso no por fascinación del mundo narco sino por crisis. El ciclo es: un chico que está hacinado en su casa se va a la esquina porque hay más lugar y mejores condiciones; ahí empieza a consumir porque todos lo hacen y luego se endeuda. Y allí es cuando se le acerca alguien a ofrecerle cualquier alternativa para cancelar esa deuda.
Los centros de atención de adicciones están desbordados, con poco equipamiento y pocos profesionales que puedan atender las situaciones críticas. Es evidente que faltan, al menos, 200 centros de atención y que el Estado debe invertir ahí gran parte de sus recursos para cambiar el paisaje social.
El consumo de paco, alcohol u otras sustancias arranca desde edades cada vez más tempranas. En algunos casos a los 8 años, en otros a los 12; lo que está claro es que hay un proceso de "infantilización" de la pobreza y que en ese contexto aparece el consumo de "chicos-adultos" que buscan las opciones que no les da la vida.
La facilidad de acceso a armas hace que la violencia escale rápidamente; así, el partido de fútbol de la canchita de la esquina que generalmente terminaba en insultos termina hoy, muchas veces, a los tiros, lo mismo que cualquier discusión cotidiana.
El Estado ha buscado llegar a los más chicos y cubrir estos problemas a través de mecanismos de transferencia de dinero como la Asignación Universal por Hijo que cubre a más de 3.000.000 de chicos y da una base de arranque económico, pero no ha logrado generar una red de acompañamiento a las familias.
En este contexto hace falta una gran política de Estado que apoye acciones e instituciones como las que encaran la ONG Madres contra el Paco y que ponga el eje en la situación de los niños y adolescentes. Se podría generar un fondo de primera infancia que garantice, de verdad, la cobertura de jardines maternales y salas de 3 y 4 años para que todos los chicos arranquen desde un mismo lugar; también se debería promover una red de tutores con referentes barriales y de las escuelas que pongan foco en el acompañamiento cotidiano de las familias.
Finalmente hace falta cortar la venta de droga en los barrios (quizá con una fuerza especial por fuera de la policía) para que el resto de las acciones no corra siempre detrás y quienes trabajan en la prevención no sientan que viven remando en dulce de leche.
Ex ministro de Desarrollo Social de la provincia de Buenos Aires
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