Una peligrosa secta tenía un arsenal para construir su propio Waco en La Matanza
Encontraron escopetas, pistolas y miles de municiones, muchas capaces de perforar chalecos antibalas
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A comienzos de este mes se inició un operativo para el rescate de víctimas que eran sometidas a maltratos y esclavitud laboral por parte de una secta. Todo había comenzado a partir de la fuga de uno de esas personas que había caído en la trampa que se ocultaba detrás de la fachada de una presunta congregación religiosa. Es una situación que se repite, personas captadas por falsos predicadores. Entregan sus voluntades y dinero. El allanamiento del “templo” permitió entonces la liberación de 12 víctimas. Sin embargo, ese fue solo el primer paso.
A partir de testimonios los investigadores de la Policía Federal Argentina descubrieron que en la profundidad de La Matanza, en el barrio 20 de Junio algo más fuerte se preparaba. Se hicieron otros operativos en varias viviendas que ocupaban los referentes de la secta. Y en la casa del líder se detectó la señal del gran riesgo que representaba el grupo conocido como Abba Krishna: en un entretecho se guardaba un arsenal. Incluso con municiones capaces de perforar los chalecos antibala policiales.
Los líderes hablaban con sus fieles sobre “el fin del mundo”. Se aprovechaban de la vulnerabilidad psicológica de las víctimas. Reducían a la esclavitud a quienes eran confundidos por sus falsas profecías. Y utilizaban el dinero para adquirir armas.
Una estrategia similar, incluso con la vida en comunidad y sin permisos para salir de las casas de la secta, llevó adelante David Koresh y su grupo instalado en la cercanía de la localidad texana de Waco, donde 51 días de asedio de agentes federales -alertados por el acopio de armas- derivó en 85 muertes. El operativo fue conocido como la matanza de Waco.
La secta encabezada en La Matanza por un hombre de 65 años conocido como “El Uruguayo” no llegó a disparar. Sin embargo, tenía almacenado más poder de fuego que muchas bandas narco. Hasta tenían previsto un sistema de respuesta escalonada en sus propias reglas de empeñamiento de las armas, ya que tenían más de 9000 cartuchos antitumultos (en 19 cajas de 475 cartuchos cada una). En un escalón superior de respuesta a las balas de goma se encontraban los 2000 cartuchos de escopeta 12/70. Tenían cuatro escopetas para esas municiones, tres de esas armas, nuevas. Además, seis pistolas y dos revólveres, junto con otras armas largas.
El poder de fuego de esa secta es superior al que se puede encontrarse en la mayoría de las bandas de vendedores de drogas que caminan esa zona del conurbano bonaerense. Uno de los problemas tácticos que se enfrentan los grupos criminales es el abastecimiento de municiones.
Las armas se consiguen más fácil en el mercado ilegal que las balas. Los proyectiles llegan mediante desviaciones del circuito legal. Un legítimo usuario de armas de fuego puede adquirir miles de municiones casi sin control. Eso se descubrió en Rosario, este año. Los investigadores intentan determinar ahora el origen de las 1800 balas de 9mm, los 3200 proyectiles calibre .45 y los 1800 cartuchos calibre 22, con punta hueca, capaces de perforar algunos chalecos antibalas. Es una bala matapolicías.
Llamó la atención a los investigadores que las armas y municiones estaban escondidas en un “embute”, una zona en la que no están disponibles para cualquier momento, sino para un almacenamiento especial. Con el hallazgo de ese escondite, los detectives intentan descifrar ahora el objetivo del arsenal y buscan rastros sobre la existencia o no de otros polvorines de la secta Abba Krishna.
Según la información difundida por la PFA a comienzos de este mes, tras el primer operativo, la organización tenía una estructura piramidal, “con distintos roles de funciones, logrando que sus miembros se despojaran de sus bienes materiales, se alejaran de sus familias, y se sometan a un sistema de trabajo esclavizante en el cual todas las ganancias eran dirigidas al templo”.
“El sindicado líder del templo mantenía relaciones sexuales con las feligreses y les decía que el contacto físico era una bendición. Las víctimas sufrían un sometimiento psicológico”, relataron fuentes al tanto de la investigación que es encabezada por el juez federal de Morón Jorge Rodríguez, y personal del Departamento Unidad Federal de Investigación sobre Trata de Personas de la Policía Federal Argentina.
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